PRESENCIAS

por Alberto Navia

Por Alberto Navia

Mantener este silencio constante ha ido reconcentrando las ideas. Poco a poco las paredes difusas del pensamiento se consolidan en derredor silenciando los sonidos externos, ajenos a este único motivo. Así, lenta pero irrevocablemente, aun los más ínfimos murmullos del exterior van siendo velados. Los propios pensamientos, entonces, surgen cada vez más potentes, cada vez más claros. La voz interior que antes se limitaba a acompañarme ahora va dominándolo todo desde la primera matinal hora y durante todo el día hasta el momento en que el cansancio ciega mis ojos. Esa voz que viene desde lo interno de mí ser y que va rebasando concienzudamente las defensas del consciente logrando, en cada vez más frecuentes ocasiones, invadir mis sueños. Los muros del hogar se han vuelto herméticos y francos y cada vez es más difícil, para mí, alcanzar el distante portón exterior para asomarme a lo cotidiano. La voluntad ya no me alcanza para impulsarme lejos y termino siempre volviendo aquí, al voluntario encierro. Parece que unos fuertes y larguísimos brazos que impiden escapar por más de unos momentos, por más de algunos metros, y aun estos inciertos y esporádicos escapes van siendo poco a poco, menos. Reconcentrado, ensimismado, preso de mí mismo y por voluntad propia, voy desapareciendo del mundo o, ya no alcanzo a distinguirlo, es él quien va desapareciendo de mí. Los muertos hablan silenciosos a mí oído y sus tenues voces van llenando de a poco los espacios dejados por el retiro. Hay una tenue atmosfera de voces que conversan a susurros. Mi vida transcurre entre ellos y sus pláticas van dando forma a un mundo laberíntico en el que correteo tras ideas fabulosas en grandiosos espacios poblados de miles de identidades que toman forma a turnos y que van construyendo su particular ámbito sin tomarme, apenas, parecer alguno. Escucho las conversaciones de voces sin límites geográficos ni tiempo, apenas perceptibles, sin que tengan inicio ni se vislumbre término. Mientras, afuera, la oscuridad se confunde con el encierro. Las altas paredes labradas de indiferencia se van tornando cada vez más sólidas.

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Presencias extrañas » Eustaquio Carrasco Carrasco

 

Un torrente de voces me van cercando de manera sutil pero pertinaz, me hechizan con historias que hablan de lugares distantes, de historias antiguas, de epopeyas grandiosas. Me cuentan de intrépidos exploradores y de grandes personajes históricos pero también de oscuros tiempos de incertidumbre y de poderosos villanos y de cómo fueron vencidos por hombres resueltos. Platican de sublimes amores y de traiciones viles; de rostros sonrientes y hermosos de blondas cabelleras y, también, de seres tortuosos y de aterrorizantes y poderosos monstruos. De corazones que se estremecen al suave y cálido roce del amor o de aquellos endurecidos por la lucha, la ruina o la vileza. Susurran de besos largos y tibios y de cuerpos ardientes, desnudos, trenzados. También dicen del puñal que se hinca, la espada que triza, las garras que rasgan, las balas que matan.

El cerco se cierra, la luz declina, la pesadez hace mella de los ojos extenuados que se cierran sólo para abrirse a otro mundo paralelo y fantástico. Las diversas realidades sólo se alternan mientras se van fundiendo.

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