Por David Gutiérrez
En la revista Farandulería, Néstor Godínez y sus compañeros de edición laboraban esa misma tarde, cuando de pronto Aidé entró con cafés en mano e informó:
-¿Ya vieron las noticias? ¡¡Un monstruo está destruyendo la ciudad!! ¡Y no se me hace raro después de lo que pasó con el Trovador Lujurioso antier! Parece que la maldad se está desbordando.
-¡Vamos a ver de qué se trata! -apremió Cintia Castro mientras se levantaba de su escritorio y encendía la pantalla de la oficina. Los demás se juntaron para ver.
En la pantalla apareció un noticiero en vivo con una reportera que informaba:
-Estamos en la colonia Escandón de Ciudad de México, donde un extraño ente está causando estragos: ya ha destrozado varios locales comerciales, algunos edificios, y además ha destruido varios coches y patrullas de policías, quienes a pesar de su esfuerzo no han podido detenerlo. Aquí está el testimonio de uno de ellos. -La cámara giró adonde la reportera preguntó al comandante Pérez-: Comandante, ¿cuál es el estatus de la situación?
-Ya ahorita llegarán refuerzos en helicópteros para detener al monstruo. ¡No hay nada que la policía capitalina no pueda controlar!
-¿Entonces podemos estar seguros de que no pasarán a mayores estos destrozos?
-Afirmativo, señorita.
-Y dígame, ¿qué es exactamente ese ente?
-Aún no sabemos con exactitud, pero según un testigo, ese mutante apareció en una tienda de abarrotes de la calle Martí. Pero vamos a averiguar cuál es su origen.
-¡Cielos! -exclamó la reportera-. ¡Es un caso muy extraño! ¿Y no intervendrá el ejército?
-Por el momento no -respondió el comandante mientras sacaba un pañuelo y se secaba el sudor de la frente-. Ni presidente de la República ni el jefe de gobierno de la Ciudad de México aún dan esa orden. Pero le repito que no hay nada que temer: la policía capitalina terminará con el problema en breve.
-Por último, comandante, ¿es cierto que el monstruo ha pedido que le envíen al Defensor Chilango?
Néstor hipó en la oficina. Ilse lo miró extrañada. En la televisión, el comandante reflexionó unos segundos y respondió:
-Es cierto, pero insisto en que nosotros sin ayuda de nadie podemos aprehender al malhechor y remitirlo a la cárcel. Además, ni siquiera estamos seguros de que ese tal Defensor Chilango exista.
-Pues está ganando mucha fama entre la ciudadanía, comandante -intervino la periodista.
-Insisto: aunque ese individuo existiera no es necesario que se presente, ya que en un rato la Ciudad de México volverá a ser segura.
-Gracias, comandante. Hasta aquí nuestro reporte -informó la periodista mirando a la cámara.
-¡Chale! -exclamó Maic en la oficina-. Están pasando cosas muy raras en la ciudad. ¿Qué más falta?
Néstor se dirigió sigilosamente a la puerta.
-¿A dónde vas? -le gritó Cintia.
-Al ba-baño -respondió el chico.
-Está bien -dijo Cintia, la coordinadora editorial-. Pero regresa en cinco minutos porque debes terminar la noticia del Hijo de Fishman que estás redactando. ¡¡No te irás hasta que me la entregues!!
Mientras apretaba los dientes, Néstor asintió y salió.
-¡Ya no la soporto, pinche vieja! -se decía mientas entraba al baño. Al salir caminó por el pasillo para relajarse, cuando de pronto una voz lo sacó de su ensimismamiento:
-Es hora de que actúe, joven Néstor.
-¡Aaaahhh! -gritó Néstor al tiempo que daba un salto. Se volvió adonde la voz y resopló-: ¡Es usted otra vez, señora! ¡Parece que me está siguiendo!
-No juzgue mi trabajo -respondió la señora de intendencia-. Mejor ocúpese de las emergencias.
-¿Cuál emergencia?
-¿No acaba de ver que la gente lo pide para que salve a la ciudad de ese monstruo?
-¿Cómo que la gente me pide?
-Piden al Defensor Chilango.
Néstor abrió mucho los ojos y exclamó:
-Pe-pero ¿¡cómo sabe usted que yo soy el Defensor Chilango!?
-Porque yo misma le di el antifaz que le otorga el poder de convertirse en superhéroe.
-Pero ¿cómo sabe usted que con el antifaz me transformo en el Defensor?
-¡Sssshhht! -siseó la señora con el dedo índice en los labios-. ¡Alguien puede escucharnos y podrían descubrir el plan, joven Néstor! Pero insisto en que acuda adonde el ente destruye la ciudad.
-Veo que usted sabe mi secreto -admitió Néstor agachando la cabeza-. No sé cómo lo sabe pero es un hecho. Lo que pasa es que no sé si deba ir. ¡No estoy seguro de querer seguir siendo el Defensor Chilango porque no sé ni cómo me eligieron a mí, si siempre todo el mundo me ha despreciado por mi aspecto! ¡Siempre han dicho que soy un nerd, que no tengo vida social ni éxito!
-Oiga, agradezco que me confíe sus traumas existenciales pero no es momento de hablar de eso. ¡La ciudad lo necesita!
-Pero si le estoy diciendo que sólo soy un Godínez, ¿por qué tengo que ser el Defensor Chilango?
-Le repito que pronto lo sabrá. ¡¡Ahora vaya, joven Néstor!! Piense en sus amigos, en su familia, en los seres que lo quieren. ¿Le gustaría que terminen muertos?
El chico negó con la cabeza mientras se echaba el pelo hacia atrás.
-¡Vaya por el antifaz y enfrente a ese monstruo!
Néstor resopló y sacó el pecho.
-Por cierto -agregó la señora-, tenga esto. Lo vimos en las noticias de antier y está demasiado flaco con playera de tirantes. Esta chamarra con capucha tiene un protector contra balas, proyectiles y otras armas que le podrían hacer daño, y además lo hará ver mejor.
-¡Pe-pero es amarilla!
-¿Y eso qué?
-¡No me gusta el amarillo!
La señora puso los ojos en blanco y resopló:
-¡Joven Néstor, no hay tiempo qué perder! ¡Vaya a luchar por su ciudad!
-¡Lo haré por mi madre!
La señora sonrió.
-Sólo espero que me explique por qué me dio el antifaz.
-Ya le dije: pronto el inventor Cocoloco hablará con usted.
Néstor tomó la chamarra y salió corriendo por los pasillos mientras recibía un Whatsapp de Cintia que no revisó.
.
En las calles reinaba el caos. Los destrozos de la Oaxaqueña afectaban todas las vías de la ciudad. Néstor intentó tomar un taxi sin conseguirlo y, como el departamento que rentaba no estaba tan lejos de la revista Farandulería, decidió correr. Su condición física como Néstor Godínez era muy inferior a la que adquiría cuando se transformaba en el Defensor Chilango, por lo que a unas cuantas calles yacía exhausto. Cuando respiraba para reponerse escuchó la voz de una vecina:
-Hola, Néstor, ¿para dónde vas?
El comunicólogo volteó y vio a su vecina en bicicleta.
-Hola -saludó él-. Me-me urge ir al departamento, pero en coche es imposible por el caos y ya me cansé mucho corriendo.
-Yo voy para allá. ¡Sube a los diablos!
El chico obedeció y su vecina pedaleó con energía.
-Lo bueno es que estás flaco y no pesas, ja, ja -observó ella.
Un coche se pasó el alto algunas calles antes de llegar al jardín Pushkin, por lo que la chica tuvo que frenar de emergencia y Néstor salió volando e impactó con el pasto. Varios curiosos voltearon. El chico se incorporó estoicamente mientras se sobaba una rodilla.
-¿Estás bien? -le preguntó su vecina.
-Sí -respondió él-. Sólo me pegué en la rodilla. ¿Podemos seguir?
La chica asintió y observó:
-Sí que te urge llegar al depa, ¿eh?
