EL PSICOPOMPO (CUARTA PARTE)

por Alberto Curiel

La vida es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este asombroso universo, y es triste que tantos la estén malgastando soñando con fantasías espirituales. —Carl Sagan

Alemania

Un hombre salió apresuradamente de un aula de clase en Sachsenhausen: Patrick fue el último en enterarse. Wagner, uno de sus alumnos, le informó detalladamente sobre la inminente guerra.

—¿Qué es lo que harás?, ¡qué haremos!—, preguntó Patrick casi sin aliento al encontrar al Psicopompo, quien se encontraba acompañado por Adam y Olivia en la cafetería del colegio. Adam había decidido quedarse.

Hermes Ogmios Psicopompos-Alberto Durero

—No lo sé, quizá hot cakes, ¿tienes alguna mejor idea para el desayuno?

—Me refiero a…. Rockefeller; yo… yo no sabía que…

—¡Aaaah! Ni me lo recuerdes, no debí procrastinar. Tú sabes… la excitación producida por mis nuevos inventos… el teletransportador… he aprendido un par de lenguajes nuevos, de aquel planeta en la nebulosa Eta Carinae. Postergué demasiado los planes que tenía para él y sus amiguitos. Por suerte acabé antes con los traficantes y con uno que otro militar, a los demás los dejé en Guantánamo y en…

—Psicopompo, Rockefeller ha reunido a un millar de científicos bajo su mando, entre ellos al hijo de tu ex compañero Donald Lewons, sin mencionar el numeroso ejército que ha logrado congregar, es el más grande de la historia. Si esperó tanto tiempo para venir aquí, para luchar contigo, es porque anteriormente tenía bien sabido que perdería, ahora tiene algo que desconocemos, es poderoso, amigo.

—¿Y qué?, ¿él puede hacer esto?— El admirado maestro brincó e hizo una pirueta acompañada de una patada sumamente acrobática hacia atrás, un movimiento de kung fu. Olivia aplaudió de manera discreta al tiempo que Adam y Patrick se miraban desconcertados. —Así que el pequeño Harold Lewons está con ellos, ese tierno y adorable chiquillo; ¡siempre lo detesté!

—Es cierto, Psicopompo, antes de intentar asesinarte yo mismo fui tentado a ingresar en su ejército, él planeaba algo, no sabía qué, dudaba que alguien pudiese detenerte. Supe de buena fuente que Rockefeller y sus aliados pensaban lo mismo, así que… concuerdo con Patrick: él ha descubierto como combatirte—, espetó Adam en tono serio.

—Se preocupan demasiado muchachos, ¿no podría yo mismo pedir a mi padre que enviara un ejército de ángeles para protegerme? ¿Prefieren zumo de naranja o de betabel?

—¿Betabel?, naranja por favor—, dijo Olivia.

—No hay naranja, querida Olivia, tampoco betabel, prepararé una malteada con huevo y… lo que encuentre por aquí… ¡Miren, hay vodka y cerveza! Deben alimentarse bien para crecer grandes y fuertes, como yo.

—Nosotros pelearemos, alistaré un escuadrón de respuesta. Pondremos a prueba la instrucción que nos diste. No te dejaremos solo—, expuso Patrick con agresividad.

—No es necesario, muchachos. Puedo acabar con esto pronto.

—Nos enseñaste bien, amigo, lo menos que podemos hacer para pagarte es ayudarte en estas circunstancias. Prepararé la cuadrilla. Te protegeremos.

—Sugiero que no lo hagan. Yo los protegeré a ustedes. Sólo denme un poco de tiempo, necesito realizar algunos cálculos, se ha presentado algo interesante. En cuanto termine iré a “charlar” con Rockefeller y los demás oligarcas, no salgan de aquí, permanezcan tranquilos.

—¿A qué se refería Patrick con que los instruiste bien?—, cuestionó Adam.

