Por Alberto Navia
¿a usted le gustaría enamorarse de mí?
sería un desastre, yo le advierto
puesto que ninguno de ambos somos
de los integrantes.
ninguno de los dos por ahí vamos
juntando cachitos de pasado
ni tampoco rompiendo los presentes
ni tenemos bolsas de papel de estraza
donde guardarnos las cosas
ni llenamos la fiambrera para el hambre
ni cargamos las botellas de vinacho
sino que estamos siempre como esperando
que se abran las ventanas y entre el aire
para inundar las alas, los pulmones
y ya salir volando
y ya estrenar las nuevas plumas
brillantes los ojos con el sol o con la luna
y elevarnos con las nubes y los rayos
y dejarnos caer a Tierra cual tormenta.
y, sí, parecidos somos y distantes,
semejantes y distantes.
¿a usted le gustaría enamorarse de mí?
porque yo la adoraría, por sus ojos, por ejemplo
o por sus labios rojos
o por su tersa piel color canela
o por su sonrisa de brillante lentejuela
o por su voz de tintineante sonatina.
pero tendremos que vivir siempre encerrados,
yo le advierto
sin que luz ni sombra entre a la casa
sin abrir jamás ventana alguna
o puerta o cancel o vulgar mirilla
nada que despierte nuevamente el
insoslayable deseo de salir volando
hasta que, tal vez después de muchos años,
nuestras alas desaparezcan
o el deseo de aire nuevo ya haya muerto.