Por Nidya Areli Díaz
DRAMA STUDIO
Juan Antonio Llanes nos cuenta la historia de Drama Studio.
¿Cuándo nace Drama Studio?
Drama Studio es un grupo que nace a raíz de mi escuela. En 1995 cierro la escuela Drama Studio por problemas económicos, la crisis del país. Pero realmente Drama Studio se abre como Drama Studio en 1974.
¿Estamos hablando de algo que lleva 30 años?
Claro, no ha sido consecutivo; ha habido saltos en el tiempo hasta de cinco años, pero a cada producción de teatro que yo hago, le pongo Drama Studio. Porque surgió de una escuela donde se daban cursos a profesionales; a actores profesionales y a actores nuevos. Willebaldo López y yo… él fue director de la Escuela Nacional de Arte Teatral y yo subdirector académico. A raíz de eso tenemos contacto con un hombre que se llamaba Juan Felipe Preciado, que nos enseña toda una metodología. A parte de ser los dos egresados de la Escuela de Teatro de Bellas Artes a nivel licenciatura, cuando nosotros llegamos ahí, queremos reformar y cambiar los planes de estudios de la escuela. Nos lo autorizan la Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes, y a raíz de eso nace una serie de talleres que él le da profesionalmente a los maestros de la escuela de teatro. A raíz de esto surge el plan de estudios de la Escuela Nacional de Arte Teatral, que es mandado a la Secretaría de Educación Pública para que lo revisen y nos lo regresan con laudos, diciendo que era el plan de estudios más importante que se había realizado para una escuela de arte. A raíz de eso él publica dos libros que tienen que ver con los módulos con los que se trabajaba en la escuela, que es: Máscara neutra, máscara expresiva, el primer semestre; el segundo semestre, que es comedia del arte; el tercer semestre es la voz en el método; el cuarto semestre es el lenguaje visual en el método; el quinto semestre es el lenguaje de pensar y sentir en el método; el sexto semestre es lenguaje de concentración; el séptimo semestre es Análisis metódico y literario y el octavo es Montaje de una obra. Estamos hablando de cuatro años.
Yo recibo toda esa información más la información que yo tenía antes como egresado de la escuela, y me doy cuenta de que había una serie de lagunas muy importantes que yo tenía que llenar. Entonces, al estar en la cercanía con Juan Felipe Preciado, empiezo a llenar esas lagunas —desde mi punto de vista, claro— de la preparación. Entonces, cuando termina mi periodo en la escuela de teatro como subdirector, yo fundo otra escuela; vuelvo a hacer mi escuela, antes ya la tenía, con los pocos elementos con que contaba. Mira, yo estrené… en 1974, aproximadamente, o antes, estreno la obra Los perros, de la escritora mexicana Elena Garro. Con esa obtengo un premio. Mis alumnos y alumnas eran los que participan en esa obra. Gano el premio a mejor grupo de México a nivel nacional con el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana. Ahí arranca realmente Drama Studio. Después, en 1976, estreno en el Teatro El Granero El gran ceremonial de Fernando Arrebal, me voy a Europa, pido los derechos, me los traen, la monto en el Teatro El Granero. Fue un escándalo, la obra es muy fuerte. Me equivoqué de teatro, no era el teatro adecuado para una obra como esta. Hubiera sido un teatro menos comercial, porque la obra no es nada comercial. Pierdo un dineral; alrededor de 500 000 pesos, en esa época.
Ahí, en ese montaje, viene el director del Instituto de Cultura de Baja California Norte y me manda a unos arquitectos porque iban a construir un teatro en Mexicali. Entonces, yo me voy a Mexicali tres años, invitado por el Instituto de Cultura del Gobierno de Baja California Norte, Mexicali, Tijuana, Ensenada y Tecate; toda esa zona. Yo fundo la compañía estatal de teatro y presento El pagador de promesas, de Alfredo Dias Gomes. Con un exitazo de taquilla…, los boletos agotados desde las once de la mañana que se abría la taquilla; a la una ya no había un boleto. Después presento Bernarda Alva, de García Lorca; otro exitazo. En Ensenada fue tal el éxito que tuvimos cinco minutos cerrados de aplausos consecutivos. Fueron 25 telonazos…
Me quedo en Baja California y luego me regreso a México. Aquí en el Distrito Federal empiezo a dirigir otras obras de teatro cada año o cada dos años. Luego empiezo a hacer pastorela, la de Willebaldo López, Císcale císcale diablo panzón, que es una pastorela muy divertida con una gran profundidad, de crítica política disfrazada, excelente obra de teatro, cada año la ponía. Porque era una cosa también de empezar a recuperar las tradiciones mexicanas, con piñata y con todo lo que se te pueda antojar. Ahí me meto a trabajar con Miguel Sabido. Miguel Sabido es un hombre que durante toda su vida se ha dedicado a recuperar todas las pastorelas y todo lo que se hace en los pueblos de México. Entonces hago con él Carnaval mexicano, basada en el carnaval de Morelos, y luego hacemos Semana santa mexicana en el Teatro de la Ciudad, hablada en náhuatl. ¡Jesucristo hablando en náhuatl!, como lo hacían en los pueblos. Espectáculos así, con unas producciones increíbles. Pero yo estoy ahí nada más como director adjunto, pero estoy aprendiendo y estoy llenándome de información.
