Por César Abraham Vega
El Divino Narciso es un auto sacramental (género preeminentemente dramático) escrito por sor Juana Inés de la Cruz, publicado en Madrid en 1686; a pesar de ser una obra teatral no existen datos que nos permitan corroborar si la obra fue llevaba a las tablas en la época de su autora; sin embargo se considera a este auto como uno de las más brillantes composiciones poético-dramáticas de la religiosa, tal como lo describe Comensal:
Aunque El Divino Narciso pueda resultar una obra difícil para el lector contemporáneo (por su complejidad y tema), la belleza poética de sus versos hace de esta obra una de las cumbres de la poesía de sor Juana y de la lengua española. […] se demuestra la maestría […] como poeta versátil en los distintos estilos del verso. Por un lado, practica el tradicional octosílabo del español en fragmentos que son romances, redondillas y quintillas. Por otro, maneja los versos de la tradición italiana, el heptasílabo y el endecasílabo. […] Otro valor poético de la obra es el talento […] para hacer una paráfrasis poética de versículos de la Biblia (Comensal).
El Divino Narciso por tratarse de una obra de índole religiosa (auto sacramental) contiene innumerables referencias a la doctrina cristiana; su intención evangelizadora, didactista y catequética así se lo exige; por lo tanto no es una cuestión velada el encontrar en todo momento pasajes religiosos a lo largo y ancho de la obra, también es necesario aclarar que el hecho de implementar una búsqueda de todas estas referencias bíblicas podría parecernos en una primera vista un ejercicio un tanto ocioso e innecesario; sin embargo en nuestras múltiples lecturas analíticas nos hemos percatado de que la aparición de estas referencias no son siempre tan transparentes como se pensaría; el emprender este rastreo nos permitirá comprender que existe un proceso ‘dialógico’ entre las referencias mitológicas bíblicas y su contraparte griega (Mito de Eco y Narciso).
Por ende es la intención de este trabajo hacer una revisión pormenorizada de la aparición de dichos pasajes en esta obra de la monja jerónima para demostrar que este auto en particular es un sublime recorrido bíblico que lo convierten en un valioso instrumento catequético y evangelizador; pues si bien la función primordial de los autos sacramentales reside en la intención de reforzar la labor de convencimiento en el afán de que los pueblos (y no sólo aquellos originarios de América) aceptaran la adopción de los sacramentos de la “madre Iglesia” (específicamente la eucaristía) con objetivo eventual de que ‘las almas paganas y descreídas abrazaran la fe cristiana’.
Este reforzamiento no es un recurso incidental o una cuestión de estilo, sino que surge en respuesta de las motivaciones concienzudas y premeditadas de la autora al escribir su auto, en este sentido Rice argumenta:
Para poder hablar de polifonía es necesario pensar en las repercusiones de la heteroglosia y el dialogismo. Heteroglosia es la garantía de la supremacía del contexto de un enunciado sobre el texto mismo. En otras palabras, los versículos de la Biblia, cuando están insertados en El Divino Narciso, se matizan según el auto. Se crea una doble referencia, una que es reminiscencia del universo sagrado hebreo, y otra que es más poderosa que la primera y es el significado en el nuevo contexto. Por lo tanto, la heteroglosia funciona como una especie de caja de resonancia que replica sentidos del texto y del contexto (Rice de Molina 160).
Por otro lado, Carlos Solórzano, en su estudio introductorio al Tomo III de Teatro Mexicano nos habla de cómo la eucaristía es el núcleo axial alrededor del que orbita la construcción del auto sacramental y cómo es que este tópico se cuela hasta la percepción del espectador con el objeto fundamental de crear una catarsis espiritual, o en el mejor de los casos, simplemente religiosa:
los autos sacramentales (derivación de la palabra acto) eran una manera de hacer sentir a los observadores que las figuras simbólicas de virtudes o pecados tenían un propósito fundamental: el de transferir ese misterio intangible del cuerpo de Cristo encerrado en el breve espacio de la hostia, a una jerarquía espiritual mediante la cual los observadores podían sentirse «habilitados» por ese amor del Dios hecho hombre, sacrificado por los pecados de sus hijos, presente en ese círculo que representa la redondez del mundo y del universo (Solórzano 13).
