Todos son niños y todos son parte de nuestro pueblo.

Adolfo López Mateos

 

Lunes 19 de septiembre de 1966

Hace dos semanas empezaron las clases; estoy muy feliz con mis nuevos libros, cuadernos y colores. Forro Mi libro de cuarto año, es gratuito porque el presidente Adolfo López Mateos emitió el 12 de febrero de 1959, el decreto para crear la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG), y Jaime Torres Bodet, el humanista, poeta y hombre de letras, es el secretario de Educación Pública, quien escribió: “¡Porque de todo cuanto el hombre ha hecho / la sola herencia digna de los hombres / es el derecho de inventar su vida!”. Recurro a estos versos porque, como explico más adelante, el ambiente patriarcal de mi familia de origen hace que yo elija el camino de construir el derecho de inventar mi vida. Los libros de texto gratuitos tienen una larga historia, la cual no voy a contar en este escrito, pero sí señalo algunos elementos que dieron origen a su surgimiento y desarrollo, y varios aspectos de ellos que influyeron en mí.

El 1 de septiembre de 1959, el presidente Adolfo López Mateos ordenó que se imprimieran dieciséis millones de libros de texto gratuitos para entregarse en 1960. El escritor Martín Luis Guzmán, quien era el presidente de la CONALITEG, convocó a escritores y pedagogos para que redactaran los libros y cuadernos de trabajo, así como los instructivos correspondientes para los seis libros de la primaria. Sin embargo, las convocatorias sólo se abrieron para mexicanos por nacimiento. Hubo veinticuatro imprentas que enviaron propuestas a la Comisión y solamente fueron aceptadas catorce. Así, por ejemplo, a Novaro Editores, cuyo propietario era Luis Novaro y su socio Martín Luis Guzmán, se le adjudicó que imprimiera dos millones cuatrocientos mil ejemplares del cuaderno de trabajo y el libro de texto de primer año.

El 12 de febrero de 1960, se le hizo entrega formal al presidente de la República Mexicana, de los textos de cinco asignaturas: Lengua Nacional, Aritmética y Geometría, Estudio de la Naturaleza e Historia y Civismo, todas las versiones con sus respectivos cuadernos de trabajo. Los libros y cuadernos de trabajo de primero a cuarto años se distribuyeron en 1960; los de quinto, en 1961 (excepto Historia y Civismo y Lengua Nacional); los de sexto tuvieron una distribución más irregular: Aritmética y Geometría en 1962 y 1963; Lengua Nacional en 1967 y 1968; Geografía en 1964 y 1968, e Historia y Civismo en 1966. Los primeros libros en los años de 1960 y 1961 traían en su primera edición, fotografías de las pinturas de héroes nacionales, próceres de la Revolución Mexicana y de otras conmemoraciones, hechas por David Alfaro Siqueiros y Alfredo Zalce, por mencionar un par.

Estas portadas cambian en 1962, y la CONALITEG elige la obra del pintor y muralista jalisciense, Jorge González Camarena, quien ese mismo año, con sus colores y virtuosismo crea la obra al óleo Alegoría a la Patria; la modelo es Victoria Dorantes, quien se da el lujo de posar a los diecinueve años después de convertirse en la viuda de un hombre muy celoso. La representante de la Patria nace en una comunidad del estado de Tlaxcala. Observo la fotografía del óleo en algunos de mis libros de primaria y siempre me deslumbra la belleza de la señora Dorantes y se me quiere salir el corazón al ver la bandera.

Viernes 13 de septiembre de 1968: La Marcha del Silencio

Estamos en nuestra pequeña casa a la hora de la comida, en la ciudad de Pachuca de Soto, Hidalgo. Mi papá, como es costumbre, está sentado en el mismo extremo de la mesa amarilla de patas blancas, para demostrar, como lo ha dicho muchas veces: “soy el que manda en esta casa”. Mi madre primero le sirve los alimentos al jefe, luego a mis dos hermanos menores y a mí. Nos disponemos a comer. Mi mamá se alimenta al último, como es usual. En mi casa prima el patriarcado y el que da órdenes, toma decisiones y manda cómo vivir, es mi apá. De pronto, de la nada, suelta una sentencia que me horada los oídos y me horroriza: “El presidente o les cumple a los estudiantes todo lo que quieren, lo cual está muy cabrón, o los manda matar”. Ya no puedo saborear la sopa de arroz ni el guisado de picadillo de res con papas, cebolla, ajo, tomate y cominos.

No entiendo nada de lo que pasa fuera de mi casa, mi colonia y la escuela, pero eso de matar personas siempre me ha dado mucho miedo y rabia. Después de oír esa espantosa frase, me desconecto y miro fijamente las guayabas cocidas con azúcar y canela que, cariñosa y sonriente, me sirve mi madre querida y adorable. Tomo dos rebanadas y reboso la cuchara con almíbar, las olfateo como si fuera una perrita curiosa y hambrienta. Observo muy bien todos los detalles del plato pequeño de formaica de fondo beige, decorado con flores moradas y amarillas y bordes plateados. Finjo conscientemente no haber oído las palabras terribles de mi padre y me trago casi entero el contenido de la cuchara para pasar el trago amargo, muy amargo, de aquella sentencia (¿de muerte?) adivinatoria del sabio que es mi progenitor.

