FERNÁNDEZ A LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO VI

por Rafael González Alva

Al salir de la casa de su cuñado, Fernández experimentaba una doble sensación de dulzor y amargura, pero, sobre todo, de un gran alivio. Tras no haber sabido nada de Carlingio en años, el escuchar que lo quería ver personalmente hizo que se le saliera el corazón por la boca, pues creía descubierto al fin lo suyo con su cuñada. No había sido el caso y a Fernández le hacía gracia en suma que en vez de aquello su cuñadito le hubiera ofrecido el mayor impulso que su carrera pudiera pedir por el momento. Sin embargo, le dolía en verdad tener que dejar su romance con Aurelia, pues no sólo se iría pronto del planeta, sino que la mayor proximidad con Velázquez ante su nuevo cargo les haría imposible a ambos mantener en secreto su furtiva relación. Aquella última mirada en la cena antes de irse, entre lasciva y tierna, entre triste y despechada, pesaba en la mente de Fernández como el posible último recuerdo que tendría de Aurelia y estúpidamente pensó de pronto que había dejado que se enterase de su nuevo nombramiento por la intranet nacional en vez de decírselo en persona. De hecho, también lo había hecho con su mujer, Catrinita, pero ¿ella qué importaba en comparación con Aurelia? Si alguna vez existió entre ambos una cercanía tan próxima como la que ahora tenía con su cuñada, ésta hacía mucho que estaba rota: los constantes achaques de Catrina, sus rabietas esporádicas y sus buenos y malos modos un día sí y otro no terminaron por enterrar los pocos afectos que Mariano pudo haber tenido por ella. Mas no era su culpa en realidad; Catrina no había pedido su matrimonio: sus padres simplemente no la dejaron abortar y él no tuvo de otra más que responsabilizarse. Tampoco era su culpa el estado raquítico en que había quedado tras parir tantos hijos y esto era algo con lo que Fernández sí sentía culpa y movía un poco su afección a quererla o, lo que era lo mismo, a no dejarla. Pero amor, lo que se dice amor, no lo sentía más por ella; ese lugar en las telas de su corazón lo ocupaba ya Aurelia.

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Rafael Alejandro González Alva nació en la Ciudad de México en 1993. Es Lic. en Diseño por la Universidad Autónoma Metropolitana y Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha trabajado en empresas y proyectos relacionados con el diseño gráfico y la literatura, de entre los que destaca haber sido parte del grupo de trabajo del PAPIME “Leliteane. Lengua, literatura y teatro en la Nueva España”, dedicado a la difusión y estudio de las letras novohispanas. Actualmente cursa el XVI Diplomado de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, que imparte el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura desde 2010. En 2020 comenzó a publicar verso y prosa breves en medios digitales.

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