Como buen yucateco, siempre he estado interesado en el teatro maya. Entonces me pongo a leer Rabinal Achí, me pongo a leer el Popol Vuh, caen en mis manos Los Cantares de Dzitbalché, y me roban el libro. Pasan algunos años y vuelvo a encontrar el libro, entonces se me ocurre el espectáculo este, de canto maya. Pero antes, yo le debía a mi tío Elmer Llanes Marín, que era del pueblo de Teabo, Yucatán, igual que mi mamá. Tenía una especie de deuda moral con él. Mi tío muere el mismo día que yo me voy a Colombia. Yo me voy al Festival Internacional de Manizales, Colombia; después al festival de Caracas, Venezuela; y el día que yo tomo el avión, ese día, en la tarde, muere de un infarto. Yo no lo sabía hasta que mi mamá me lo dice. Antes no existía el teléfono celular. Estoy hablándote de 1973. Sus hijos, mis primos hermanos, hacen una recopilación de todo lo que ha escrito él de Yucatán. Y ahí viene un libro que se llama Los niños mayas de Yucatán; es un libro que está en todas las bibliotecas públicas de Yucatán, hermosísimo. Después escribe Cuentos de mi terruño, Voz y sangre del hijo de Yucatán y el poemario Voces olvidadas. Entonces empiezo a leer, de eso ya hace dos años. Pero antes, hace cuatro años, estaba con Los Cantares de Dzitbalché, porque empiezo a tomar un curso con Silvia Peláez, de dramaturgia; es decir, de cómo se compone. Empiezo a escribir obras pequeñas; se las leo y me dice “bastante bien”. Entonces comienzo a dramatizar Los Cantares de Dzitbalché. Luego el ejercicio se para porque entro a Televisa a dirigir diálogos. Dirigir diálogos es un trabajo muy difícil porque tienes que trabajar con todos y cada uno de los autores, sean o no sean estrellas. Y estás desde la preproducción hasta el último día de la grabación. Lo cual me implicaba de nueve a diez meses de trabajo, de 12 a 14 horas diarias. Me aviento tres telenovelas al hilo. Hago Sortilegio, Teresa y La tempestad que terminó en Octubre del año pasado. Eso detuvo mis proyectos porque yo no tenía tiempo de nada, apenas de dormir; y los domingos citaba gente a que me diera masaje porque estaba siempre contracturado por el trabajo tan pesado. La televisión es muy desgastante…, más que el teatro. Pero en la televisión tú estás en un proyecto. No es tuyo; es de otra persona. Y en el teatro es tuyo, o tú lo seleccionas.
Pasa todo ese tiempo y viene la idea. Revisando Cuentos de mi terruño le digo a un yucateco que estaba de jefe de extras: “oye, ¿por qué no hacemos una obra sobre Los cuentos de mi terruño?”. Yo quiero recuperar todas las costumbres de los pueblos de Yucatán, porque yo no he visto nada de eso. He visto teatro regional en Yucatán, pero donde se burlan del campesino. No es una obra de teatro donde los enaltezcan; normalmente se burlan de su manera de ser, de que ellos se quieren integrar a una sociedad que no es la suya; que no es la suya porque ellos tienen sus propias costumbres, su propia idiosincrasia. Luego, ellos son descendientes de la cultura maya. Y la cultura maya no fue cualquiera.
Lo que yo he visto en Yucatán es teatro regional, que le llaman, pero musical, con mentadas de madre y esas cosas. Entonces yo dije “no, esto no; esto no lo quiero”. Por eso hacemos Cuentos de mi terruño, que es simpática, pero no es corriente. Sí retrata los vicios y las costumbres, pero también lo bueno de los pueblos de Yucatán. Luego nace Voces olvidadas. ¿Por qué le llamo Voces olvidadas? Porque en el momento en que leo el poemario de mi tío, empieza a hablar de cuando él vivía en el pueblo, de su novia, de su hermano y de mis tíos; gentes de mi familia. A mí se me hace hermosísimo todo lo que dice. Y entonces hago un collage; agarro textos de Los niños mayas de Yucatán, para decirle al público qué es el Mayab, cómo es el Mayab, qué tierra, cómo es la tierra, cómo es el monte. Con todo eso empiezo Voces olvidadas. Es preciosa la obertura de Voces olvidadas; y la hago yo, como escritor, sentado en una mesa, y cuando estoy empezando a hablar de los niños mayas, aparece la diosa de la fecundidad, Ixchel, y aparece un niñito como de seis años, vestido de huinic. Huinic es la palabra para nombrar a los campesinos de Yucatán. Y empieza cantando en maya. Al web de la obra se encienden las luces y aparece una mujer vestida de mestiza, hablando en maya invocando al escritor. Después sale el x’men, el brujo, invocando al escritor y aparece el escritor. Entonces el escritor empieza a revisar papeles. Esa es Voces olvidadas…
Y de pronto, cuando empiezan a hablar del venado, surge detrás de una albarrada, una barda de piedra, un actor con la cabeza prehispánica del venado y el vestuario. Entonces empiezo a meter las leyendas en los cuentos, y empiezan a aparecer los dioses; los dioses y los elementos que hacen que el público diga “yo vengo de ahí; eso es mi raíz…”. Empiezo a mezclar; salen vestidos con plumas, como debe de ser…, y fue en exitazo…, con grandes ovaciones de la gente de ahí. Luego, tenía yo pláticas con el público. El público empezaba a preguntar. Yo no tenía planeada esta interacción, pero el público empieza a hablar. Unas viejitas dicen “mi abuelito me contaba en el pueblo…”, “yo soy de Kanasín; yo soy de Teabo, yo soy de…”; empiezan a salir los nombres de los pueblos, de la gente que estaba sentada ahí. Entonces, los regresé a su niñez, a través de esa obra que ha sido un éxito.
Digo “bueno, si esto es un éxito —desde hace mucho yo tenía la idea—, ¿por qué no se pone algo de las leyendas mayas?”. Hay tantas mitologías, hay tantos libros que hablan de los monstruos mayas…; el Huay Chivo, la X’tabay, la cabeza errante… Entonces pensé que es una riqueza sensacional y selecciono las dos; La X’luuk, la mujer de lodo, y la X’tabay. A raíz de eso empieza el Drama Studio en Mérida; hago la obra en Mérida. Estoy ahí un año. Todo ese año fue Voces olvidadas. Luego se me ocurre hacer Terror en el Mayab.
Bueno, si definieras de alguna manera a Drama Studio, bajo los lineamientos que se ideó…
Es la formación de actores. Con una técnica muy clara, que es la técnica del método, que incluye la técnica de Jacques Lecoq; de Stanislavski; de Dimitrio Sarrás, que es la técnica del Actor’s Studio de Nueva York. O sea es la formación de actores, y luego presentar espectáculos que tengan una gran calidad. Espectáculos de todo tipo, no hay una línea especial. La línea que empezamos ahorita es esta: los indígenas; la cultura indígena en general; las leyendas de todos los demás pueblos, no solo de los mayas, como lo dije; todo lo que esté relacionado con mayas, mixtecos, zapotecos, nahuas; todo me interesa mucho, porque son voces olvidadas. La ciudad es tan grande, es tan cosmopolita, que nunca te acuerdas que traes en las venas sangre india, te guste o no te guste; que todos traemos sangre india, todos somos mestizos: venimos de Oaxaca, venimos de Yucatán, venimos de Quintana Roo, venimos de Coahuila, venimos de Chiapas…, de donde quieras, pero en todos lados hubo indígenas, y eres mestizo. Entonces, ese el plan ahorita de Drama Studio.
