VIII. AL QUE MADRUGA

por Alejandro Roché

INTROSPECCIÓN

Por Alejandro Roché

—Oye, amigo, ¿estás despierto?— Sentí una mano moviéndome el brazo. —Ya casi amanece, vete levantando; bueno no quería despertarte, pero ya sabes; “al que madruga, Dios le ayuda”, y no hay mejor día que el domingo para la venta en el mercado.

Sólo asentí y me levanté desperezándome; aun cuando no dormía, mi cuerpo aletargado quería seguir descansando. No dormía, pero pensar en Nallely era lo más cercano a soñar.

—Amigo, ¿listo?

—¿No vamos a desayunar?

—No, desayunamos allá, porque si no, perdemos nuestro lugar.

—¿Y la señora?

—Isa ya se fue; es bien madrugadora.

Sin darme cuenta, de un momento a otro ya estaba sentado sobre la carreta y aún con la oscuridad rodeándonos los caballos empezaron a andar.

—Aún es de madrugada, pero estos caballos conocen de sobra el camino; es más, podrían andar con los ojos cerrados. Recuerdo cuando me traía mi apá, yo venía sentado, ahí donde estás, y el venía cuente y cuente cosas, y por más que quería mantenerme despierto, yo nomás no podía, hay cosas que nunca cambian o, bueno, eso parece, porque nomás uno se desaparece y cuando vuelve, pues ya todo cambió, como decía mi abuelo; “si cierras los ojos y te apendejas, se te puede ir la vida”. No sé si sea cierto, pero a veces vive uno como dormido, ¿no se ha dado cuenta? ¿Cómo le digo? Cada día uno se levanta, hace las labores del día a día y luego se va a dormir, y luego así día tras día, que tal si cuando uno duerme es cuando realmente uno está viviendo y todo esto es un sueño, o se ha puesto a pensar qué pasa cuando uno se muere, digo; los padrecitos dicen que uno se va al cielo o al infierno, pero y, por ejemplo, ¿los que no creen a dónde se van? Digo, si nunca supieron de nuestro señor, ¿por qué habrían de irse al infierno si ellos no saben y por qué habrían de irse al cielo y estar con un Dios desconocido? No sé, pero bueno, como diría el padrecito, pensar en estas cosas no es bueno, porque el demonio tienta a las almas más inocentes y no sé si soy inocente, quizá medio pendejo, pero inocente no, o quién sabe, porque los padrecitos, pues ellos sí saben de estas cosas de la vida, pero a veces cuando ando aquí en la carreta me da por pensar en tantas cosas…, como por ejemplo también he pensado: ¿y si todo esto fuera un sueño y cuando morimos no hacemos más que despertar a otra vida? O bien, quizá cuando nos llegó el último suspiro hasta ahí llegó todo y entonces todo el sacrificio que se hizo en esta vida de nada sirve. Pero yo digo: es mejor ser bueno porque es lo mejor, que ser bueno por temor al infierno, porque entonces uno no es realmente bueno, quizá sólo es un hipócrita, un falso. Pero si de falsos hablamos, pues entonces los padrecitos no se escapan, porque ¡ha!, ¡cuántas veces no los he visto golpear a los niños y parecieran hasta regocijarse del llanto provocado!, bueno, eso creo, pero es que habría que verlos, hasta parece que les encanta pegarles a los niños; yo no sé, pero pues los niños son niños y siempre son necios, pero yo creo que más bien les hace falta una mujer, porque a poco no cuando uno anda así como estresado, los cariñitos de la esposa le sientan bien a uno y no es que uno sea lujurioso, pero digo: si hasta por eso existe el matrimonio ¿o no?

Entre el sueño que irónicamente ahora si me quería vencer, la voz del carretero y el arrullo del andar de la carreta, los parpados resecos caían pesadamente en mis ojos.

—Y me vale madres que tengas sueño, vas sobre mi carreta y ahora me escuchas—. Sobresaltado pregunté: —¿Qué dijo?

—Que a veces a las madres no les importa que uno tenga sueño, siempre lo despiertan a uno para ir a la escuela o para ayudar en las labores de la casa. Que si recoge la majada de los cerdos, que si ve a cuidar a las borregos, que si recoge los huevos de las gallinas, que si ve que tengan agua, y por si eso fuera poco, a mí y a mi hermana nos mandaban con Artemio, el dueño del molino que siempre nos ponía a ayudarle a Refugio el ABALEADOR, y ahí nos tienes, barre y barre toda la ABALEADURA. Después, ya un poco más grandecitos, bueno, ni tanto, una vez que me agarraron peleándome por unas canicas, me agarraron para el ABALEO y ésas si son friegas, pero igual y ni tanto; bueno al principio sí es pesado, pero como en todo, nada más le agarras la maña y al rato como pastoreando unas ovejas…, bueno, ni tanto, pero es más llevadero el trabajo y luego en la tarde a hacer la tarea, aunque pues para qué le voy a mentir, eso de los números nomás no se me dio. Yo creo que cada quien nace para ciertas cosas y para otras pues no, y yo creo que eso de la estudiada no se hizo por todo lo que uno tenía que hacer o quién sabe, porque viera que sí me gustaba ir a la escuela, pero entre que uno tenía que ayudar en la casa y luego los mandados de donde a uno lo prestaban, pues no queda mucho tiempo ni fuerzas para entender las cuentas ni los textos. Todos los tiempos son buenos y esos de niño, pues también, pero pues ya ve, nosotros los pobres, pobres nacimos y no podemos darnos el lujo de andarnos con cosas de juegos y eso, porque si no trabajamos pues no comemos y luego uno se acostumbra a todo, hasta a la mala vida, quizás uno es como el burro que si no recibe golpes, ya hasta los extraña.

Pero si de extrañar se trata, el mar; el mar es de las cosas que más recuerdo. Ya era yo un jovenzuelo y por la casa pasaron unos marineros, y que escapo con ellos, no pedí permiso ni nada, porque el jefe jamás me hubiera dado permiso, así que me fui con ellos, yo me imaginaba surcando los mares, conociendo mil islas, otros países; pero no, terminé ABALIZANDO en un río que desembocaba en el lago Ksinahuem. Nunca llegué a conocer el mar, pero lo extraño como si lo conociera; en las mañanas como hoy, siento como la fresca brisa del bosque me llega como si fuera el mar abrazándome en sus olas saladas y espumosas, y el área tan suave, tan blanca como el musgo del bosque. ¿Usted conoce el mar? No, ¡ha!, entonces no sabe de lo que hablo. Una vez también vinieron unos hombres del cielo, y quisieron llevarme con ellos, pero no, lo mío lo mío es aquí; veo las estrellas y sí me da curiosidad por saber cómo son de cerca, pero soy un hombre simple de gustos simples y pues siento que esa vida no es para mí, pero el mundo es muy grande y el tiempo siempre nos trae nuevas cosas, sólo que a veces estamos tan metidos en nuestros problemas y no podemos ver todo lo bueno que la vida nos da.

.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario