REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA

por Nidya Areli Díaz

Por Nidya Areli Díaz

Muchas personas consideran que leer es una actividad simple que, como se aprende desde temprana edad, no implica mayor esfuerzo que juntar letras y palabras, o bien que leer correctamente consiste tan sólo en hacerlo en voz alta, con buen volumen de voz y respetando la puntuación. Lo cierto es que la actividad de la lectura conlleva mucho más que eso y reviste quizá mucha más importancia de la que a menudo se le concede. Leer es un ejercicio complejo que se aprende con la práctica y la disciplina y va mucho más allá de juntar signos o de parlotear a buen ritmo. Dice Mortimer J. Adler en su básico para la lectura Cómo leer un libro:

Fuimos iniciados en los primeros pasos que conducen a la lectura y la escritura, pero la mayoría de nosotros admitimos también que no somos expertos lectores. Lo sabemos de muchos modos, pero se pone más de relieve cuando encontramos que algunas cosas nos resultan demasiado difíciles de leer, o cuando tenemos que hacer un gran esfuerzo para leerlas, o cuando alguna otra persona ha leído lo mismo que nosotros y nos ha demostrado cuánto hemos omitido o interpretado erróneamente (15).

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La lectura » Kuroda Seiki

 

Digo que dicha acción reviste una gran importancia en la medida en que, a través de la lectura, es posible liberar la mente. ¿Cómo ocurre esto? Tiene que ver con la construcción de los estereotipos y los paradigmas sociales. Un estereotipo, según el DLE[i], es una “imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable”, y un paradigma es una “teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento”. Esto quiere decir que paradigmas y estereotipos son las creencias que nos hacemos, como sociedad, sobre cómo deberían ser las personas, las cosas y los comportamientos aceptados ante las situaciones de la vida. Luego, la lectura influye en este sentido, cuando nos permite vislumbrar que eso que creemos sin haber cuestionado nunca, no necesariamente es lo único que existe y, por lo tanto, la lectura en sí misma nos da más alternativas de las que conocemos, no sólo para entretener la mente, sino para vivir de una manera más libre. La lectura, por otra parte, nos ayuda a comprender las motivaciones de los seres humanos en general y, con ello, nuestros propios comportamientos y sentimientos y, de este modo, nos vuelve más dueños de nosotros mismos.

Ahora bien, una persona libre es quien posee la potestad para elegir, quien tiene alternativas variadas y, en este sentido, podemos decir que se es más libre en tanto más alternativas y posibilidades de elección se tengan. La lectura, por ello, conlleva mayor libertad y, por lo mismo, una mayor responsabilidad, al asumir, con una conciencia más amplia, las decisiones de la vida. Luego, el costo de la libertad, es la conciencia, mas ¿lejos de ser una amenaza, no representa una virtud cuando el Ser consciente en tanto lo es, tiene el poder de crearse e inventarse a la medida de los deseos de su corazón? Al final, pienso, la libertad consiste mucho más en eso que en el tener; es decir, es una propiedad intrínseca. No es lo mismo ser que tener, porque cuando se tiene se es vulnerable a perder la posesión, mientras que ser implica, en este sentido, la invulnerabilidad, la inherencia de la cualidad misma; a nadie se le puede quitar lo que sabe ni lo que lleva intrínseco en el espíritu. Así de indispensable es la lectura, y la libertad, bien entendida, consistiría en parecerse más, intrínsecamente y en calidad de inamovible, al ideal del ser.

La lectura, además, nos permite ser más listos, nos enseña a analizar los discursos del mundo. Un discurso según el DLE, se define como un “razonamiento o exposición de cierta amplitud sobre algún tema, que se lee o pronuncia en público”, pero es también todo lo que dicen las cosas, las situaciones y las personas; es decir, todo lo que se comunica, ya mediante una imagen o por medio de los actos, ya mediante la palabra. La televisión, por ejemplo, es una fábrica de discursos. Luego, estos razonamientos que, por una parte, no necesariamente son verídicos ni bienintencionados y que, por otro lado, al ser asimilados por el individuo sin un cuestionamiento previo, podrían ir en su propio perjuicio. La lectura, pues, nos da herramientas en primera instancia para ser libres y conscientes de nosotros mismos y, en seguida, para no ser engañados por los discursos de otros.