Evidentemente la eucaristía es la traza primordial que conduce el “hilo narrativo” del Divino Narciso, sin embargo el abordaje religioso que sor Juana hace en este auto no podía ser menos espléndido que su autora, y por ello encontramos un aparato discursivo de múltiples niveles (dialogismo[i]) en los que la monja incorpora en una sola tres aristas significativas:
La primera arista es la mítica en la que se implementan los personajes y las referencias mitológicas del mito de Ovidio, Narcisco y Eco, ésta es la fachada del auto, la parte más visible y a través de la cual se conduce la historia. El nivel más superficial
La segunda es la arista es la filosófico religiosa en la que se implementa la lucha de poderes entre el bien y el mal que son encarnados por el pastor Narciso y la Ninfa Eco, quienes en realidad son Cristo y Satanás respectivamente, y entre los cuales se debate en dilemas morales la “Naturaleza Humana”, quien es el objeto de discordia entre estos dos entes. Este nivel es el más profundo y disimulado del auto, pues es a través de la alegoría que al final de la obra queda totalmente develado.
La tercera y última arista es la bíblica y es esta la que más nos interesa para los fines de este breve estudio; pues este tipo de rasgo no es un requisito o menester a implementar dentro de un auto, y que sin embargo sor Juana ha tenido a bien utilizar para robustecer la envergadura de la obra como un instrumento evangelizador.
Lo que queremos decir es que la monja no dejó nada a la deriva al tratar de ofrecer una amplia experiencia didáctica de la fe católica en cada rincón de esta obra, y por ello implementa esta suerte de ‘polifonía’ en la que los personajes, los pasajes, la temática y las referencias convergen en un corpus totalizador que se caracteriza por un dialogismo dramático tradicional[ii]; y que sin embargo la participación de los mitos bíblicos como derroteros dramáticos complejizan la trama de la obra dotándola de una “multiplicidad de planos” que la empujan a convertirse en algo más; es en este punto donde nuestra tesis empieza a tornarse problemática.
Pero regresemos ¿Es esta triada una mera casualidad presente en la obra o es un rasgo deliberadamente puesto en ella con toda premeditación para condensarla en una sola entidad sacramental que no es otra cosa sino un emblema distintivo de la “santísima trinidad”?, esta triada se hace igualmente presente en las referencias culturales y mitológicas sobre lo mexica, lo judeo-cristiano y lo greco-latino.
En el capítulo xlii de Historia de la Literatura Española e Hispanoamericana se esquematiza la clasificación de los autos sacramentales según la concepción de Valvuena Prat; al respecto se dice que los autos sacramentales se dividen principalmente en seis categorías: autos filosófico-teológicos, autos mitológicos, autos con temas del antiguo testamento, autos con temas del nuevo testamento, autos histórico-legendarios y autos de circunstancia (Diez-Echarri y Roca Franquesa 548-554).
Atendiendo lo anterior tendríamos un segundo obstáculo en nuestro análisis al tratar de ajustar el auto que nos ocupa dentro de esta categorización ¿por qué? Porque la obra es demasiado vasta para ceñirla con sólo uno de estos parámetros; tenemos por ejemplo los innegables referencias a la mitología griega de Ovidio, las cuestiones y disyuntivas éticas, morales y religiosas presentes en el discurso interno de la obra que no podrían conducir a categorizarla dentro del segundo escaño, pero además tenemos copiosos pasajes bíblicos no sólo del Antiguo sino también del Nuevo Testamento. En sí, el Divino Narciso es una obra que se basa en el canon de auto sacramental para excederlo y desbordarlo construyendo en torno suyo una reconfiguración canónica.
