«SAKURA INVENCIÓN», DE YELENIA CUERVO, POESÍA PARA REDIMIR LO QUE NO FUE

por Nidya Areli Díaz

                         Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas. Voltaire

La palabra sakura «桜», de origen japonés, tiene como significado “flores de cerezo”. A este respecto, el libro Sakura invención, de Yelenia Cuervo, refiere en una primera parte, una leyenda amorosa en torno a estos árboles tan significativos en la cultura nipona, y concluye: “A veces vemos caer las flores tapizando el asfalto de la ciudad o los bosques, sin tener tan claro si nos dan consuelo o nos hemos enamorado….”. Podemos decir entonces, que la fábula parte de ese delicado amor parecido a las flores de los cerezos, tan tersas, tan suaves a la vista, como pequeños copos de nube, y que, a su vez, nos lleva por un viaje en el que se reinventan el amor, la poesía y los ensueños y dolores humanos. La voz lírica, femenina por antonomasia, nos toma de la mano para recorrer las eras y los eones en busca del amado inmóvil, de la salutación del olvido, del desconsuelo de lo no consumado, y nos invita con ello a reinventar el ser interno, el espíritu conspicuo, para alcanzar la salvación amén de los malos amores.

Y es que el amor es casi necesariamente doloroso y, en este sentido, una travesía por el inframundo. Así, partimos de supuestos, dando por hecho que ese concepto que tenemos nosotros de la entrega amatoria, es el mismo que tiene el objeto del amor, sin máscaras y sin cartas ocultas; mas, pensar y vivir no siempre convergen, donde nuestras suposiciones —por fuerza ingenuas— van a parar a menudo al lecho del purgatorio. De este modo, la autora de Sakura invención le declara al amado: “Yo pensaba esto”, “yo pensaba lo otro”, y ese “yo pensaba” refiere más bien un “yo esperaba”, como esperamos todos los que nos arrojamos de cabeza al abismo de la entrega incondicional. La voz lírica se alza en un dolor naciente, de quien pensaba que se realizaría lo que ya no fue, no a manera de reproche, sino de secreta confidencia hacia el lector, pero, sobre todo, hacia el objeto del amor que no termina nunca de encarar la situación, que se escabulle cobardemente, en tanto un alma se deshace en versos en pos de su tórrido sacrificio.

Se trata de la reivindicación del amor, mediante un breve y delicado trazo con resabios del arte nipón que no sólo se invoca en el título del libro, sino en la estructura misma de los poemas, que recuerdan las tankas y haikús, con la sutil brevedad de una síntesis que encierra universos y verdades míticas. La poeta resguarda el nombre del amado “en lo más hondo de la libertad”, porque para ella el amar implica dejar ir, soltar, despersonalizar al objeto del deseo, en la era donde la cama nunca termina de convertirse en una barca por donde escaparnos de la soledad, sino que permanece como una isla desierta, sin anclajes. Así, el hombre al que recrea esa voz doliente que nos anuncia desde el principio la travesía de lo que no pudo ser, no termina de personificarse, pues si bien imaginamos sus manos como “una dermis solar / un susurro”, ellas nunca llegan a tocarnos, y nos quedamos insatisfechas a la orilla de la tragedia existencial.

En Sakura invención existimos en tanto vamos filosofando nuestra propia soledad en la lectura, preguntando los porqués de una ausencia tumefacta que nos deja huérfanos en la desrealización de lo que pensábamos pero ya no ocurrió. Así, los símbolos danzan musicalmente ante nuestros ojos, acaso jugando con los significantes y sus significados que, vueltos sus sentidos, enrarecen el lenguaje, e invitan a su decodificación. De este modo, “¡Todas mis virtudes se encienden / en esta luz incertidumbre!”, o bien: “Que los objetos / que sueles lanzar al cielo / jamás regresarían / que resbalaban a otra galaxia / convertidos en flores de invierno”, y la autora continúa en su monólogo de lo que ella pensaba… Los versos además nos invitan a imaginar “los futuros posibles”, aquellos que en nuestras pobres o dichosas o simples vidas no se concretaron, “¿pero quién puede cubrir / la eternidad con un solo canto?”…

En la poesía, el alma de la voz lírica se va desnudando conforme nos adentra en su viacrucis de desolación, nos arropa con el dolor y vamos recordando nuestros propios demonios e ingenuidades del pasado, temiendo y añorando al mismo tiempo ese sentimiento resquebrajante en el que nos entregamos sin medida; quedamos expuestos: “Pero tú me habitas, / me recorres, / mis secretos se hacen visibles para ti: / lo mismo cuando me descubres / hablando rápido, / como sonrojada cavilo”, y no nos queda entonces más que dejarnos ir por el sendero de esos sakuras tenues hacia el periplo del dolor en toda su contemplación —¿quién no se ha sentido morir ante las decepciones indóciles?—. La voz de la mujer al final de ese camino de sakuras nos anima a seguir dando los pasos, en la búsqueda de nuestra propia redención, en nombre de las tardes terribles de sacrificios fatuos y constelares, de los besos que se dieron y los que se quedaron en las orillas de la cama desértica, de las mariposas coloridas que se volvieron polillas tristes a través de los días… Entonces, la voz se alza y nos anima, nos recrea en su dolor, nos purifica y nos libera a través de sus flores poéticas.

Sakura invención (Verso destierro, 2021) es el segundo libro de Yelenia Cuervo, filósofa, historiadora del arte, estudiosa de la cinematografía y poeta, y precede a este trabajo Variaciones de una certeza (Abismos, 2017). Nos encontramos en Sakura invención ante una plaquette de dieciocho poemas, donde la autora se derrama en verso libre sobre los “yo pensaba” de una heroína desdeñada y doliente, con una belleza en la palabra poética semejante a los sakuras nipones. Bajo el cuidado editorial de Adriana Tafoya y Roberto Nava, la plaquette nos recuerda la importancia de la poesía como objeto tangible dotado de la belleza especial de la brevedad, en tanto nos dolemos, nos desterramos al viaje de la heroína y nos reivindicamos en el amor latente vertido entre sus páginas.

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Archivo fotográfico de Yelenia Cuervo

Nidya Areli Díaz (CDMX, 30 de noviembre de 1983) es Escritora, Editora, Guionista y Profesional del Fomento a la Lectura. Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, especializada en Teatro del siglo XX, por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Fundadora de la revista literaria digital Sombra del Aire, de la que ha fungido como Directora y Editora desde 2011. Asesora docente y consultora en la profesionalización del Fomento a la Lectura, la enseñanza del Español y la Literatura. Consultora independiente en Redacción, Corrección de Estilo y Proyectos de Investigación. Editora literaria en Ganthä entertainment, casa de creación de contenidos para cine y tv. 

Ha impartido conferencias y  talleres de Literatura, Creación LiterariaLectura Crítica para instancias como la Secretaría de Cultura de la CDMX, la Secretaría de Cultura del estado de Hidalgo y el IPN.

Fue investigadora, correctora de estilo y  Lexicógrafa en la reedición del Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua. Obtuvo dos premios en Poesía por el IPN y uno en cuento por el Gobierno de la CDMX.

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