Drama Studio pretende preparar actores para que tengan una calidad. Mis actores no solo se concretan a teatro, tengo cuatro generaciones de actores que hacen televisión, que casualmente —no sé por qué—, ahorita son las estrellas de las telenovelas: Itatí Cantoral, Fernando Colunga, Jorge Salinas, Miguel Pizarro, Mauricio Islas, Maya Mishalska, Faviola Campomanes, Karla Álvarez —que en paz descanse—, Sergio Sendel, Alexis Ayala…, todos esos fueron alumnos; actores de televisión formados con el método de Drama Studio. Cuando yo los veo en Televisa, me abrazan y me dicen que muchas gracias. Ahora ya tienen 40 años, pero estaban muy chicos, de 18, 19, 20, 21…, hasta 14, 15 años, pero conforme van avanzando, se van dando cuenta y maduran; se dan cuenta de toda su formación y de toda la ética que se les enseñó. Eso para mí es un gran orgullo. Porque no han olvidado desde hace más de 25 años quién les dio clase, y cómo se les dio clase, y qué enseñanza se les dio, y cómo se les enseñó a manejarse dentro y fuera del escenario, dentro y fuera de las cámaras de televisión.
¿Tú les enseñaste a hacer teatro, a hacer televisión, o las dos cosas?
Yo les enseñé a hacer teatro, y les dije que cuando actuaran en televisión que le bajaran la intensidad. Pero también tenían ellos sus talleres de televisión. Pero los exámenes del CEA (Centro de Estudios Actorales Televisa) son de teatro, no son de televisión. Los exámenes son abiertos al público y son de teatro. Ellos se presentan en el teatro. El primer año tienen el impacto de pararse en un teatro con público; empiezan a sentir lo que es la emoción del teatro, y empiezan a tener una ética de cómo comportarse en el escenario. Ya después pasan a la televisión, algunos ya no vuelven a hacer teatro, pero los tres años que estuvieron en CEA, estuvieron haciendo teatro, y fueron formados en la técnica de teatro. Yo les digo “mira, esto es para teatro, pero esto y esto y esto es para televisión, ¿cómo lo aplicas? Así y así y así y así…”. Porque tengo una técnica de la televisión también. Y las dos cosas las enseño.
Maru Dueñas es una actriz de comedia musical que fue mi alumna. Me abrazó hace unos meses. Me dijo “ay, no sabes que estoy dirigiendo diálogos y es gracias a lo que tú me enseñaste”.
Vanessa Ciangherotti me dice “gracias a lo que tú me enseñaste estoy dirigiendo telenovelas en TV Azteca”. Yo creo que eso desemboca en los lineamientos de Drama Studio; que de por vida te marcan para una profesión tan difícil como es esta.
TERROR EN EL MAYAB
Terror en el Mayab es un espectáculo teatral compuesto por dos obras; dos historias que se enlazan y se encuentran por sus orígenes en la mitología maya. Tales son la leyenda de la X’luuk, mujer de lodo, y la leyenda de la X’tabay o mataborrachos. Ambas historias son tragedias porque sus personajes principales, Arturo en la X’luuk, y Evaristo en la X’tabay, desafían el orden de la naturaleza, al restar importancia a los consejos de los mayores, poseedores de la sabiduría sobre las fuerzas que confluyen en el monte, en el mundo maya. Los libretos fueron, a su vez, compuestos con base en la versión literaria de la X’tabay de René Arjona, y de “La serenata” de Ramón Valdés. Con una duración de más o menos cincuenta minutos, el espectador tendrá ocasión de encontrarse ante sus propios temores de memoria ancestral, guardados en el código genético por el lado de la sangre prehispánica que todos compartimos.
Historias originalmente escritas por René Arjona y Ramón Valdés, llegan al teatro producidas y dirigidas por Juan Antonio Llanes con una escenografía del artista plástico Elbert Tun y bajo la asistencia de Oscar Cisneros. El reparto cuenta a Montserrat Aguilar, Oscar Treviño, Luis Curiel, Tere Pavé, Maurilio Ricaño, Christopher Vélez y Karlo Rod.
La obra va al rescate de la mitología prehispánica maya; es decir, ahonda en la cosmogonía de estos ancestros mexicanos; redescubre y revela la oralidad, tan presente en la idiosincrasia de nuestro país; insufla en el espectador la motivación para ahondar en sus raíces desde los relatos de los viejos, dejados a un lado, denodados y olvidados en el trajín cotidiano de la gran urbe. Renace aquí, por medio de la atmósfera nocturna del monte, del lenguaje, de la vestimenta, etc., la esencia de los libros sagrados; el Popol Vuh y los códices del Chilam Balam para la cultura maya, que floreció en México en los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán; y en Centroamérica en los países de Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador.
El viejo cuenta sus historias de aparecidos en las noches de fogata, a la orilla del monte. El viejo previene a los jóvenes: no debes andar borracho por la calle en las noches de luna llena; no debes cantarle al monte… El viejo sabe. Debemos atender a los viejos; es decir, prestar atención a sus relatos. Los viejos son los poseedores del saber. Los viejos saben cómo se mueven las fuerzas del universo, cómo confluyen los espíritus en nuestro mundo. Debemos recordar los consejos, las advertencias, las historias de los viejos; de ello podría depender llevar a camino feliz nuestras vidas o, tal vez, la conservación de la propia vida. Quizá eso ha hecho falta: atender a la palabra sagrada de los viejos. Terror en el Mayab es un buen pretexto para recordarlo.
