UN HIJO TRATANDO DE DEVORAR A CRONOS

por Héctor Vargas

Faltando cuatro minutos para las seis de la mañana, el Relojero abre su local de este lado del mundo. No depende de una hora exacta, pues lo hace siempre al primer brillo del sol. Entonces hoy fue a las cinco horas con cincuenta y seis minutos y estamos a principios de agosto. Lo que le sigue es una constante que se repite hasta el despertar del siguiente día. Inicia dando cuerda a cada uno de los relojes que afanosamente ha creado, a crear nuevos diseños y a desprenderse de los que en definitiva ya no funcionan. Si yo fuera Él, estaría cansado de tanto trabajar.

Hace tiempo que el Relojero dejó de atender mis llamadas, o quizá perdí la fe que hacía posible nuestra comunicación. He llegado a pensar que era su contestadora quien grababa mis pláticas, porque no recuerdo su voz. No hice el intento por escucharlo, a fin de cuentas. De manera egoísta le hablé de mis problemas, sin preocuparme por los suyos. ¿Se pueden imaginar ser tan preciso en su labor y que aún se le exija estar pendiente de nuestro horario? Es triste porque ahora mismo me gustaría escucharlo, tener una orden directa de su parte.

Yo también me busco en el ciclo despertar-dormir, como todos, y pensaba que Sísifo, rey de Corinto, reconocido por su labor incansable, era quien empujaba la piedra del castigo. Visto desde el mundo material de las cosas, al estar obligado a una función perpetua, puedo asegurar que era la piedra quien arrastraba a Sísifo. El reloj checador, quien es también mi sumo gobernante, dicta cuando inicia mi labor y cuando la caída de la piedra que empujaré al día siguiente. Es en ese corto lapso, el obligado para reponer energía, en el que se me permite autentificar que no soy un robot.

Después de ser liberado en la caída de la piedra, llamada también tiempo libre, se me permite ser el creador por un instante. Entonces me vuelvo escritor y el mundo de las letras me convida de su benevolencia, hasta que cansado regreso a la cama y espero la llamada del día siguiente. Sé que el Relojero está presente, porque el reloj que me asignó sigue funcionando, pero ha entrado en una función de despojo y no lo culpo. “El ego es un común denominador en casi todos nosotros, los relojes andantes, que nos hace negar la existencia de la fe y de los dioses y leyes que nos fueron asignados”, apunto en mis notas antes de cerrar los ojos, previendo el olvido.

En una ocasión logré salir de mí mismo, oponiendo resistencia para no ser arrastrado. Empujé la piedra en retroceso hasta llegar al Relojero. Estando en su presencia intenté abordarlo. Fueron solamente dos días sin dormir ni trabajar. En mi locura, generada por el desvelo, le leí mis mejores escritos y al ver que se tumbaba de la risa, supe que no tenía salvación. Al terminar de reír recibí una bofetada y caí dormido, soñando en mi osadía. Desde entonces he bajado la guardia. Dicen que existe otro llamado Kairós, que se le parece, pero no sé si en el deleite pueda lograr letras que en vez de risa causen admiración.

Hoy, la salida del sol da cuenta de que he dormido poco. Me dirijo a mis quehaceres obligados. Inicio como siempre: Un baño, vestirse, el desayuno de la mañana, lavarse los dientes, conducir hasta el trabajo, trabajar, trabajar cada vez con más esfuerzo; los años me pesan. Cada segundo me dirige hacia el destino de todos y no hay vuelta atrás; el mundo sigue y seguirá girando. Las letras se desvanecen en el cansancio de mi mente sin lograr traspasar la noche. Después de todo, ¿qué hay de espectacular en lo cotidiano? Quizá sólo deba escribir sin exigir nada a cambio, agradecido, con el Relojero, de escuchar mi tictac.

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IMAGEN

Reloj blando en el momento de su primera explosión >> Salvador Dalí., España, 1904-1989.

Héctor Manuel Vargas Núñez nació en Benjamín Hill, Sonora, el 16 de julio de 1972. A la  edad de cuatro años, después de desordenar los tipos de una regla de composición de  una imprenta mecánica, fue llevado a Puerto Peñasco, Sonora. A los diecisiete años, en un viaje en un barco camaronero, después de un intenso día de labores, decidió por las letras que lo aproximaran a explicar lo que vivía. Escritor intuitivo, inició a colaborar, a finales de los noventa, en la sección de música de la revista Ahí Tv’s. Debido a la apertura que otorga internet fue publicado, a principios del dos mil, en la página Ficticia.com. En la actualidad colabora, desde septiembre del 2015, en la revista digital Sombra del Aire, con los seudónimos de Equum Domitor y Eleuterio Buenrostro.

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