Cuando mi hija Elvira nació, recibí un autentico regalo de las estrellas, más dos oportunidades que no dejé escapar. Una, como hombre, a través de los cuidados y continuos juegos a tiempo completo con mi bebé, pude sanar aspectos de mi propia infancia, demediada, marcada por la amenaza de abusos constantes, a través de una violencia atroz. (Que cada uno sostenga su vela). La otra fue como pintor; pude estudiar sobre el terreno, cómo un ser humano se inicia, si es que esto llega a suceder, en los rudimentos del dibujo y de la pintura. Sé que siempre dibujé de niño, ¡y a dos manos!, pero por desgracia, no recordaba el inicio de este acto, que en mi caso, abarca el total de mi experiencia en esta vida. Por mi parte, yo no pretendía forzar nada, pero era inevitable que el bebé le quitase de las manos, los aperos de dibujar a su padre, ya que siempre llevo algo conmigo para poder dibujar en cualquier situación. Al principio mis lápices y rotuladores acabaron tronchados y decapitados, ya que fueron utilizados como herramientas de percusión y excavación, sobre el papel y sobre el suelo, o la pared. En un periodo breve, además de confiscar lápices, ceras y pinceles, mi bebé prefirió utilizar por sistema, el papel en el que yo estuviese trabajando o aquel ya utilizado, evitando así, creo, el problema de “la hoja en blanco”. De esta manera, más bien salvaje, cubría mis dibujos con garabatos feroces. Esto me obligó a duplicar mi velocidad en el dibujo, ya de por sí rápida e irreflexiva. Para poder dibujar debía de hacerlo el doble de rápido. Con el paso del tiempo sus garabatos empezaron a armonizarse con mis diseños, dirigiéndose los tachones a zonas concretas, demostrando así su incipiente comprensión del nuevo lenguaje descubierto. Todo ocurría con ligereza. Mientras ella aprendía a hablar, pasó de garabatear mis dibujos a hacer los suyos propios. De entrada, ya dije que fueron excavaciones sobre el papel; luego garabatos de resistencia, hasta la extinción de las puntas o de sus propias fuerzas, que no eran pocas, créanme; después surgieron formaciones abstractas, de estas “nubes” fue directa a componer objetos corpóreos muy sólidos, a modo de agujeros negros, ya que en ellos se condensaban y constreñían trazos y colores, reflejando mayor dominio del espacio bidimensional; por último se independizó y comenzó a servirse de superficies limpias, haciendo su incursión en el mundo perceptible. Y así, tras aquellas formaciones aparecieron las caras y luego, por añadidura, el resto del cuerpo.
Resumiendo, de la nube abstracta fuimos a la formación compacta, de aquí surgió la cara, primero todo ojos, y tras la cara y por orden natural de proximidad, todo lo demás, ¡el mundo! Todos los mundos posibles.
La mayor sorpresa me la llevé cuando entre los tres y cuatro años, vi a mi hija utilizar unas tijeras romas para hacer collages. Estos eran realmente sorprendentes y significativos, de una belleza e ingenio minimalista superior a muchos trabajos almacenados en museos ¿Pero cómo? Yo adoro esta técnica mas nunca la había utilizado con mi hija, por engorrosa; por otro lado he de señalar que yo jamás empleo las tijeras para hacer recortes, salvo contadas excepciones, sino que corto el papel burdamente a mano. Pero ella, de la noche a la mañana no solo demostraba maestría en el uso de las tijeras, sino que por méritos propios descubría una técnica nueva para ella. Estos sucesos tuvieron lugar en la segunda mitad de la década de los 90. Guardé durante años un montón de sobres y carpetas con dibujos realmente locos, en apariencia chafados, sin saber qué hacer con ellos. Estos bultos nos acompañaron por un periodo de tres mudanzas. Este material surge del fondo del corazón de una niña y de su padre, compartiendo la aventura del tiempo, del juego, de los lenguajes posibles y del arte, y son los vestigios de las pruebas de campo de mi humilde investigación de andar por casa, de cómo son los primeros pasos en el desarrollo del dibujo de un bebé. Fue una oportunidad única para volver a verlo con mis propios ojos, pero esta vez sin el velo del olvido, por donde nuestras infancias tienden a desaparecer. De aquí surgen las 130 piezas que componen la colección de collages El papel del papel. AT
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Alias Torlonio, David García. Pintor. Disléxico. Ermitaño. Bosquimano. Vegetariano. Íbero. Guerrero pacifista. Extraterrestre mientras no se demuestre lo contrario. Nombrado en 2018, 14o Rey Natural de los Gatos del Bosque. Se declara objetor de conciencia desde 1982, apartándose para siempre de la industria militar, el estercolero político y los infiernos religiosos.
Frases poco conocidas de de Alias Torlonio: El silencio pule el alma. Los malos son tontos, los tontos son buenos, los buenos son listos, los listos no tanto. La miseria viene de la mente; la abundancia sale del espíritu. Me da igual un traje a topos que un campo de minas.
Descarga aquí de manera libre La aurora de los vampiros, de Alias Torlonio,
por cortesía del autor.