Del mismo modo, en la obra vienen a entremezclarse con el castellano, las palabras de las lenguas mayas y el náhuatl de los antiguos mexicas. A la palabra sagrada no hay que entenderla, hay que sentirla. Los mexicanos mamamos las lenguas de nuestros ancestros. Muy remotamente, en algún lugar de nuestras células, aún guardamos memoria de las voces antiguas, de las “voces olvidadas”, más vivas que nunca en tantas regiones del país. La obra es, en este sentido, un homenaje a las lenguas vernáculas del México antiguo; pues nos recuerda que las lenguas siguen vivas, que las palabras sagradas nos pertenecen o, mejor aún, que les pertenecemos. Por tanto nos debemos respeto como seres con pasado, y respeto debemos a nuestras voces sagradas, a las lenguas sagradas de nuestros ancestros, a las lenguas que todavía se hablan en una vasta extensión del territorio mexicano.
Hay un valor agregado implícito en el montaje material de la obra; es decir, contemplar la vestimenta típica de la región maya, el calzado delicado, la escenografía de manta y cartón pintados a mano…, nos remonta a las realidades alternas del México de hoy. ¿Cuántos mundos confluyen en nuestro universo mexicano? No somos el monte ni la tierra ni las voces, pero cuánto les pertenecemos a tales elementos; nos fundimos con ellos y los llevamos en la sangre. Es un regalo a los ojos, a los sentidos, imbuirse en la materialidad misma de un montaje pensado en las raíces, concebido como una manera de hacer fluir la economía del lado en donde pocas veces está. Esta obra pertenece a quienes la hicieron directamente; a los autores, al director, a los actores, etc., pero también pertenece a los pueblos originarios, a quienes hilaron la manta, a quienes manufacturaron los hermosos huaraches que lucen los intérpretes, a quienes tejieron el sombrero y el morral. Esta es una obra de terror mexicana. Una obra de terror en el Mayab, desde la historia hasta la escena o la indumentaria.
Luego, esos terrores, estertores del alma, horadadores de conciencias, se materializan en un par de monstruos; hermosas almas en pena, dadoras del castigo. Todos hemos cometido grandes y pequeños pecados, crímenes de la naturaleza humana; por ello, no estamos a salvo de estas propiciadoras del equilibrio. Nuestras conciencias no están tranquilas; sabemos que podríamos ser acreedores a semejantes castigos del otro universo, del mundo de los idos. Aquí nos hallamos delante de un espejo muy singular, el que refleja nuestra propia alma para que la contemplen nuestros ojos, despavoridos, que piden clemencia. Miraremos a la cara a los temores propios. Veremos el reflejo de nuestras angustias más metidas, más ocultas, más tristes… Los viejos, después de todo, tienen razón. Hay que escuchar a los viejos.
Se agradece el esfuerzo por realizar una representación del terror humano, en el contexto propiamente nacional. Los mexicanos no necesitamos importar monstruos ni aparecidos, porque de ellos estamos rodeados, con ellos crecimos y les miramos constantemente. Deseoso está el público mexicano de mirar sus propias historias representadas en el escenario, de celebrar las leyendas que cuentan los viejos en las noches de hoguera, de reencontrarse en todos los aspectos de su mexicanidad. Deseosos estamos de tocar nuestra raíz en todos los sentidos. Cuanto más en tiempos en que la realidad sobrepasa la ficción; por ello, “algunas historias es mejor creerlas leyendas”.
Es menester agregar que en cuestiones del género terror, son muy pocos quienes se arriesgan a indagar en México; acaso por lo costoso que puede llegar a ser tratar de conseguir los efectos deseados. Los pocos intentos no siempre han resultado de buena fortuna. Terror en el Mayab hace un espectáculo, además de un par de obras de teatro. El espectáculo aprovecha muy bien los elementos materiales de que se disponen. El espectáculo, además, no es el centro de la acción, sino un mero recurso para los efectos que persigue la obra a cabalidad. El fondo y la forma se conjugan aquí. La noche y las sombras son aliadas inmanentes del drama. La oscuridad que habita al alma del ser humano, una cómplice más. El espectáculo tiene sus méritos. Se logra muy bien la atmósfera de terror y de la zona maya. Los monstruos traen una magnífica exposición de la cosmogonía maya, de las usanzas de nuestros pueblos; pensemos, por ejemplo, en los impresionantes efectos que logra la cartonería, en los colores, en el fuego, en la niebla que todo lo confunde y lo bifurca.
Luego, son dos las leyendas que se exponen; un intermedio de unos minutos las separa. ¿Por qué dos? Porque pretenden ser una muestra de una riqueza mucho más sustanciosa. Dos leyendas; una se enaltece y la otra se rescata. La X’tabay es tan popular en la zona maya que cualquiera la reconoce. A la X’luuk no; la obra la rescata del olvido.
Los elementos técnicos se conjugan generosamente. Una india maya toca un aerófono largo de guaje (hom) a un costado del escenario, desde la llegada del público y durante el desarrollo de los dramas, además de otros instrumentos cuya marca prehispánica reproduce una serie de sonidos que acompañarán el desenvolvimiento de la obra; sonidos de monte y de jaguar; sonidos de niebla y de oscuridad; sonidos de silencio y de estertores pavorosos. Va la luz al auxilio de las tinieblas que pueblan la noche. Casi toda la acción es nocturna. Las luces, por tanto, son frías y hacen una atmósfera acorde. Nubes de neblina vienen a complementar el cuadro. Mención aparte merece la escenografía, pues el escultor Elbert Tun, oriundo del estado de Yucatán, fue el encargado de realizarla. Manta natural pintada a mano con motivos de un bosque grisáceo hace las veces de fondo de la escena. Una ceiba magnánima al fondo, salientes de arbustos y rocas de bosque, nos remontan al tiempo y al lugar de la acción.
Texto y representación se enlazan para presentarnos una obra de gran calidad. Los actores ponen en el tablero del escenario, las dotes y técnica necesarias para despertar el suspenso y el temor a lo desconocido, de los espectadores. Montserrat Aguilar da vida a la X’tabay y nos deja sin aliento, sumidos en la negrura de su larga cabellera. Se trata de una interpretación bien ejecutada, apta para despertar conmoción y temor, para ahondar en el subconsciente de un público que se ve sorprendido, repentinamente con los pelos de punta, tembloroso y lleno de ansiedad.
