XXV. SÍ, SOMOS PUTAS

por Alejandro Roché

INTROSPECCIÓN

La mujer se reincorpora y firmemente.

—Sí, tienes razón; yo soy madre, el padre de mis hijos me abandonó y no me quedó de otra más que venir aquí, la gente dice que es la salida fácil, que es una vida galante, pero no tienen ni puta idea de lo que es esto. Sí, somos putas, porque no nos queda de otra, lavar platos, lavar ropa, planchar, ser chacha de casa; sí, da dinero, pero no alcanza para nada. Y todos dicen que esto es el camino fácil, pero si supieran qué difícil es. Si supieran que cada vez que entras con alguien arriesgas tu vida, hay hombres tiernos, pero hay cada bruto que te lastima, y por más que llores, parece que les dices que sigan, te muerden, te golpean y a veces no queda de otra más que estar ahí, rogar a Dios porque todo acabe lo más rápido posible. Y estando ahí, casi violada, rezas a Dios, pero no; es el diablo el que te escucha.[1]

Porque esto no acaba, esto es el día a día, es un infierno. Con el tiempo agarras tus mañas para que se vengan rápido, pero nunca sabes con qué tipejo vas a entrar, hay cada cerdo que viene aquí porque con sus esposas no pueden hacer todas sus porquerías, y ahí los tienes, una y otra vez comiendo de tu mano mientras por atrás sus esposas te tuercen la boca, te echan indirectas y ni idea tienen de que el dinero de sus maridos sostiene a tus hijos. Aunque solo son consuelos de tonta, una tiene que sacar fuerza y orgullo de donde sea, porque esta vida no es fácil, no. Y si alguien lo dice, a ver, que venga y se deje manosear por el primer fulano que entre, que tenga que irse a la cama con cuerpos malolientes de sudor, hombres que parece que nunca se han bañado, que les apesta la boca y a veces ni el tequila más fuerte te quita esa sensación en la lengua.

Yo al principio no besaba, pero a veces hay hombres que más que cogerte, lo único que quieren es besarte; están igual que uno, les falta cariño verdadero, porque coger no es amar, solo es putear y ya. ¡Ah!, y no olvides los que quieren que lo disfrutes, pero cómo, si no saben tratar a una mujer, parece que a estos lugares llega lo peor. Si tienes suerte, te toca uno que otro que desearías haber conocido en otro lugar, alguien así como para enamorarte, que cuando llega te alegra el día, pero a veces ni siquiera eso es bueno, porque igual y se va con otra, con alguien más joven. Hay tantas cosas malas en esto, que una vida no sería suficiente para acostumbrarse, porque mira que ya llevo tiempo en esto y no, no es fácil, y menos con los años que cobran factura, y quizá de lo peor es que te digan vieja gorda, que estando en la cama se burlen de tu cuerpo, eso no, no se vale…

Nuevamente se recargó con Jassiel, y aquél la abrazo para dejarla llorar sobre su hombro. La mujer se quedó sentada en las piernas del hombre enfrente de mí.

—Lo que dice Maky es cierto, pero igual y no es tanto mi caso. Yo llegué aquí porque no me quedó de otra. Yo tenía un hogar, una casa, esposo, dos chiquitines, pero el dinero no alcanzaba, entonces se me ocurrió “la gran idea” de trabajar, pero créanme que no era para hacer menos a mi marido. ¡No! Yo solo quería apoyarlo, estar codo a codo con él. Al principio no le agradó, pero terminó aceptando, aunque no de muy buena gana. Yo trabajaba lavando, planchando y cosas que me permitieran seguir al pendiente de mis niños, pero ya saben, nunca faltan las malas lenguas y le llenaron la cabeza de ideas y empezó con unos celos que me hicieron dejar de trabajar, pero yo creo que mi suerte ya estaba echada, porque las cosas no mejoraron, al contrario, me empezó a golpear y de una cualquiera no me bajaba.

Total que un día, estaba bañándome, llegó y así, desnuda como estaba, me empezó a pegar, a azotar como trapo viejo de una pared contra otra, me tomaba del cabello y zas y zas. Yo dije: hasta aquí llegué. Mi sangre salía por todos lados, me pateó, me dejó casi pelona de tantos jalones que me dio y mis niños, ¡no!, eso fue lo peor, ahí paraditos, no gritaban, no lloraban, estaban como dos fantasmitas mirando horrorizados cómo su madre se debatía entre la vida y la muerte.

Yo creo que fue la Virgencita la que me hizo tomar fuerzas de no sé dónde y, con el palo del destapa caños, le di uno y luego otro y otro y no sé cuántos y así sin más que la tolla de baño salí con mis niños en brazos. ¡Era de noche, qué noche; era de madrugada! Mis chiquitines solo temblaban y se abrazaban de mí, y yo lloraba de frío, de dolor, de impotencia, y no sabía qué dolía más, si los golpes, que lo hubiera hecho el padre de mis hijos, el hombre que yo amaba, o —pareceré una estúpida— el hecho de que yo lo hubiera golpeado. No sabía qué hacer ni a donde ir, solo caminé como una loca, caminé y caminé hasta que llegué a un ABARRACADERO y en una chocita, no sé por qué, toqué. Yo creo que nuevamente fue la Virgencita que me guio, porque ahí vivían unos abuelitos que sin preguntar abrieron la puerta. La señora me dio ropa y hablaba de no sé qué cosas, yo solo veía a mis niños que eran arrullados por el señor. Si hubo un momento en mi vida que la Virgencita estuvo conmigo fue esa noche, no sé qué hubiera sido de mí y de mis hijos si no hubiéramos encontrado esa casa, la voz de la señora, sus manos, la mirada, su trato, todo era bondad en ellos.

Ahí estaba el amor que necesitaba para poder levantarme y decir yo puedo sola. Y así fue, al siguiente día nuevamente empecé a buscar a las señoras que me daban de lavar y planchar y juro por dios que me esforcé, pero el dinero no era suficiente, eran cuatro bocas y yo, porque a los abuelitos —pobrecitos— no los iba abandonar después de lo buenos que habían sido conmigo. No tenía el valor para irme de ahí y dejarlos, no lo hacía tanto por el techo, sino porque en poco tiempo les había tomado tanto cariño que no tenía el corazón para irme de esa casa y vivir sola con mis niños. Mi marido me rogó para que lo perdonará y estuve así de perdonarlo, porque mis niños a pesar de todo extrañaban a su papá, pero me armé de valor y dije no, porque si no, para la otra termino en la tumba. Tuve así una amiga y, pues, terminó en el panteón, y no, yo tenía a mis chiquitines, eran todo para mí. Después intentó quitármelos a la fuerza, pero gracias a la Virgencita, pues, no pudo, estaba tan borracho que con trabajos podía con su alma y no es porque le haya deseado mal, pero en una borrachera hasta ahí quedó. ¿Y pues mi suegra no me echó la culpa? Pero les juro que no, yo no tuve nada que ver. Lo juro por ésta.

NOTAS

[1] Frase de un artículo.

http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/hector-de-mauleon/nacion/2017/05/17/la-vida-en-una-jaula

.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario