LA TRANSFIGURACIÓN YAVIN 1/4

por Lord Crawen
 
LA APROXIMACIÓN

“¡Dime cuál es tu nombre en la rivera de la noche plutónica! Y el cuervo dijo…” (El cuervo-Edgar Allan Poe)

—¡Buu ahí!

Despertó Siloh tras el recuerdo del grito nocturno proveniente de algún sitio en su habitación. El sofá blanco y el largo pasillo del mismo color, contrastantes con su piel, incomodaban sobremanera su estado emocional. Recordó aquel tiempo de paredes verdes del orfanato; risas de otros niños. Aquel día descendió las escaleras con orgullo, sosteniendo fuertemente y por última vez, la mano de la señora Urpin.

—Adiós, caballerito —dijo ella.

—¡Adiós señora, usted me hizo muy feliz! ¡Vendré a verla cuando me dejen mis papás!

Como relámpago, dicha promesa se rompió. Los Yavin no tenían ni un mes con el chico cuando comenzó con problemas de estancia en su habitación, al grado de llegar a una breve asistencia al psicólogo.

Tras una escueta conversación con la doctora, Siloh debía esperar fuera. Se quedó dormido al poco rato, mas, el grito lo trajo de vuelta al incómodo espacio blanco, en exceso lumínico. Guardó silencio, intentó escuchar a través de la pared la conversación de la doctora con los Yavin. Mas, sus oídos sólo escuchaban de repente:

—Buu ahí, buu… ahí… ¡Buu!.. ¡Aquí!

Sobresaltado, cayó del sofá. El sonido del seco golpe con el suelo restalló por el pasillo de quietud y silencio. Los Yavin salieron de la habitación, la doctora detrás, algo preocupada. Jaime Yavin tomó en sus brazos a su ahora hijo y trató de consolarlo. Sonia Yavin se unió al abrazo para reconfortar el lazo. Siloh no se sentía confortado, recordó los tiempos en el internado.

Una vez cayó de un columpio y la madre Urpin y dos ayudantes corrieron a donde él. Una mezcla de risa y llanto afloró del alma de Siloh, mas después de curarlo y emitir unas canciones, el chico se sintió calmado y volvió a su cuarto con sus diez hermanos para seguir en el juego. Aquella tarde, Siloh comprendió que estar solo era una desventaja; en equipo, los golpes podrían ser menores, o tal vez esperaría al menos un reconforte si alguien sostenía su mano en momentos duros.

El calor de los Yavin no era suficiente para calmar su dolencia. Envuelto en la fría atmósfera, mucho menos.

—Vamos a casa Siloh, te sentirás mejor —dijo Jaime Yavin.

Se despidieron de la doctora, quien los acompañó hasta la puerta de salida. Los ojos negros de Siloh tardaron en acoplarse a la atmósfera colorida y soleada del mundo exterior, tuvo que entrecerrar sus ojos para reconstruir la visión, al menos hasta llegar al auto. Jaime tomó su asiento y Sonia el del copiloto, se encendió el auto y volvieron a casa. Recuperado del golpe y la visión, Siloh disfrutó del paisaje de vuelta a casa. Sin muros, el mundo adquiría el pintoresco resplandor de los cuentos de la madre Urpin. Olvidó los problemas y el sueño nuevamente se apoderó de él.

Oscuridad alrededor, voces más allá, aroma a café. Palpó con sus manos la superficie donde descansaba, se dio cuenta de que era su habitación al hallar a su amigo de peluche cerca. La curiosidad ganó. Con repelús, lo intentó.

—Siloh aquí, ¿quién allí? —dijo.

—Silo aquí, ¿quién ahí? —repitió.

Fuera, la conversación de sus padres continuaba sin entrecortarse. La cena estaba servida, lo sospechaba por el intenso aroma a café. Bajó de su cama y se dirigió escaleras abajo para encontrarlos. Al llegar a la sala de estar, ambos dejaron sus asientos para recibir al pequeño Siloh.

—Buenas noches, dormilón, ¿algo de cenar? —preguntó Sonia.

Retirando su sopesar, con sus manos en movimientos circulares sobre sus ojos, Siloh respondió con su cabeza para asentir.

Jaime fue a preparar algo para la cena en lo que Sonia llevó al pequeño hasta el sofá y cambió el canal de la televisión, para que Siloh disfrutase de alguna película. Sus ojos volvieron a retomar la visión y pudo ver un montón de hojas sobre la mesita de noche, lo que lo llevó a indagar.