El ritmo es desigual. Entra la historia de la X’luuk con una velocidad apresurada. Seis días transcurren y cada día es un acto que pasa como ráfaga. Hay un corto intermedio y luego la historia de la X’tabay. Entonces la velocidad desciende, el ritmo se rompe con el intermedio. Debe generarse una nueva tensión. El espectáculo es corto; las emociones intensas casi lo hacen una exigencia. Imagino la representación en una zona ejidal de las afueras de la ciudad. Los asistentes no tendrían valor para volver a sus casas; estarían asustados durante muchas noches. La ciudad, sin más, se lleva pronto la magia.
Además de las historias, la obra pone en relieve una serie tópicos aleccionadores; esto es, se habla de la virtud, ¿qué es ser virtuoso?, ¿tiene que ver la virtud con lo socialmente bien visto o con la bondad? Se habla de la envidia, ¿hasta dónde lleva la envidia?, ¿para qué sirve la vanidad? Se habla del amor, ¿es amor verdadero el que desea poseer a toda costa al ser amado? Y se habla, este es el tópico principal, de las enseñanzas de los viejos en el contexto de nuestras raíces prehispánicas. Esta es una buena ocasión para enaltecerlas.
ENTREVISTA A JUAN ANTONIO LLANES
¿Cuáles son los motivos que te llevan a montar las leyendas de origen prehispánico para llevarlas al teatro?
Los motivos son que nos hemos olvidado de cuáles son nuestros orígenes. Yo creo que regresando a los orígenes, sabiendo de dónde venimos, vamos a respetar más al indígena. Porque aquí en todo México, y más en la Ciudad de México, hay mucha discriminación hacia que eres “prieto” y hablas chistoso…, y eso a mí no me gusta. ¿Por qué no me gusta? Porque ellos, los indígenas, son los dueños de la tierra. Ellos son los dueños del país. Cuando llegué a esa conclusión de que gracias a ellos existimos, de que gracias a ellos comemos en una ciudad…, porque ni tú ni yo vamos y aramos la tierra, ni cultivamos el café que llega a nuestra mesa. Es cultivado por indígenas de Veracruz, de Chiapas, de donde quieras, pero esto está hecho por ellos. Ellos pusieron la semilla, la cultivaron; hablan su idioma, tienen sus costumbres muy respetables. Este es un país pluricultural, somos 42 países en uno, y creo que hasta más… Este es un país que está hecho de varios países, y eso se les olvida. Con eso de que tienes que desayunar, comer, cenar, trabajar en una oficina, con una computadora, todo se te olvida; que lo que comes está hecho por una tercera persona.
¿De dónde viene todo eso? Yo tuve hace 25 años, contacto con una congregación japonesa, donde hacemos una oración que dice “Señor, le damos gracias a todos por estos sagrados alimentos que son los frutos del cielo, de la tierra y del mar; le damos gracias a los que los sembraron; le damos gracias a los que lo cosecharon y le damos gracias a los que los trajeron a nuestra mesa”. Eso en web fue un golpe: valorar lo que traes puesto, lo que tienes, a quién lo hizo, cuánto esfuerzo hay en esas personas que son las que se están muriendo de hambre en el campo porque no les pagan lo suficiente. Si no fuera por ellos estaríamos muertos de hambre. Por eso yo quiero mostrarle a la gente de la Ciudad de México, que es la ciudad más grande del mundo, aunque sea en ese pequeño foro —por algo se empieza—; mostrarle las leyendas. ¿Por qué? Porque nos van recuperando, primero nuestra memoria de quiénes somos; segundo, vamos valorando a las abuelitas y a los abuelitos que tenemos en el pueblo, si es que todavía viven, y hasta vamos a respetar más al que habla como oaxaca, como oaxaquita, que le dicen; o al indito o al mayita, como le dicen en Mérida. Lo vamos a respetar más, no porque sea mejor que nosotros, sino porque es un descendiente directo, o indirecto, podríamos llamarle, de la cultura maya. Y vamos a estar conscientes de que ellos son los que siembran, de que ellos son los que hacen nuestros zapatos, de que ellos hacen la tela, ellos la cosen; de ellos son las manos mexicanas que hacen todo lo que nos ponemos.
Por eso hice una exhibición de la ropa que fue traída de allá; que fue comprada allá, y con lo cual se le dio beneficio a la gente de allá. Esas cosas no se compraron aquí; todo eso se compró allá. Aquí se compró la manta y dimos beneficio a la gente que hace manta, para que no dejen de hacerla. Pero los zapatos, los sombreros y todo lo de Yucatán, se compró allá. Entonces, los artesanos de ahí son lo que recibieron ese dinero. No sabes la cara de felicidad cuando le dije “quiero unos zapatos de este tamaño, de este, de este, de este…”; cuando les doy el dinero en efectivo. Les digo “¿cuánto es?”, y me dicen “mil pesos”. “Aquí están”… Era un puestecito en el mercado lleno de huaraches y zapatos; hechos de piel por el papá, por el marido de la señora que ves ahí cómo lo está haciendo… Entonces, todo eso, más el taxista que te lleva; más todo lo que tienes que tomar en cuenta de que estás dejando un beneficio económico a estas personas que se lo merecen porque es su trabajo. Entonces los traigo a la ciudad, ves los zapatos y dices “no, aquí no los he visto nunca”. ¿Viste los zapatos de los muchachos, que tenían sus brillitos? Y todo es piel, y todo es hecho a mano. Entonces eso a mí me da gusto. Les di beneficio a los artesanos mayas. Ahora le voy a dar beneficio a los artesanos de la Ciudad de México; me voy a ir con los verdaderos indígenas; voy a ir a los pueblos a donde hacen los zapatos, a donde hacen la manta, a donde hacen todo. Ahí voy a ir a comprar las cosas; no las voy a comprar en supermercados; las voy a comprar con ellos, para que entonces el público tenga esa sensación, como tú la tuviste, de “esto no es México, D. F., esto es otra cosa”. Y cuando escuches digas “bueno, esto es náhuatl”.
¿Por qué montas esta obra en este momento de tu carrera?