Cuando un texto se lee con determinación de aprender, de gozar y de analizar, se vuelve una oportunidad para cambiar la perspectiva, para ver al mundo con otros ojos y para quitarse algún complejo o temor infundado. La lectura además, es tan noble, que podemos disfrutar mientras aprendemos cosas nuevas, mientras enriquecemos el espíritu y mientras cultivamos las alas de la libertad. Leer implica una gimnasia para el cerebro, cuando se realiza en soledad, nos llena por dentro, cuando se efectúa en grupo, nos posibilita la comunicación inteligente. Se lee siempre por convicción, cuanto más esté uno convencido de que dicha actividad es una parte esencial de la existencia, resultará más amena y gratificante. Luego, hacer buenas lecturas, implica siempre que nuestro nivel de exigencia irá en aumento; requeriremos lenguajes más elaborados y discursos más enriquecedores que nos permitan ser más críticos y más profundos en los diversos temas de la vida.

Ahora bien, ¿qué requiere la lectura? Como toda disciplina bien constituida, la lectura requiere compromiso y constancia, además de un esfuerzo mental que al inicio tiende a resultar pesado. No obstante, los beneficios se multiplican en oposición a las exigencias que van disminuyendo con el tiempo. Lo ideal sería que comenzáramos desde pequeños, pero las escuelas, casi siempre, lejos de conminar a los niños a leer, no como un acto forzado, sino como una forma de recreación, pareciera que los van vacunando contra la lectura, haciendo de la actividad algo tedioso y obligado. Crecemos, empero, odiando los libros, situación que se agrava especialmente en México y que tiene profundas causas, pero también insondables repercusiones culturales, económicas y sociales.

Estamos así, hechos a las creencias mágicas y religiosas. Nos dejamos a la venia de la política y la religión, y muy pocas veces asumimos la responsabilidad sobre nuestras propias vidas; ¿a qué me refiero? A que la carencia de consciencia individual y social, no nos deja otra opción que creer en casi todo lo que se nos dice desde los medios de comunicación o desde las figuras de autoridad religiosa o política. No somos críticos con los discursos de los diferentes medios, figuras e instancias. Estamos acostumbrados a no procesar, a no cuestionar y a no racionalizar. La lectura, así, se convierte en una parte fundamental del desarrollo racional del ser humano y por ende, en un constituyente imprescindible en su vida como ser individual y social.

La lectura no puede ser sustituida por otro tipo de actividades tales como escuchar la radio o ver documentales por televisión, pues hay un vínculo entre el libro y el lector que no se da de otra manera. La lectura implica una entrega inmanente por parte del decodificador del mensaje, requiere la abstracción total y, en esa medida, cuanta mayor atención se preste, dará más y más de sí. Quien mirando de continuo los llamados canales culturales de televisión, crea que está con ello, realizando un equivalente a leer, se engaña magistralmente. Es muy simple probarlo, pues la televisión en sí misma es una ente distractor, la distancia, además, entre el aparato y la vista como órgano receptor, da pie a la interferencia continua. Finalmente, no estaría demás mencionar la actividad cerebral registrada al ver televisión que es casi nula, y la actividad que implica el leer, que se magnifica[ii].

Para terminar, los impedimentos económicos, políticos y sociales que hasta ahora nos han limitado a los mexicanos a acercarnos a la lectura de una manera inteligente y positiva, pueden ser atajados con la voluntad y el interés por tener una vida mejor, por ser más conscientes de nuestro propio ser y con ello, más dueños de nosotros mismos. Basta para esto, con hacernos conscientes de la importancia que reviste y de cómo puede influir en nuestras vidas de una forma edificante la actividad de leer. No importa ni la edad que se tenga ni las limitaciones económicas, ni el credo político ni el religioso. Las bibliotecas siempre nos ponen al alcance de los libros, la Internet nos proporciona la posibilidad, más allá del chisme superfluo, de descargar libros a raudales. En las calles se venden lo mismo libros usados a precios risibles, que libros nuevos en ediciones muy económicas. Lo fundamental son el deseo y la convicción verdaderos.

NOTAS

[i] http://dle.rae.es/?w=diccionario

[ii] Ver Aníbal Puente Ferreras y María Teresa Ferrando Lucas. Cerebro y lectura. Congreso mundial de Lecto-escritura. Valencia, 2000.

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