—En este lugar adiestramos la mente y el cuerpo, cada una de las personas aquí alojadas selecciona sus especialidades y yo asigno una o más según sus capacidades, las personas usualmente no identifican el área en la que realmente son buenos. Patrick es experto en una variedad de artes marciales, a su cargo tiene diferentes asignaturas en las que enseña defensa personal y el uso de algunas armas. Ese de allá es gimnasta, el mejor, ¿conoces a Bushra, cierto? Ella es una excelente estratega, una genio. Nadie aquí es inútil u ordinario.

Patrick y Adam lucían preocupados, Olivia se mantenía indiferente, el Psicopompo se atiborraba la boca con nueces que había encontrado dentro de una bolsa.

Había transcurrido un largo tiempo desde que el mundo entero había sido advertido: el Psicopompo continuaba con vida. Desde su aviso, Rockefeller realizó toda una campaña propagandística para que a nadie, en ningún rincón del mundo, le pasara desapercibida la noticia, para que el monstruo despertara el odio que vive intrínsecamente en cada corazón humano. El coronel, como ahora también se le llamaba, quería desatar la histeria colectiva, el pánico como un ente globalizado; lo logró a medias. Algo no andaba bien, él lo sabía desde antes de dar a conocer la desafortunada nueva, por ello había ordenado a sus subordinados que le adjudicaran algunos datos falsos, que mintieran sobre su persona y vertieran en el Psicopompo toda la maldad y vileza posible. Millones de personas se añadieron voluntariamente a su ejército, otros más acudieron directamente a Sachsenhausen para intentar vengarse del terrible criminal. No obstante, había germinado un sentimiento inédito entre un porcentaje significativo de la población general que comenzaba a reorganizarse, a percibir calma y porvenir.

En las redes sociales circulaba un video que se viralizó rápidamente, una mujer hablaba con pericia ante una cámara “El Psicopompo nos arrebató la vida, sí. Pero, ¿qué vida era esa? No me malentiendan, lo odio como todos ustedes, pero le admiro, porque ese hombre se ha atrevido, ¡y no mientan! Él ha hecho lo que cualquiera hubiese querido hacer: cambiar el mundo. Nadie lo hizo, nadie se atrevió. Ahora somos libres, comenzamos a reacomodarnos, ¿quién trabaja ahora para hacer más rico a alguien más? Hemos perdido mucho, sí. ¿Por el Psicopompo? ¡No! Nuestra ambición nos consumiría tarde o temprano. La temperatura ha descendido, incluso los niveles de toxicidad en el aire… los animales han vuelto a algunas zonas que por derecho eran su hábitat natural. Seis mil millones de cuerpos generan calor y gases dañinos, ¿no?; ya no están más. Apenas han transcurrido unos años, y la matanza no ha sido más que la refracción y secuela de nuestra propia huella y al mismo tiempo una medida benigna. Podemos reivindicarnos, él nos ha dado esta oportunidad”, decía la después famosa mujer. Rockefeller y sus secuaces habían creado un anti héroe, una leyenda viviente, un mito, un Dios odiado y venerado, y sus odio/simpatizantes iban aumentando; no podían permitirlo.

Meses más tarde, en Francia, estallaron algunos artefactos que cobraron la vida de cientos de personas, España se vio sacudida por un misil que aterrizó en su plaza más concurrida, Inglaterra, Escocia, Malta, Brasil, Perú, Canadá, México, Bulgaria, Macedonia, Argentina… un incontable número de individuos fueron asesinados por extraños acontecimientos; por supuesto, atribuidos al Psicopompo. En radio, televisión, prensa, youtube, y todo medio masivo de comunicación, el semblante inmutable de Rockefeller era mostrado como redentor. “Declaro, ¡en nombre de la humanidad!, la guerra contra el Psicopompo; ¡todo aquel que pretenda unirse a la lucha será bienvenido!”, decía el Coronel con firmeza absoluta, “tenemos las armas, tenemos el valor, ¡no es un Dios, es un hombre!, ¡vamos por él, vamos a salvar al mundo!”. Los hombres del Coronel indagaron meticulosamente algunas regiones habitadas en busca de nuevos reclutas, quienes no aceptaban la “invitación” eran liquidados sin dejar testigo alguno; más víctimas imputadas al Psicopompo. Rockefeller no había perdido la cabeza, sabía bien lo que hacía.