Porque de una u otra manera es cuando ya, a mi edad, entendí que lo que debí haber hecho siempre es esto, y que me distraje en otras cosas, me fui por otros caminos, me fui haciendo Chéjov, que es ruso, no es mexicano; me fui haciendo autores ingleses; me fui haciendo autores franceses…, y ¿lo nuestro, si estoy en una ciudad que fue la gran Tenochtitlan? Que digan lo que digan sobre cómo eran los aztecas, que eran sanguinarios; ¡era una civilización!, de la cual estoy muy orgulloso. Cuando voy al museo del Templo Mayor, cuando voy a las zonas arqueológicas, que las visito muy seguido, me siento orgulloso como si fuera yo parte…, ¡y lo soy! Cuando voy a Yucatán y voy a Chichén Itzá, a Tabal, a Abná, Xayil; cuando voy a Chiapas, a Palenque; a las zonas arqueológicas que están en la selva, Yaxchilán…, me siento como pavo. Y si puedo llevar a una persona que no conoce esa zona en Yucatán, o aquí, cuando vienen mis gentes de Brasil, me siento orgulloso de mostrarles de dónde vengo; ese es el orgullo. Por eso fue ahorita el momento ideal para hacer este tipo de teatro. Y por ahí me voy a ir. Si me hablan para otra cosa, puedo dirigir otra cosa, pero lo que está en mi corazón, mis sentimientos, es esto; por eso son varias obras.
¿Por qué leyendas de terror?
Porque casi todas las leyendas…, bueno hay muchas leyendas que no son de terror; pero yo creo que es una manera de jalar a la gente, el terror, el morbo; por ver cómo resuelvo o cómo se resuelve una mujer que se convierte en jaguar como la X’tabay, o una mujer que sale del lodo del monte. Eso hace que la gente jale porque si digo “bueno, voy a hacer la leyenda del Popo y del Iztaccíhuatl…”, está bonito pero ¡uh qué! Porque me estaban diciendo ¿por qué no haces la leyenda del Popo y del Iztaccíhuatl? ¿No debe de haber un nahual ahí, un hombre que se convierta en animal?, y ya me dijo Maurilio “sí, maestro sí hay varios; me voy a ir a Nochixtlán con él, a… no sé cómo se llama el pueblo, a la Sierra de Puebla, a esa comunidad; voy a estar un día ahí viendo el lugar donde espantan.
Ahora bien, es verdad que en la oralidad, estas leyendas, estas historias se cuentan a raudales ¿no? Pero en nuestro país en el ámbito del teatro, del cine, se ha incursionado poco en el terror. Evidentemente esto, cuando se ha hecho, no siempre tiene los mejores resultados, es como muy arriesgado ¿no?
Lo sé, lo estoy viendo en las cuentas…
¿Qué dificultades técnicas te ha implicado meterte con esto?
Cometí el error de aceptar este teatro que no es teatro, es un lugar para cabaret; estoy hablando del Concert Hall. Y las dificultades técnicas son que, en primera, no es la iluminación que yo quería, todo lo que yo tenía son cuatro reflectores y punto. Obviamente para un espectáculo así, la mayor parte de la escena es oscura; porque la obra empieza de noche y casi siempre es de noche; toda la obra de la X’tabay es de noche. Toda empieza en la noche y termina de noche todavía, en la madrugada. Técnicamente me implica un teatro que no es el adecuado. Técnicamente hablando no tiene el escenario adecuado para esto, si iba yo a gastar 10 pesos estoy gastando 20 ¿por qué? Porque tengo que duplicar, tengo que llenar de paredes un teatro que no tiene paredes, y un teatro que tiene una pared que dice Foro Cultural Luis Vázquez. No puedo estar haciendo una obra de terror donde dice Foro Cultural Luis Vázquez; no puedo, no puedo hacer eso.
Además es un teatro donde no te dejan clavar, donde no te dejan engrapar, ¡no te dejan hacer nada! Porque lo lastimas. Primero, técnicamente debe ser otro teatro; segundo, debe ser otro tipo de iluminación; tercero, con la música no hay problema… Luego, la publicidad, es un teatro que sí tiene diez años funcionando, pero funcionando para un grupito porque antes ese teatro se llamaba Teatro Centro Cultural de la Diversidad Sexual y pues, más que nada, eran obras gays las que se presentaban ahí y se siguen presentando, pero ya no todas. O sea, al quitarle Diversidad Sexual y dejarlo en Foro Cultural de la Diversidad abren el abanico y entran otro tipo de obras y les ha funcionado, a ellos les ha funcionado; las compañías que llegamos ahí tenemos que buscar este tipo de teatro porque es un teatro que nos sale barato. Económicamente es un teatro barato pero tiene sus problemas, tiene muy pocas localidades, número uno; punto número dos, el público; imagínate en un teatro como este una obra como Terror del Mayab, aunque ya hay otra obra…, y ya antes de que yo estrenara, había ahí tres obras de terror. No sé por qué. Damnation y Terror de no sé qué; o sea, de pronto se soltaron todas las obras antes de que yo estrenara, supongo que dijeron ¡ah! Mira ahí está la idea ¿verdad? Para sacar dinero; obras hechas sobre las rodillas, pienso; a lo mejor no es cierto, pero yo he visto como hacen una obra ¿qué quieres? ¿Una obra sobre el bullying? Ahorita te la hago, a las diez de la noche ya está lista la obra… A menos que seas un genio, ¿verdad? Solo así. Pero esto que estoy diciendo técnicamente implicó mucho gasto, mucho dinero, que ahorita no tengo; estoy con préstamos y préstamos y préstamos y préstamos y tengo que sacar adelante el proyecto, ya lo hice y ahora tengo que sacarlo adelante pero la verdad no tengo muchos medios para difundirla. Siempre me preguntan ¿y dónde está eso?, lo cual quiere decir que es un teatro, como le llamamos nosotros, frío. Cuando a un teatro va la gente se dice que el teatro está caliente, pero un teatro frío…, este es un teatro frío, hay que calentarlo, como decimos, y calentarlo cuesta muchísimo dinero; todo es dinero, desgraciadamente. Lo bueno es que tengo un equipo de actores que aunque nos peleemos y les grite, estamos en cooperativa; yo no podría pagarles un sueldo y ellos lo saben; tampoco les puedo obligar y decirles “toma, te vendes estos diez boletos, tú vende estos diez boletos y así podríamos tener éxito”. Yo no sé si hacerlo así, “…y si no los vendes me pagas el costo”. Muchas compañías así lo hacen. Para cada función “me vas a vender diez boletos… y a $ 400.00. Si no los vendes, yo no sé, tú me das $ 4000.00”; claro, son veinte gentes, imagínate cuánto dinero meten, esas son maneras de trabajar…
Pero técnicamente implicó todo eso; primero conseguir al autor. Los autores afortunadamente son amigos míos y me dieron toda la confianza del mundo al darme sus obras para que yo las modificara a como yo quisiera, porque el que sabe de teatro soy yo, según ellos. Entonces, bueno, con todas esas dificultades siempre hay gente detrás que te va respaldando y que te está echando porras y que te está diciendo “¡adelante!, ¡adelante!, ¡adelante! Por eso me aventé y dije “voy a empezar con este proyecto, yo sé que va a ser muy difícil, ¿a quién carajos le importan las leyendas mayas en México Distrito Federal si ni en Mérida les importan?”. Dije “yo voy a empezar”. Después de Voces Olvidadas yo estoy muy complacido de que sí hay público que no ha visto este tipo de cosas, y lo que yo hice el viernes fue abrir una puerta: leyendas indígenas en la Ciudad de México, teatralizadas, hechas espectáculo, hechas teatro ¿verdad? Con su toque de humor y con su toque de terror ¿no? Por eso es que estoy adelante con esto, yo creo que me va a ir bien sobre todo con Terror en el Mayab; ha levantado mucha ámpula.
