ARRIVAL: RETO PARA LINGÜISTAS

por Alberto Navia

Por Alberto Navia

Soy un fanático de las películas de ciencia ficción. Persigo incansablemente las películas de este género y voy a su encuentro aun cuando algunas de ellas son un completo desastre. Es mi niño interior que se niega rotundamente a abandonar la ficción y la fantasía y que no está dispuesto a transigir sobre el reconocimiento de una invisible, pero rotunda, barrera entre la realidad y el mero producto de los sueños y la magia. Quizá sea por eso que me apasiona la ciencia y, sobre todo, la astronomía.

Para mí, el cine es el lenguaje perfecto para la ciencia ficción. En dónde más se podría encontrar una simbiosis tan perfecta: historias que van más allá de nuestro entorno humano y terrestre con un medio que parece sacado de una de esas tales historias. Apenas hace un poco más de cien años que los hermanos Lumière hicieron posible esta maravilla. Imagínese usted cómodamente instalado en el Grand Café du Boulevard des Capucines del París de 1895 asistiendo, por vez primera, a un espectáculo de tan increíble magnitud; empavorecido al ver la imagen de un tren que se precipita sobre usted y el resto del público sin visos de detenerse antes de arrasar con todos y, en el último momento, desvanecerse en la nada. Debió de haber sido una experiencia realmente escalofriante, como fuera de este mundo, ajena totalmente a la realidad. Desde aquella primera función hasta el cine de nuestros tiempos parece que ha pasado una eternidad y si les fuera posible a Auguste y Louis Lumière ver una de las actuales salas de exhibición y la proyección de una película moderna, seguramente que vivirían el mismo asombrado terror que vivieron aquellos que tuvieron la fortuna de ser los primeros en experimentar el cine. Seguramente no reconocerían su propia creación, puesto que desde aquellas primeras tomas fijas y fondos pintados como telones de teatro y films sin sonido hasta el cine moderno con asombrosas tomas como aquella en donde la Trinity de Matrix parece suspenderse en el aire antes de la lucha; producciones con el sonido digital envolvente y ambientes recreados digitalmente en donde se confunde la realidad y la fantasía, pareciera que han pasado eones de evolución tecnológica.

Empero, es verdad, hay una sobrepoblación de cine demasiado comercial y de una bajísima calidad en los guiones. Historias llenas de personajes sosos que sólo se basan en acción tan rauda como vacía. Cintas que sólo son encajadas en el mundo de la Sci-Fi a punta de un torpe amontonamiento de efectos especiales. Los seguidores de este rubro cinéfilo, quizá más que en otros rubros, tenemos que sobreponernos a estas continuas decepciones, ¿concuerdan? Aun así, son muy escasos los fieles que desertan.

Pero quiero hablarles esta vez de una película que me ha parecido rescatable. Una película que, aun cuando está llena de militares green-gos, no se trata de una historia violenta; aunque el cliché del científico green-go que salva al planeta persiste, el científico trabaja en un área que resulta demasiado extraña para estos casos; y, por supuesto, todo ocurre en Estados Unidos, pero esta vez los alienígenas no vienen a eliminar la especie humana ni todo el film se trata de cómo los alienígenas destruyen una ciudad green-ga. Seguro que ya adivinaron a cuál film me refiero, ¿verdad? Dirigida por el joven y no tan conocido director canadiense Denis Villeneuve: Arrival es una película de ciencia ficción con un guión bastante interesante y que, a diferencia de lo que ocurre en este género, no está plagada de efectos especiales o personajes que siempre terminan por parecer un humano mal hecho.

No se las voy a contar, preferiría que la vean cómodamente en sus casa (en el cine creo que ya no se encuentra), pero quiero destacar esto: la científica en cuestión es nada más ni nada menos que ¡una lingüista! y el objetivo de los exovisitantes es transmitirnos su extrañísima lengua para que nuestra concepción del Universo se expanda más allá de los límites humanos. ¿No les suena cotidiano: comprender una cultura nueva a través de su lengua?

Ahora que podemos asumir que la existencia de planetas que orbitan las demasiadas estrellas que forman parte de nuestro “Universo observable”, es un fenómeno frecuente, qué tan difícil es tomar como verídica la presunción de vida en algunos esos tantos y tatos planetas. Imagínese a usted mismo en el papel de la Dra. Banks enfrentándose a la compresión de un desconocido idioma que, seguramente, estará demasiado lejos de cualquier idioma terrestre ―o no, quién puede tan siquiera imaginarlo―. Cuál sería su primer paso, cuál sería el método a utilizar mientras, además, se encuentra atenazado por el terror del enfrentamiento frontal con una especie totalmente desconocida y, por tanto, impredecible.

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