Alemania

El suelo comenzó a vibrar, un estruendo se escuchaba en la lejanía del ex campo de concentración de Sachsenhausen, el sonido de una alarma golpeó los tímpanos de cada uno de los habitantes de esta nueva comunidad y sus alrededores.

Las clases terminaron de inmediato, los salones y áreas de instrucción eran desalojadas a toda prisa. Desde los cielos podía percibirse la voz firme de una mujer que daba indicaciones, informaba la situación a través de un altavoz y una fila de megáfonos distribuidos en toda el área. A la distancia se levantaba una nube de polvo y una masa negra se movía en dirección a Sachsenhausen. La tierra retumbaba con ritmo estricto. Las tropas de Rockefeller se aproximaban.

—Llegó la hora—, resopló Olivia.

Patrick se precipitó hacia el sur del campus, Adam y los demás se adhirieron a la multitud que se aglomeró en la explanada del colegio.

Un zumbido se hizo presente en el cielo causando que la concurrencia se inclinara y cubriera sus rostros, intuyendo que se trataba de un ataque aéreo. El Psicopompo no se encontraba presente, se había ausentado durante varios días llevando consigo el computador y todo lo que se encontraba en la habitación de Adam.

—¿Un helicóptero ofensivo?

—No, Adam. ¿Acaso no sabes nada de estrategia militar? Mira sus movimientos, está buscando una buena perspectiva, es ligero es… ¡Mira! ¡Una cámara!—, respondió Olivia.

Al solitario helicóptero se le unieron cuatro más. La contienda sería transmitida en directo a todo el planeta, estaría disponible en televisión y cualquier plataforma electrónica audiovisual.

—Vaya, vaya, vaya: Nos incita a luchar cuerpo a cuerpo con su milicia, y ahora nos informa que estamos siendo grabados. Alguien dígame, ¿estamos en televisión?

—Sí—, respondió parcamente Patrick, que había vuelto con un escuadrón detrás de él.

—Ya hemos analizado el armamento del enemigo—, continuó Patrick, —parece prosaico, aunque lo dudo. Sabían que un ataque a larga distancia fracasaría, los radares lo hubiesen detectado. Querían tomarnos totalmente por sorpresa. Sus armas son de corto alcance. Traen objetos similares a flechas, supongo que son más que eso. Nos superan en número, 1000 a 1.

—Será una disputa bastante desigual, ¿no lo crees? Deberían haber traído más hombres. Rocky el magnate sabía que al Psicopompo le gustaría hacer esto a la antigua, pero con un toque elegante—, afirmó Olivia.

—Pero él no está aquí… Y ellos han llegado.

Patrick y cientos de hombres a sus espaldas se postraron a las afueras de Sachsenhausen con escudos retráctiles magnéticos, bastones multiforma inteligentes hechos de un metal creado por el Psicopompo, capaces de expeler energía a grandes distancias y cercenar a una hilera de objetivos, expandirse y contraerse de acuerdo a la situación, volviéndose líquidos por microsegundos. Las ropas de la cuadrilla de Patrick eran de una malla ligera pero resistente, como una armadura de titanio y kevlar flexible. Sus ojos estaban cubiertos por espejuelos oscuros que simplificaban las tareas y realizaban cálculos instantáneos, indicándole al portador dónde atacar, a dónde moverse, incluso aunque éste no hubiese percibido la amenaza de frente.

—¡Activen el campo de neutrones! —, ordenó Patrick.

Un resplandor acuoso cubrió totalmente el colegio, y algunas hectáreas más, dejando fuera únicamente al batallón dirigido por Patrick. El domo era casi impenetrable, se necesitaría de una inmensa cantidad de energía para lograr atravesarlo. Sin embargo, no duraría para siempre.