—¿Qué es todo esto, Soni? —preguntó.

—Cosas de adultos, Siloh, trabajo con tu padre en una investigación importante, pero no la entenderías, a nosotros nos ha costado mucho trabajo —respondió Sonia.

—Además, son cosas que los niños podrían no comprender. ¿Cómo te sientes, campeón? ¿El visitante volvió? —respondió Jaime, llevando consigo un plato con galletas, un emparedado y un vaso con leche de chocolate.

—No ha vuelto, tal vez sólo fue un mal sueño —respondió Siloh.

El momento transcurrió de forma normal. Siloh echó un vistazo breve a los documentos sobre la mesita antes que Jaime los retirara. Nula conexión con lo que pudo ver, entre ellos cosas sobre la luna, las estrellas y muchos libros; otros papeles más tenían símbolos que no entendía.

“Son arqueólogos o astrólogos”, pensó.

Recordó que la madre Urpin les habló de ello. Los arqueólogos eran personas dedicadas a buscar tesoros bajo la tierra, huesos de dinosaurios o personas que vivieron mucho antes que ellos. Contrario, los astrólogos veían mucho el cielo, la luna, las estrellas, otros planetas y algún día viajarían muy lejos para buscar otro sitio donde vivir.

Tras la cena y ver la película, Siloh se despidió de los Yavin y fue acompañado a su habitación, junto con una lectura de cuento y besos.

Urdía en ánimo y a la vez terror las horas siguientes. El visitante pudo ser producto de su imaginación o coincidir en una segunda aparición. Realizaría el experimento más tarde… pero el sueño lo venció.

Despertó solo en la vieja habitación del orfanato de las paredes en vivo verde. Arrojó las cobijas al suelo y asustado salió del lugar. Él ya no pertenecía a aquel viejo sitio.

—¡Madre Urpin! —gritó.

Corrió hacia las escaleras y, al descenderlas, halló silencio y las paredes de vivo verde comenzaron a reducir su espacio.

—¡Madre Urpin! —gritó desesperado Siloh.

La puerta del orfanato se abrió de golpe. El pasillo blanco fuera lo esperaba. Decidió salir por la puerta de atrás. Al abrirla, se encontró a oscuras, en lo que parecía su nueva habitación en la casa de los Yavin. Tenía tres opciones para su estancia. La cuarta era despertar, mas no lo conseguía.

Decidió subir las escaleras, quedarse en su vieja habitación y esperar a la madre Urpin. Al llegar nuevamente, halló cerrada la puerta.

—Abre por favor —dijo ya asustado.

—¡Buu aquí! ¿Quién allá? —le respondió una voz desde dentro.

Helado, Siloh lentamente dejó la puerta, se dirigió a la escalera, bajó peldaño a peldaño. La puerta rechinó y fue abriéndose lentamente. Con todo el sigilo posible, Siloh llegó hasta la puerta trasera, donde su habitación lo esperaba.

“El monstruo no puede estar en dos lugares”, pensó.

Y atravesó aquella puerta.

La oscuridad lo recibió y lentamente fue cerrado el portal del pasado. Miró hacia todos lados y centró su atención sobre su cama. Alguien dormía. Su pequeño cuerpo bajó hasta el suelo y lentamente gateó hasta la esquina de la pieza sin dejar de mirar su cama.

La puerta de la habitación se abrió. Dos formas la atravesaron. Una de ellas encendió una vela, una más, otras de forma veloz. Siete fueron en total. Las sombras se acercaron hasta la cama. Siloh quería gritar. Las sombras se posaron sobre la cama.

—Una… dos… tres… —entre sollozos escuchó.

—¡Feliz cumpleaños! —repitieron las sombras.

El ocupante de la cama despertó y miró a ambos lados. Sobresaltado, de un brinco dejó el lecho.

Antes siquiera de intentar apagar las velas, las tres sombras se percataron de algo en la esquina de la habitación. Siloh sintió las miradas sobre él.

Detrás, algo en su oreja dijo:

—¡Buu aquí! ¡Ya te vi!

 

IMAGEN

Gargantua y Pantagruel >> Gustave Doré., Francia, 1832-1883.

Jezreel Fuentes Franco (Lord Crawen) nació el 29 de Junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el Instituto Politécnico Nacional; desafortunadamente, su pasión por la literatura y la música lo lleva a formar parte del taller de creación literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán y del taller de creación literaria impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en 4 obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de “Literatura del horror” en el auditorio del centro cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante”. Actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.

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