Es por ello que creemos que el Divino Narciso es una extraordinaria manifestación literaria de la Nueva España; que da muestras por doquier del ingenio artístico y filológico de su autora; pero avoquémonos a lo que nos ocupa: las referencias bíblicas y su polifonía. A propósito de ello, en su ensayo, Rice de Molina declara que hacer “una enumeración exhaustiva de los intertextos en el auto sería muy extensa, [y por eso se limita a] mencionar unas de las orquestaciones llevadas por sor Juana para crear el locus de la colisión de las fuerzas centrípetas y centrífugas, o sea, […] del texto y el contexto”. Ante esto, nosotros sí quisiéramos hacer un arrastre de las referencias bíblicas que operan en este sentido. Debemos precisar que nuestra labor se hará con un afán detenido y cuidadoso, no será total ni pormenorizada.
Los primeros asomos a los pasajes y mitos bíblicos los encontramos ya desde el verso 201 en donde el rol corresponde a la “Naturaleza Humana”, en dichos versos la humanidad caída de su gracia divina profiere constantes lamentos: “Que aunque las desdichas mías / desterrada de Sus soles / me tienen […] que aunque justamente airado / por mis delitos enormes / me desdeña, no me faltan /piadosos intercesores” (Cruz 30). En ese mismo segmento y en voz de la “naturaleza humana” se presenta significado dialéctico y polisémico a la presencia del agua; por una parte el agua es una representación de la vida pecaminosa del hombre, el agua estancada, llena de inmundicia y pestilente es un elemento que ha adquirido la impureza de lo que ha lavado, pero cuando esta agua queda estancada pierde su capacidad limpiadora; por lo tanto el agua aquí representa la pérdida de la inocencia y divinidad humana tras ser desterrada del paraíso terrenal; al mismo tiempo el agua es muerte, pues es a través del agua que Jehová limpia del pecado a la Tierra ahogando a los pecadores en el “diluvio universal”; asimismo la “naturaleza humana” anhela encontrar la fuente divina (el sacramento que constituye el perdón y la salvación) para enjuagar sus pecados: “La Fuente en que mis borrones / se han de lavar […]” (Cruz 31)
En este mismo fragmento encontramos una referencia bíblica en torno a David “«No la tempestad me ahogue / del agua»; y en otra parte, / alabando los favores de / de Dios, repite David / que su Dios, que le socorre” (Cruz 30) la cual corresponde al Salmo 69, versículo 2 y 3 que dicen: “Sálvame, ¡oh Dios!, porque las aguas han penetrado hasta mi alma. / Atollado estoy en profundísimo cieno, sin hallar donde afirmar el pie. Y sumergióme la tempestad” (Sagrada Biblia. Petisco 534).
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NOTAS
[i] El dialogismo es el modo epistemológico de un mundo dominado por la heteroglosia. El dialogismo implica que todo se entiende y se hace entender como una parte de un universo más grande en que hay una interacción constante entre significados (Rice de Molina 160)
[ii] En este sentido habría que tomar en consideración el criterio de Bajtin en torno a la polifonía en el drama:
En el drama, el diálogo debe ser una sola pieza: cualquier debilidad de este carácter monolítico lleva a una debilidad del dramatismo. Los personajes se enfrentan dialógicamente en el horizonte unificado del autor, director de escena, espectador, y sobre el nítido fondo de un mundo unitario. La concepción de la acción dramática que resuelve todas las oposiciones dialógicas es totalmente auténtica. Una auténtica multiplicidad de planos destruiría el drama, porque la acción dramática que se apoya en la unidad del universo ya no lo podría trabar ni resolver. En este género es imposible la combinación de horizontes totales dentro de una unidad que estuviese por encima de todos los horizontes, porque la estructura dramática no ofrece fundamento para tal unificación. […] (Bajtin, Problemas de la poética de Dostoievski 31-32).
Y posteriormente confrontarlo con lo dicho por Rice:
El concepto más importante en la teatralidad de El Divino Narciso es la orquestación dialógica usada por la monja. Sin la polifonía, el auto sorjuanino quizá no evocaría la dramaticidad. […]El choque de estas fuerzas, epistemológicamente, es una caja de resonancia que provoca la acción recreativa dramática en el lector (Rice de Molina 161).
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IMAGEN
Narciso >> Óleo sobre lienzo (113 x 97 cm) Galleria Nazionale d´Arte >> Palazzo Barberini
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