Ahora platícame de la selección de las historias. ¿Por qué la X’tabay?
X’tabay es la historia más conocida en Yucatán, en toda la península; estoy hablando de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, tú hablas de la X’tabay ahí y todo el mundo sabe quién es, o ha oído hablar desde hace más de cien años. Es una historia que ha llegado hasta nuestra época, sigue en el 2014. Fíjate, estoy hablando de la X’tabay, por eso…
Por eso, la X’luuk fue una sorpresa. ¿Por qué? Porque el marido de mi sobrina, mi sobrina Bárbara, es escritor novelista, y de pronto me enseña su novela que ya está editada; se llama Flor negra. Resulta que Flor negra es la historia del X’tabay; es una novela de terror. Luego, ya lo contrató una editorial de Barcelona, lo cual me dio mucho gusto porque son tres obras hasta llegar a la última que es El enano de Uxmal. ¿Tú sabes la historia del enano de Uxmal? Fíjate: ¿quién construyo el Templo del Adivino en Uxmal? Es toda una historia, del mismo autor que escribió la X’tabay. La tengo yo, pero es para niños, se llama Ix; tiene un nombre en maya, pero es el enano de Uxmal. ¡Es toda una historia preciosa!, y todo el mundo la cuenta y es una leyenda. Pero esa no la puedo hacer, ¿por qué? Porque es mucho espectáculo, se necesita mucho dinero para eso; digo, si la quieres hacer como debe de ser, y esa ahi la tengo, para niños, ahi la tengo, muy padre, hecha por el mismo autor de la X’tabay.
¿Cómo llega la X’luuk? Ramón Valdés escribe novela, escribe cuento y es pintor; un extraordinario pintor de pintura mexicana.
¿Es yucateco?
No, es del Estado de México; se casa con mi sobrina y se va a vivir a Mérida, tiene años viviendo ahí y, entonces, lo que pinta es alucinante, de veras, ¡qué colorido tienen sus pinturas! Luego, platicando con él, me empieza a decir que él tiene un cuento “¿Cómo que un cuento?”, le digo. “A ver, cuéntame”. “Sí te lo voy a dar, tío”, me dijo. “La serenata”, se llama, premio nacional de cuento de terror. Yo no sabía, no tenía la menor idea; empiezo a leerla y digo “¡ay!, qué impresionante está esto”, y entonces la leo. Le digo “oye, me permites…” con un muchacho de Campeche, que me invitó a dar un curso en el Instituto de Cultura de Campeche, un curso sobre comida del arte, Gabriel Moré, se llama; me dice “maestro, haga usted algo, aquí hay cinco televisoras en Campeche”. “¡Ay!”, le dije, “¿cinco televisoras en Campeche…?”. Entonces me llevan a una a promover el teatro, mi curso. Dije “por qué no hacemos una serie para televisión, hecha aquí en el pueblo”. Entonces le digo “ya, yo tengo un cuento que te voy a adaptar que se llama la X’luuk, la mujer de lodo. “Aún no la conozco”. “Ahorita te la mando”. Entonces agarro el cuento y me pongo a hacer la adaptación, tú lo que viste es un programa de 25 minutos de televisión de la X’luuk, y lo hago teatro, porque el guion es médium short, no sé qué, noche, mañana uno, día, noche, desayunador no sé qué; o sea, todo está con estructura de televisión, se la mando y empieza con su grupo a hacerla, Hasta ahorita no me ha respondido, pero yo ya le avisé; yo le dije “yo ya estrené la X’luuk en teatro”. La pura historia que me dio Ramón Valdés. Hay más cosas en la historia; muchas. Convertí personajes de mujer en hombre y de hombre en mujer, para hacerlo con el mismo elenco de la X’tabay. Como verás, hay una historia con una mujer extra; en la X’tabay no hay más que una, la X’tabay; pero en la X’luuk hay dos, la señora grande es la otra. Yo no sabía; decía “bueno ¿de dónde sacaste esto?”. Me dijo “yo he estudiado”, y me saca los libros. “Aquí están los monstros del Mayab, aquí esta esto…”. Uno de los menos conocidos es la X’luuk, la mujer del lodo.
X’luuk no sé si es invento de él; me dice “no es invento mío”. Creo que es sacado de Chiapas, pero es zona Maya también: Chiapas, Tabasco, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice, Quintana Roo, Campeche, Yucatán; todo es zona Maya. Ahí está la X’luuk, en una de esas. No sé si es de los Tojolabales; de ahí, de la Sierra de Chiapas. De ahí sale la X’luuk, y todo el mundo dice “¿X’luuk?, ¿qué es eso?”. Es la mujer de lodo, el ente que vive en el monte, que nunca muere.
Es a la que le gusta que le canten ¿no?
Por eso se llama “La serenata” el cuento original, basado en “La serenata” dice, porque es el que le está cantando. Él está cantando porque está solo; está en su casa en el patio de su hacienda y está cantando “ella, la que hubiera amado tanto, la que llenó de música mi alma; me pide, con ternura, que la olvide; la olvide, sin odios y sin llanto. Yo que llevo tantas penas en el alma, que guardo tantas tumbas en mi alma, no sé…”.
