PARADOJA

por Nidya Areli Díaz

Tu mente y tú sois nuestro mar de Sargazos, / Londres ha cambiado a tu alrededor en estos veinte años / y las naves flamantes te dejaron esto y aquello como tributo… —Ezra Pound

 

Fue en un hotel barato de una avenida inmunda,

con furcias a la entrada

casi hubiera jurado

me agarraste la mano con aplomo de macho

y por sendos pasillos

nadamos a la horca.

.

Yo me dejaba ser

como ciega a la muerte,

los mirlos palpitantes se me salían del pecho.

.

No es que te hubiera amado

o un poco de cariño

se ajustara a la estopa

que oprimía mi garganta.

.

Cuando al fin estuvimos

al ras de la verdad

en soledad acuosa frente a sábanas sucias,

me pediste muy calmo

me quitara la falda

y yo quedé tan tiesa sin poder respirar.

.

Siempre que me preguntan

digo que ya era adulta,

pero estaba a dos meses de cumplir esa edad.

bebíamos un delito divino y excitante,

y sólo ahora entiendo que tú también temblabas.

.

La condición primera fue tener un orgasmo,

lo estuvimos hablando

con frialdad al teléfono.

.

No éramos noviecitos ni amigos ni vecinos

ni habíamos coqueteado ni me habías pretendido,

éramos acremente, camaradas de escuela

que se caían fatal,

que discutían de todo sin llegar nunca a nada

y a quienes excitaba pulverizar las normas.

.

La verdad me gustabas con tu cara de bobo,

haciéndote el experto,

alto, moreno y hábil,

descamando las hojas

de mi piel afrutada,

y cuando vi tus nalgas me encantaste aún más.

.

¿Trajiste los condones?,

te pregunté pragmática.

recordando en el acto, el clímax prometido.

.

Me hablaste de una técnica

que habías investigado,

mientras bajabas, presto, mis calzones de gatos.

.

Como una salamandra húmeda y pegajosa,

hurgaste por mi pliegue

entre salado, dulce, tembloroso y caliente.

Yo apreté con mis manos, las sábanas mugrosas,

y, cerrando los ojos, me abandoné a tu mar.

.

Cada que abría los párpados, me asombraba el espasmo

que a un ritmo de caballo

agitaba mi abdomen.

Desconectado y loco, mi cuerpo en convulsiones,

aquello era la muerte

dulce de los benditos.

.

Hubiera yo deseado

cantar un aria sacra,

expiar todas mis faltas, confesarme al señor,

como poeta mística, gritar avemarías,

y estallar los cristales con un agudo ignoto.

.

Mas, en lugar de eso, me puse a hablar de Nietzsche,

de Darwin, los sofistas, de Platón y de Freud.

¿A qué horas el orgasmo?, exigí contraída,

con la voz delirante, envuelta en llamas rosas.

.

Tú te desesperabas en estrategias vanas,

besándome salvaje, para callarme al fin,

en tus labios salados probé mi propia salvia

y reproché entre risas tu sabor a mujer.

.

Cuando me penetraste, me ardieron las raíces,

y me llené de fuego con llagas en mi centro,

me quemabas por dentro,

me abrasabas la dermis,

y una anémona viva me postré frente a ti.

.

Cuánto hubiera deseado gritarte que te amaba,

rogar por mis serpientes y declarar mis faunos,

cuánto me desvivía viviéndome en tus brazos,

vivificando inerme la razón de la vida,

mas en lugar de eso, me puse a hablar del clima,

de la alfombra raída, la humedad del tapiz.

.

Eras un minotauro y yo soñaba contigo

fui entonces una diosa y nos hicimos volar.

Vencí las espesuras del erial de los mirlos,

caminé por mis sendas asida a tu obsidiana,

me deshice del miedo de las furias malsanas

y exorcicé daemones que traen la soledad.

.

Bajo la regadera,

lavándonos los musgos

y los aromas mieles y el fulgor de la piel,

me dijiste muy calmo que estabas decidido

a declararte presto con otra de la clase.

.

Yo sentí una punzada

mas, con cara de cínica, te dije “no me importa”

y me voltee indiferente.

Hablé de la experiencia como un experimento,

de acuerdos y negocios,

y de tu forma torpe de practicar el sexo.

.

Atentos, de reojo,

te bateó la elegida, me busqué un noviecito

y aferré a mis ideas,

mientras con mis poemas reía la paradoja

para aguantar el pasmo de las cuitas del alma,

oficios de existencia y periplos del vivir.

.

Me fabriqué un camino,

seguiste tu vereda

y pasaron los años vehementes y funestos.

.

IMAGEN AL EXTERIOR

NA >> Técnica mixta >> Alias Torlonio

Nidya Areli Díaz (Ciudad de México, 1983) es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. En 2011, sus inquietudes creativas la llevaron a fundar la revista Sombra del Aire, de la que es editora y donde ha publicado poesía, narrativa y artículos de corte académico, algunos de los cuales han sido citados por instituciones como la UNAM. Promotora del panorama literario principalmente de México y Latinoamérica, ha gestionando, desde esta plataforma, diversos conversatorios y encuentros literarios vía streaming, y de igual forma, ha editado y gestionado tres antologías literarias de autores y géneros diversos. Su vena didáctica le ha permitido ser tallerista en escritura creativa y lectura crítica desde 2019, así como dirigir proyectos de escritura de largo aliento. En 2016, cofunda Ganthä, casa de creación de contenido para cine y televisión, donde se desempeña como script doctor, correctora de estilo y miembro del cuarto de escritores. Con formaciones en materias de escritura creativa, edición, género y gestión de empresas culturales, cursa actualmente el Diplomado en Estudios de Guion del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. En 2011, participó como investigadora, correctora de estilo y lexicógrafa en la reedición del Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua. Antes, obtuvo dos premios en Poesía por el IPN y uno en cuento por el Gobierno de la Cd. de Méx.

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