Néstor subió a los rayos de la bicicleta y en menos de cinco minutos llegaron a su destino. El chico agradeció a su vecina mientras ésta acomodaba la bicicleta en la entrada del edificio. Néstor abrió la puerta, subió cojeando las escaleras y llegó a su estancia, donde recogió del piso el antifaz con plumas. En segundos la transformación se llevó a cabo entre una luz fulgurante. El chico se puso la chamarra que le había dado la señora de intendencia y salió corriendo.
-¡Lo bueno que no hay nadie aquí! -observó-. Así no se darán cuenta de mi secreto.
En la calle, el héroe saltaba entre los coches avanzando a gran velocidad mientras la gente celebraba señalándolo y gritando “¡Ahí va el Defensor Chilango!”. En pocos minutos llegó a avenida Revolución y Viaducto, donde la Oaxaqueña ya había asesinado a varios individuos y destrozado viviendas, locales y coches. Cuando el héroe la vio, gritó:
-¡Heeeey, monstruo! ¡Te llegó la hora!
El ente se volvió, lanzó una carcajada y gritó con una voz de ultratumba que escucharon todos los ciudadanos:
-¡¡Escúchenme bien, malditos chilangos: yo soy la Oaxaqueña!! ¡Y por fin destrozaré esta ciudad! -Y volviéndose al Defensor, rugió-: ¡Pero primero terminaré contigo, flaco asquerosooo!
La malhechora levantó con sus trenzas de hierro un coche y lo arrojó al Defensor Chilango, quien apenas pudo esquivarlo. El vehículo se estrelló contra una cantina. El héroe se lanzó a toda velocidad contra la villana derribándola a pesar de la ventaja en tamaño y maza que ella tenía. Ambos rodaron por la avenida ante la mirada de cientos de personas y la policía.
Entre la multitud, una chica de unos veintidós años de piel blanca y cabello negro, largo y con fleco, filmaba con su celular.
-¡No entiendo cómo filmas esta tragedia, Andrea! -exclamó un chico regordete que estaba junto a ella.
-Pues ¿qué tiene, Armando? Ja, ja, ja -se burló la chica-. Todo el mundo filma cosas para sus redes sociales, y además muchos otros están filmando también esta pelea.
-¡Sí, pero me parece que no es correcto grabar tragedias como ésta! -observó una chica rubia.
-¡Ashh! -se quejó Andrea-. ¿Tú también, Laura? Ustedes no saben divertirse, de veras.
En eso alguien gritó “¡Cuidado, chicoooos!”, y un poste de luz cayó adonde estaban Andrea y sus dos amigos, quienes afortunadamente pudieron correr antes de ser aplastados, y se parapetaron tras un coche.
-¡Pfff! ¡Estuvo cerca! -exclamó Laura.
-¡Insisto en que nos vayamos ya! -instó Armando.
-¡Si quieren váyanse! -espetó Andrea-. Yo me quedo a ver quién gana: el Defensor Chilango o la Oaxaqueña.
Armando negó con la cabeza.
Muy cerca de ahí, un oficial preguntó al comandante Pérez:
-¿Qué debemos hacer, mi comandante?
Pero el jefe de la policía no contestó; yacía inmutado y con la boca abierta ante el descomunal combate.
Los golpes que asestaba el Defensor eran titánicos. La Oaxaqueña trataba de atrapar al héroe con sus trenzas sin conseguirlo, y cada vez se debilitaba más. La gente alrededor vitoreaba jubilosa; muchos tomaban fotos y filmaban con sus celulares, entre ellos Andrea.
Un helicóptero entró en escena dando vueltas alrededor de los dos contrincantes, y asomó una ametralladora.
-¡Son los refuerzos! -celebró el comandante Pérez-. ¡Ahora sí controlaremos a la Oaxaqueña!
-¿Abrimos fuego? -preguntó el policía que manejaba la metralleta en el helicóptero.
-¡Aún no! -respondió el piloto-. Podríamos herir al Defensor Chilango. Espera a que se separen un poco y entonces disparas a la Oaxaqueña.
Al ver que el helicóptero la merodeaba, la villana se separó del Defensor y en un instante lanzó sus trenzas de hierro contra la nave. El policía descargó la metralla contra la Oaxaqueña pero ésta esquivó las balas y en segundos derribó el helicóptero, que se estrelló contra un edificio ante los gritos de la multitud.
