Por César Abraham Vega
Llevo una pátina de noche en mis zapatos, noche tormentosa y tremebunda, noche de nubes tumultuosas; noche sin luna y sin verano, noche de aquellas que cobijan con sus penumbras al suicida, noche de aquellas que aconsejan sugestivamente al homicida…, llevo la noche puesta en los zapatos.
Llevo verdín en las junturas de mi corazón otrora platinado; los engranajes ya chimuelos hieren el espacio con chasquidos de un mecanismo harto averiado…, he sumergido en ácido las piezas para despojar de la inmundicia a esta hosca maquinaria, pero la corrosión ha hecho estragos consumados y los elementos más precisos y pequeños de mi vetusto aparato terminaron disueltos en la sustancia que los limpiaría, pero aun así mi corazón sigue marchando.
Ya prácticamente nada me sorprende, ni siquiera el cañón de esta pistola que un hijo de puta blande ante mis ojos cuando me quita los pocos centavos que he ganado; llevo la náusea en las entrañas que en otro tiempo chisporrotearon de luz y de color con la belleza, con la luz y con lo extraño… Ahora sólo puedo sentir un asco exacerbado, quien está de qué lado del arma es sólo cuestión de un destino aleatorio e incalculado. Si yo fuera él dispararía, ¡qué más da, qué se joda, yo llevo la noche en los zapatos!
Habría que callarle la boca a los poetas, que tanto mal le han hecho a la literatura, habría que sorrajares un sopapo en las meras barbas que les sacuda de las testas esos sombreros ridículos y extraños, habría que dejarles claro de una vez por todas que por más que se hagan ideas en sus cabezas de ratones asustados, los de acá, los del mundo de a de veras, ni los queremos ni los necesitamos; que su uso artificial sobre la lengua no es una cosa que no hagamos. Nosotros tenemos la prosa y nos regodeamos en ser prosaicos, nosotros tenemos cerveza, las tetas, y la polución que se escabulle en las noches en úteros imaginarios de mujeres que ni merecemos ni alcanzamos. De nuestro lado están los perros y también tenemos a los gatos, tenemos monedas para ahogar nuestras penas y podemos conseguir más para lavar nuestros pecados; tenemos de nuestro lado al fuego, a la calle y a los tacos…, tenemos los colectivos sucios y el último metro que hieden a sudor y a mierda y a trabajo. Su poesía no nos hace falta aquí porque tenemos el fuete del jornal que nos sublima y que al final de la marcha nos da el sueño tibio y anhelado, profundo como la mar autista, plácido como un cielo borracho de estrellas que lo han olvidado, silente como el retozar de la bestia que sueña con mejores pastos… y que ustedes sólo pueden contemplar ateridos desde su infierno trasnochado… ¡Que se jodan los poetas!, ¡que se desvelen!, yo me iré a dormir porque al fin y al cabo, llevo la noche puesta en los zapatos.
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IMAGEN
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César Abraham Vega nació en la Ciudad de México el 30 de abril de 1981. Narrador, crítico, promotor cultural y traductor. Cursa la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene estudios formales de Informática e idiomas. Algunos de sus textos han sido publicados en diferentes medios impresos y electrónicos. Actualmente se desempeña como webmaster y editor en Sombra del Aire.
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