La inconmensurable masa enemiga se detuvo: hombres al frente, vehículos de ataque detrás. Patrick ordenó a la avanzada aproximarse a toda velocidad, el adversario respondió con fuego. Los objetos que parecían flechas volaron por el cielo desplegando una lluvia de luces rojizas que quemaban al contacto con la piel, incluso algunos escudos retractiles sufrieron daños. Bushra aconsejaba desde dentro del campo de neutrones al comando en pie de lucha. De los bastones brotaron líneas inmensas de energía que hendían los cuerpos del enemigo, sus vehículos no sirvieron de nada, fueron destruidos inmediatamente. Los iguales caían por cientos.

Más comandos enemigos llegaron a la batalla, pequeñas explosiones surgieron entre la muchedumbre, eran bombas de vacío, al estallar comprimían el entorno generando pequeños agujeros sin materia, como en el espacio exterior, algunos hombres cercanos eran arrastrados a esos puntos siendo estrujados hasta la muerte, otros más cayeron con los cuerpos perforados por láseres provenientes de pequeñas pistolas; los científicos de Rockefeller habían hecho un buen trabajo. Las bajas comenzaron a ocurrir en el bando local. No obstante, la balanza no se inclinaba a favor de los oligarcas y su ejército.

Una retahíla de bastones inteligentes centelleaba, disparaban energía sin cesar, otros eran arrojados al tiempo que cambiaban de forma, cubriendo la cabeza del enemigo como un casco, asfixiándoles, o introduciéndose por sus orificios nasales y expandiéndose desde dentro.

—Esto se está postergando demasiado. Adam, ¿recuerdas que él te dijo que nadie aquí era ordinario?—, preguntó Olivia.

—Sí—, respondió.

—Ahora lo comprobarás, terminaremos esto fácilmente—. Ella sonrió.

Olivia y sus alumnas salieron por un agujero que se abrió durante un breve instante en el campo de neutrones, ellas parecían caminar sobre la nada. ¡Lo hacían! Al menos eso miró Adam.

Los bastones inteligentes fueron incrustados en distintos puntos del suelo, proyectando una telaraña blanquiazul por la que atravesaron todos los aliados del Psicopompo que se encontraban en combate, incluyendo a las Valkirias (así llamaba él al grupo de Olivia). Al bañarse en la telaraña proyectada por los bastones, los combatientes fueron impregnados por un campo de repulsión, una especie de manto eléctrico/magnético protector.

De las manos de Olivia surgieron dos destellos que se deslizaron como serpientes hasta sentir el piso. Látigos incandescentes constituidos por moléculas inestables contenidas. Olivia esbozó un gesto fatuo. Su bien formado cuerpo femenino saltó a gran altura haciendo volar sus negros cabellos, deslizándose entre proyectiles minúsculos dirigidos por control remoto que habían sido disparados en su contra. Así inició su espectáculo. Giraba golpeando con sus látigos, desmembrando iguales al por mayor, realizando piruetas por encima de sus cabezas, impactando proyectiles antes de que la tocarán. ¡Es grandiosa!, pensó Adam.

Los millones de hombres que acudieron a derrotar al Psicopompo no estaban siquiera cerca de lograr su meta; ya eran un millón y medio menos. Olivia era imparable, sus estudiantes eran rápidas y sigilosas, Patrick y su escuadrón embestían en grupo a los soldados, arrojaban escudos hacia las bombas de vacío para repelerlas, éstas comenzaron a escasear. La victoria del llamado criminal más grande de todos los tiempos estaba cerca.

De pronto, un objeto de aspecto metálico del ancho de un balón de futbol perforó el pecho de Patrick, Olivia lo miró atónita; Patrick murió instantáneamente.

