LA DESDICHA DE LO DICHO

por Roberto Marav

“Si el beneficio es común, común ha de ser el esfuerzo”. Rufino José Cuervo

Tengo en la mano (textualmente, lo sostengo con la izquierda mientras t-e-c-l-e-o con un dedo de la derecha) un documento con una encuesta que revela la preocupación del mexicano por el buen empleo de la lengua española, tal es el talante de estos hispanohablantes que la Academia Mexicana de la Lengua podría quedar por bien servida y dejar su labor académica y normativa y, en general, el cuidado del español en bocas de la opinión pública. Y para que no se deje sorprender ni se fie de mi nota, basta con echar ojo al gran acervo dinámico de las redes sociales.

Como está en boga el libre derecho a la expresión, cualquiera que sea su índole, la libre manera de expresión textual u oral no ha quedado salvada por el señalamiento y el rechazo de los defensores del bien decir. Pero, ¿qué diablos es lo correcto o incorrecto en el hablar? Para empezar deberíamos de aclarar qué es lo “normal” en la lengua, y para ello cito a un estudioso y autor de la encuesta, llamado José Moreno de Alba, para definir el concepto de norma:

Este término, empleado en diversas disciplinas, en filosofía y en lingüística por ejemplo, es evidentemente polisémico. Si se consulta un diccionario filosófico, podrá constatarse que norma, por un parte, significa ‘regla’, especie de ‘ley’, lo que debe ser, lo que es obligatorio y necesario que se dé. Pero, por otra parte, tiene también el sentido de ‘lo usual’, ‘lo habitual’, lo que simplemente es. Esta dicotomía semántica, queda reflejada en los adjetivos normativo y normal, ambos derivados de norma. Algo semejante pasa con esta voz en el terreno de la lingüística, donde también se habla de norma como forma de hablar que debe acatarse por correcta, y de norma como regularidad o ‘hábito’ lingüístico de tal o cual comunidad de hablantes. La gramática descriptiva, como su nombre lo indica, no se interesa por reglas del bien hablar sino pretende limitarse a la científica exposición de los hechos de lengua. En cierta manera, uno de los significados posibles de norma (‘hábito’) está bastante cerca del sentido de la voz descripción, pues una gramática descriptiva se supone que expone en orden una serie de hábitos lingüísticos que, ciertamente, tienen existencia gracias al sistema llamado lengua.

Si, de acuerdo a esta explicación podemos deducir que la norma es un hábito lingüístico, entonces ¿qué o quién determina como mejor una manera de hablar que otra? Siendo que para algunos hablantes es más correcto decir: “hoy llegué tarde” frente a otros cuya forma habitual sería: “hoy he llegado tarde”. La primera expresión suele ser ejemplar para un hablante mexicano, mientras que para un hablante español podría considerarla menos ejemplar pues sus hábitos lingüísticos le hacen formular la misma expresión en la forma del segundo enunciado. Moreno de Alba basado en un artículo de Coseriu, explica que “lo correcto tiene que ver con la propiedad de los hechos de habla en relación con un sistema lingüístico abstracto; lo ejemplar, por lo contrario, relaciona ciertos hechos de habla con determinada lengua o dialecto con comprobación de índole histórica”, es decir que ambos enunciados son correctos pues se apegan al sistema lingüístico llamado español, así como también se dijera “llegué hoy tarde”, aún sigue siendo correcto si se dice “tarde he llegado hoy” pues aunque estos dos últimos ejemplos no suelan ser comunes sí mantienen la coherencia y comprensión como hechos del habla que subyacen en el sistema. Lo que sucede es que solemos expresarnos de ciertas maneras debido a una variedad de circunstancias sociales, culturales y psicológicas que nos permiten construir determinados hechos de habla y que a su vez son ejemplos de expresiones lingüísticas de un mismo sistema. O como dice Moreno de Alba: “Evidentemente no puede haber un español ejemplar incorrecto; lo que abundan son dialectos, jergas, construcciones, vocabulario, no precisamente incorrectos pero evidentemente no ejemplares para cierto tipo de hablantes pertenecientes a determinada región o nivel cultural”.

En la actualidad, lo ejemplar es que se diga dijiste, pues la mayoría de los hispanohablantes suelen decirlo así, pero también se puede considerar ejemplar la expresión dijisteis si se sitúa históricamente como un hecho de habla española del siglo XVI. No obstante, la locución dijistes es generalmente rechazada por la suposición de una transgresión al sistema, por considerarse incongruente a la norma de conjugación verbal, pero este hábito existe y es común escucharlo de bocas consideradas con bajo nivel cultural. Sin embargo, esta variante corresponde a una serie de motivos psíquicos y fónicos que propician los cambios lingüísticos tan comunes en la lengua. Explicado a la manera del filólogo Coseriu, podríamos decir que estas expresiones corresponden a la “intuición individual e inédita” de hechos de lengua y que a su vez son convencionales por ser “ejemplos y modelos de lengua” creados sobre la base de actos lingüísticos anteriores “concretamente registrados o acumulados en la memoria de los individuos hablantes”. Así que podríamos hallar en esta razón el motivo para no alarmarnos si llegásemos a escuchar una variante a cualquier expresión acostumbrada en nuestra mente retorcida por la costumbre y optar, como dice Company por el análisis, la reinterpretación y asociación del paquete lingüístico para decodificar el mensaje sin prestar tanta importancia a la forma (esto último lo digo yo).

Para mi desdicha, se puede argumentar que esta obsesión por sancionar al prójimo tiene un motivo de practicidad y unificación en la lengua para salvaguardar la propiedad y el prestigio que nos ha dado identidad como hablantes de un mismo idioma y conjuntamente preservar la correcta función comunicativa del lenguaje mismo. Empero, la normatividad en una comunidad de hablantes es la conservadora de ciertas formas de expresión mas no salvaguarda del funcionamiento del sistema. Pero para justificar este atrevimiento, requiero hablar de la función tripartita del lenguaje que implica ahondar en los conceptos de sistema, norma y habla, los cuales requieren de una atención pormenorizada que no sería correcto extenderme aquí por considerarlo poco ejemplar de lo que ya he dicho en este texto.

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Meninas >> Diego Velázquez., España, 1599-1660.

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1 comentario

Victor Hugo 22/09/2016 - 12:48

¡Pu’s qué chido de acuerdo contigo! Ahora es necesario cachar el contexto donde se habla, no vaiga siendo que sea incorrecto.

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