-¡No puede ser! -se lamentó el comandante Pérez-. ¡Esa maldita ha ocasionado la baja de un helicóptero de las fuerzas especiales!
De pronto la malhechora se impulsó con sus trenzas en dirección al Bosque de Chapultepec; sin embargo, el Defensor no perdió un segundo y fue tras ella.
-¡Suban a las patrullas! -ordenó el comandante Pérez-. ¡Es un K3 para un K8 al Defensor Chilango!
-¡Prendan las sirenas para que la gente evacue! -sugirió otro policía.
Todos los oficiales obedecieron y fueron detrás de los dos combatientes con dificultad porque la gente no daba paso a las patrullas.
-¡Miren! ¡Vamos a ver a dónde van! -instó Andrea a sus dos amigos.
-¿Estás loca? -rugió Laura-. El Defensor y la Oaxaqueña avanzan muy rápido, y los policías van en sus patrullas. ¡Jamás los alcanzaremos en nuestras bicicletas!
-¿Tienes miedo, cobarde? -la retó Andrea.
Laura frunció el ceño unos instantes ante la mirada tensa de Armando, subió a su bicicleta con firmeza y los otros dos la imitaron.
-¡Ésa es la actitud, amiga! -celebró Andrea.
Los tres amigos pedalearon a todo lo que daban sus piernas tras las patrullas policiacas.
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-Oye, Cintia, ¿ya podemos salir? -preguntó Maic a la coordinadora editorial de la revista Farandulería-. Ya en todas las oficinas ordenaron la evacuación por lo que está pasando en Tacubaya.
-¡No podemos irnos! -rugió Cintia mientras escribía en la pantalla de su computadora-. Aún no terminamos el trabajo de hoy. A ti te falta entregar las fotos de Luis Miguel, Maic.
-Pero ¿cómo Néstor ya se fue? -protestó Aidé.
-Precisamente eso le diré a Julieta -contestó Cintia-. ¡Al segundo día de trabajo Néstor se escapa sin haber entregado sus pendientes! ¡Van a ver cómo lo castigará! Tal vez hasta lo corra.
En eso sonó el celular de Cintia, quien respondió con tono dulce:
-¿Bueno? ¡Hola, Julieta!
Todos gesticularon mientras la chica atendía la llamada.
-Muy bien. Claro, no te preocupes -decía Cintia-. Yo les comento ahora mismo. Gracias, Julieta. Que descanses.
La coordinadora colgó y anunció:
-Podemos irnos. Julieta vio en las noticias que la Oaxaqueña está destrozando la ciudad y no quiere que nos expongamos en el edificio. ¡¡Pero ese Néstor me las va a pagar mañana!!
Todos apagaron sus máquinas, guardaron sus cosas rápidamente y salieron.
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David Gutiérrez nació en Ciudad de México en 1975. Se licenció en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Es editor, músico y novelista. Colabora para distintas editoriales dentro de la producción de libros de texto para nivel bachillerato de México. En 2016 publicó su primera novela, Asesino en Facebook, con Edelvives México. Presentó dicha obra en distintos foros y medios como la Feria Internacional del Libro del Zócalo 2016; FILIJ 2016; Feria del Libro del Palacio de Minería 2017; MVS Radio, Diario DF, Relax 104.5 F. M., Radio Ciudad Capital, y Zona Adictiva. Ha sido columnista en las revistas CROM y Palabrerías. Actualmente prepara otras novelas para su publicación.
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Asesino en Facebook. Carlos Margain, un joven estudiante de criminalística, es contratado por una misteriosa mujer para que resuelva el caso del asesinato de la joven Dafne Urbieta. Su inexperiencia lo envuelve en las más terribles dudas. Sin embargo, su tenacidad, inteligencia y la ayuda de Auster, su profesor, le permiten encontrar las pistas que lo llevarán a conocer sakíes, poetas, chicas fashion y policías; y a sumergirse en la extraña oscuridad de vampiros energéticos.
Ventas y presentaciones: Fanpage David Gutiérrez
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