De las alturas cayeron objetos pesados que levantaban una cortina de tierra, legando un pequeño cráter. Otro objeto como el que culminó con la vida de Patrick salió disparado hacia Olivia, ella lo partió en dos con uno de sus látigos. Cuando la nube de tierra se hubo disipado, los ojos de los ahí presentes y los telespectadores, lograron admirar la naturaleza de aquellos objetos: robots.

Adam río copiosamente —¡Desbaraten esas chatarras andantes, inviertan la polaridad del campo, atráiganlos a él! —. Así lo hicieron algunos de sus compañeros, no obstante, nada ocurrió. Los robots no habían sido elaborados con metal, sino con un polímero nuevo. Olivia saltó hacia ellos, intentando eliminar a alguno, sin embargo fue incapaz, sus armas no podían cortarlos al primer contacto, el polímero era increíblemente denso.

Los guerreros extraordinarios luchaban ferozmente, los iguales no representaban dificultad alguna pero los robots seguían cayendo del cielo, disparando toscos proyectiles con mini carga atómica que explotaba al contacto, los puños de los autómatas se desprendían de sus cuerpos tomando direcciones varias, mermando las defensas de Sachsenhausen. Un androide voló tomando por sorpresa a una mujer rubia que sujetaba con sus látigos incandescentes el cuello de dos robots: La primera Valkiria cayó. La lucha era devastadora, Adam sintió miedo por primera vez, las valkirias y los demás soldados seguían muriendo. En un movimiento repentino, la mayoría de los androides se alinearon en el aire, todos eran capaces de volar, sin embargo, los restantes tomaron una formación distinta en el suelo, abrieron las palmas separando sus dedos, dispararon poderosas líneas rutilantes, por encima de la llamada “temperatura Curie”, acabando así con el manto protector de los extraordinarios. Inmediatamente los atacantes aéreos desplegaron una ráfaga de destellos: más hombres cayeron. Los ojos del Psicopompo se colmaron de ira. Él había vuelto.

—¿No creen que sería magnífico que tuviésemos algo de música en un momento así? —, sugirió el Psicopompo. Desapareció súbitamente y reapareció unos cuantos segundos más tarde. De los altavoces surgió una melodía, La cabalgata de las Valkirias. Olivia, herida, desde el suelo, se cubrió el rostro ocultando una mueca de regocijo, “me encanta este hombre”, pensó.

Todos, regresen inmediatamente—, ordenó usando telepatía.

—Aún no nos rendimos, no hay por qué retirarse, podemos ganar—, replicó Olivia.

Obedece—, respondió. Adam jamás había visto ese semblante en él, era otra persona, no podía ser el mismo que reía a carcajadas hace unos cuantos días. Con grandes dificultades volvieron los extraordinarios restantes al tiempo que los androides avanzaban. Dispararon sus líneas refulgentes contra el campo de neutrones abriendo apenas un resquicio en éste. El Psicopompo miró a Olivia, acarició su mejilla derecha, rozando una herida que sangraba. Miró hacia el frente y caminó. La multitud le abrió paso segmentándose en dos mitades, él miró hacia arriba, el enemigo volaba. Desapareció.

Los cronistas en la televisión, decían que el Psicopompo había huido al verse acorralado, nadie lograba verlo.

Un punto tambaleante apareció en las alturas desplomándose a gran velocidad, las cámaras lo enfocaron: El Psicopompo caía verticalmente, de su brazo derecho surgía una refulgencia rosada resplandeciente, como si estuviera quemándose, era energía de fusión fría convertida en un arma blanca. Con el brazo izquierdo sujetaba la garganta de un hombre que manoteaba de forma desesperada.

—¡Querías jugar, Rockefeller!—, Cuestionó el Psicopompo mirándole fijamente a los ojos mientras descendían por los aires sin freno alguno. —¡Dónde te esconderás de mí!—, gritó el ahora furioso Psicopompo mientras sus ojos se tornaban rojizos y cristalinos, parecían estar a punto de expulsar una lágrima. —¡Tú, debes morir!—, sentenció arrojándolo al suelo y desapareciendo nuevamente.

Reapareció con la cabeza baja frente a uno de los humanoides inmensos, el Psicopompo era apenas la mitad de largo que uno de ellos y cuatro veces menos ancho. Extendió su mano izquierda sintiendo el polímero tibio del robot y lo golpeó con suma potencia, el robot comenzó a despedazarse, el cuerpo entero del Psicopompo estaba cubierto con una armadura de nanobots que reusaban la gravedad, el calor, el viento, el campo magnético de la Tierra, entre otras cosas, transformándolas en energía, fuerza. El androide con el que hizo contacto y decenas más salieron despedidos por una impresionante onda expansiva convirtiéndose en añicos. El cuerpo de Rockefeller colisionó con el suelo segundos después. Esfumándose y resurgiendo sorpresivamente, el Psicopompo continuó destruyendo a las máquinas, evitando disparos, teletransportándose, asesinando. Las personas que sintonizaban el televisor o alguna pantalla alrededor del mundo, miraban horrorizadas la masacre que acontecía en Alemania, un solo hombre estaba exterminando sin piedad a millones de humanos que comprendían el ejército del Coronel, una entidad fuera de control, en total desquicio. “Jamás nos hubiéramos metido con él”, susurró el mayor de los Ackermann (magnate aliado de Rockefeller), llevándose las manos al rostro, mirando la televisión. Sin embargo, Rockefeller había logrado su cometido, mostrar al mundo al asesino, no al Dios, sino al Demonio sanguinario. Muerto, había tenido éxito.

—Estamos ganando, Ackermann—, dijo altivamente Rothschild. El conjunto de oligarcas estaba reunido en un solo sitio.

¿Cómo puedes decir eso? ¡Hace unos minutos Rockefeller se encontraba aquí, sentado, a un costado de nosotros! ¡Ese individuo apareció de la nada y se lo llevó! ¡Ahora Rockefeller está muerto!

—El plan marcha según lo planeado, aunque la muerte de alguno de nosotros no estaba prevista. Para derrotar al enemigo no sólo hay que liquidarle físicamente, hay que demoler su imagen, devastar su historia y su futuro, pulverizar todo lo que representa. ¿Recuerdas la mitología griega? Los dioses mueren cuando la gente deja de creer en ellos. Mírale el lado bueno, cuando todo esto termine, nos tocarán más rebanadas del pastel. ¡Yue!, ¿está lista el arma?

—Sí, señor—, contestó el Pirómano. —Cargada y esperando ser usada—. Él sabía que jamás podríamos usar la original porque no poseíamos la placa de Merger para darle energía, empero, no pensó que podríamos duplicarla usando otra fuente. Añadiré que nuestra réplica es superior a la original en alcance y potencia.

—Excelente, Yue. Lo liquidaremos de un solo golpe: Activen la Grasse T2.

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Hermes Ogmios Psicopompos >> Alberto Durero

Alberto Curiel nace un 5 de octubre del año 1990 en la Ciudad de México, o al menos eso es lo que nos ha hecho creer. Comienza a escribir poesía a la edad de once años, más tarde obtuvo un segundo lugar en un concurso de poesía en el que participó durante su estancia en la educación secundaria, ya en la preparatoria esboza sus primeros cuentos y ensayos. En 2014 ganó el concurso de cuento organizado por la Universidad de Ecatepec y el escritor Zaid Carreño, posteriormente participa en los cursos de Creación literaria y Didáctica del arte, impartidos también por Zaid Carreño. Alberto estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, así como un posgrado en Medios de Comunicación en la Universidad de Ecatepec. Actualmente es productor, guionista, conductor y locutor del proyecto radiofónico y audiovisual “Bestiario”, además de que trabaja en la elaboración de rutinas de “Stand up” propias, y en sus dos primeras novelas: “Entropía” y “El Psicopompo”, en donde se ven reflejados su gusto por la filosofía, la ciencia, el arte, el humor, la historia, la sociología, entre otras disciplinas. Algunos de sus textos han sido publicados en diferentes medios electrónicos.

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