Porque lo conozco, es que me horrorizo y me espanto mucho en esta ocasión; por su comentario atroz y sus conocimientos de política incomprensibles para mí. Esto sucede cuando tengo pocos años y paso por transformaciones en mi cuerpo que me dan pena: ya reglo, me crecen los pechos y el vello de las axilas y el pubis; soy toda una “señorita”, pero sigo jugando a las escondidas, a las canicas, al trompo, a la cuerda, al mamaleche; trepo árboles para cortar duraznos, chirimoyas, membrillos y ciruelas; también robo algunos huevos de gallinas y patas, y capturo ajolotes de las pozas en el solar del señor que es “enemigo” de mi papá. Ese mismo señor flaco, viejo y de barba blanca, pero de cuerpo correoso que nos lanza piedras (casi rocas) y muchas groserías, una vez que nos cacha a mis amigos y a mí en pleno hurto y allanando su propiedad; también nos grita que a la próxima “les aviento unos plomazos, cabrones hijos de la chingada”. Si mi padre se enterara de que ando en las filas enemigas, tal vez él sí me mataría. Cuando trepo a los árboles, robo huevos y “pesco” ajolotes en el campo del señor “Plomazos”, vivimos en un pueblo muy bello de la sierra de Hidalgo.

Ese mismo día de la sentencia terrible de mi padre, estamos juntos en la salita, en la tarde, y él nos explica a mi madre, a mis hermanos y a mí, que los estudiantes exigen cosas muy difíciles como para que se las cumplan; cuenta que sólo se acuerda de algunas como la desaparición de los granaderos, quitar unos artículos del Código Penal que tratan sobre el encarcelamiento que sufrirán los que atenten contra los intereses de la nación mexicana, y se libere a los presos políticos. Yo no entiendo lo que dice mi papá y sólo espero a que termine de decir todas sus palabras, para irme a jugar al mamaleche o a la cuerda con mis amigas Alma y Julia, o al trompo y a las canicas con mis amigos que encuentre; quizá los busque en sus casas. Mi madre y mis hermanos oyen tranquilos sin entender tampoco nada. Mi mamá solamente ruega al final del discurso de mi padre: “Dios los proteja a todos”.

Miércoles 2 de octubre de 1968, 18:15 horas

Hago la tarea y después salgo a jugar con mis amigas. Julia y yo brincamos la cuerda mientras Alma pinta el mamaleche con el gis que se robó de la escuela. Cuando me agacho a recoger la piedra del número nueve (ya casi para llegar a la gloria), sin querer les enseño a mis amigas los calzones blancos percudidos; también masco chicle Motita sabor fresa y, cuando se le acaba el dulce, le soplo y hago una bolota que me trueno en la cara. Reímos despreocupadas y divertidas al mismo tiempo que me despego el globo ponchado.

Mientras disfrutamos nuestra niñez, a las seis y quince minutos de la tarde de ese día, siendo presidente Gustavo Díaz Ordaz, comienza la masacre en la Plaza de las Tres Culturas, alrededor de la cual, unos cuantos minutos antes, se había formado un cerco con muchos tanques, ejército, militares, jeeps con soldados… Luego se acercan a la Plaza y disparan contra los manifestantes y el edificio Chihuahua. La masacre dura más de dos horas. A las 20:30 ya es la noche, una noche muy negra y mi mamá me grita: ¡Ya métete! Quizás ese día Dios está tan ocupado que no escucha el ruego previo de mi madre y se cumple la predicción de mi padre.

 

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Alegoría a la Patria >> Jorge González Camarena., Guadalajara, Jalisco, México, 1908 – Ciudad de México, 1980.

María Estela Aguirre nació en el estado de Chihuahua en 1955. Estudió la maestría en Enseñanza e Historia de la Biología en la UNAM y es doctora en Ciencias en Educación Agrícola Superior por la Universidad Autónoma Chapingo y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Costa Rica. Sin embargo, sus gustos literarios la han llevado a explorar diferentes caminos; así, desde 1995 tomó talleres con el poeta Rolando Rosas Galicia y el escritor Óscar de la Borbolla. En 1997 obtuvo el primer lugar en cuento en el certamen “Letras, Voces y Miradas”, organizado por la Universidad Autónoma Chapingo, y en 1998 ganó el segundo lugar en poesía en ese mismo certamen. Es autora del libro de cuentos y relatos “Arruga la nariz muy preocupada” (2001) y colaboró en el libro ”Tejedoras de Historias” (1996).  Actualmente estudia en los talleres de “Sombra del Aire” y “Sembrando Voces”.

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