¿Esta cancioncita de dónde es?
De Yucatán “…porque sollozo y tiemblo al cavar una más en mis entrañas”. ¡Es preciosa! Entonces yo dije “le voy a poner Ella; es una mujer”. Entonces la X’luuk, que estaba dormida por siglos, de pronto oye que le están cantando, ve al muchacho y le gusta, y luego a la noche siguiente le vuelve a cantar.
Ella está en el árbol…
Detrás del árbol; no la ves, está en la tierra. Al final en la historia original, la X’luuk, él quema el árbol, porque lo dejan solo; quema el árbol y de pronto el árbol empieza a incendiarse. Pero el árbol le empieza a incendiar toda la hacienda, y cuando él voltea la X’luuk está toda quemada de la cara, pero no muere, entonces lo agarra y mete su alma en el árbol. El cuento empieza cuando dice “Rebotó en el piso, siento como la sangre caliente corre y ahora desde mi ventana veo pasar a la gente”. En la hacienda surgió un árbol, en la recamara de él y en ese árbol está atrapado y está viendo como pasa la gente. Así termina el cuento, está impresionante; precioso el cuento.
Cuéntame de René Arjona.
Fernando René Arjona es un periodista de Milenio, del Novedades; es un actor que estuvo trabajando conmigo en El hombre de la Mancha hace mucho; al cual yo conocí en Yucatán a través de El hombre de la Mancha. Trabaja mucho en los periódicos porque es un periodista, primero trabajó mucho en unos periódicos de Cancún, después trabajó en el Milenio en la ciudad de Mérida. Parece que ya se salió del Milenio y se va a ir a otro periódico; me dijo ahora que lo vi. Él es un actor que escribe, él tiene una novela que subió a la Internet que es extraordinaria, se llama Serpientes y Aluxes. Si la lees dices ¡no puede ser, qué imaginación! yo la tuve que imprimir porque no podía leerla, la máquina me cansó. Dije ¿y ahora qué pasa?, ¿y qué sigue?, ¿y qué sigue?, ¿y qué sigue? Cuando yo leí esa novela, le dije “tú eres un excelente escritor” y, pues, le pedí que me hiciera El enano de Uxmal para niños. Desgraciadamente la hizo, pero ya no la pude hacer aquí por falta de dinero y por falta de tiempo. El Enano de Uxmal es una obra musical. Y es donde te platica toda la historia.
Aluxe quiere decir duende; son duendes que ayudan al dios Chaac, al dios de la lluvia; viven en las milpas. Fernando dice que todavía falta una historia sobre los aluxes. Los aluxes mataron a un antropólogo en Oxkintok. Kin es sol, sol negro se llama la ciudad. Está maldita esa ciudad. Yo tengo fotos de esa ciudad, Oxkintok. Entré al subterráneo, es el único subterráneo que hay ahí, es un laberinto, ¡ay no, qué maravilla! ¡Qué maravilla! Luego nos llevaron a otra gruta, en esa gruta vi pintadas, en la parte de arriba, ofrendas de osamentas, huesos; y luego caras de monos grabadas en las piedras, en las estalactitas. Casi nadie ha visto eso. Luego me di un baño de luna. Estaba la luna llena ese día; había un hoyo y por ahí entraba una luz entre plateada y gris. Te paras ahí y te conviertes en un fantasma ¡qué maravilla! ¡Ay qué cosa! Ya van dos veces que voy a esa ciudad.
Oxkintok era una ciudad que tenía en custodia todos los libros; era como la biblioteca de los mayas, en el subterráneo. Y luego, ahí vivía un lagarto que se comía a la gente, un como dragón, ¡no, no, no, no! Y los aluxes son los que custodian la entrada al laberinto, hay que pedirles permiso; unos duendes con los ojos grandes, las orejas grandes. Se llama Serpientes y Aluxes, alucinante verdaderamente la novela, alucinante. Yo la quiero volver a leer.
¿Una novela fantástica?
Una novela fantástica maya.
¡Ay! ¡Qué maravilla!
Ramón es lo que hizo, Flor Negra; pero lo hizo cinco años después. Sin saber, yo fui el que le dije “lee esto”. Y no la ha podido editar, pero eso se imprime y se edita ¿eh? Novela de fantasía maya. Es para hacerla película; esto es una película.
¿Dónde está la leyenda que él plasmó…?
No, la leyenda no es de él; son de varias versiones orales que tiene la gente, entonces él lo que hizo fue tomar por ejemplo a la verdadera X’luuk, que quiere decir mujer buena que es la X’tabay y la otra es la X’keban, que es la mujer mala porque era prostituta en el pueblo; pero realmente ayudaba a todo el mundo, y la otra era tan buena y tan perfecta que era una déspota.
Y envidiosa…
Y envidiosa. Por eso hace trato con los malignos, con los espíritus malos y regresa como una mujer bonita y bella, como era antes cuando era jovencita, a engatusar a los hombres viciosos, a hacerles maldades y a matarlos. Unos dicen que los ahorca con el cabello, el cabello lo tiene más abajo de la rodilla.
¿Tú realizaste la adaptación de las dos obras?
No, nada más de la X’luuk; el que escribió la obra de la X’tabay fue Fernando Arjona tal y como está.
¿Tú le pediste que hiciera la adaptación?
Yo le pedí que hiciera la adaptación. Y le dije “necesito una actriz que haga la X’tabay; va a pasar esto, esto y esto y ya, y échale imaginación”, le dije. Y ya me la entregó.
¿Él entonces es dramaturgo también?
Él es dramaturgo, claro. Te digo que él escribió la versión de El enano de Uxmal que es una leyenda hermosa, hermosa leyenda, de una bruja que fue castigada por los dioses.
¿En teatro o en narrativa?
En narrativa, yo la voy a hacer teatro, ya la tengo, ya me la entregó él, y es para niños. Es una bruja, bruja, bruja, bruja maya de la época prehispánica que vive en las afueras del pueblo y fue castigada por los dioses para que no tuviera nunca hijos. Entonces ella ya cuando está vieja tiene un hijo, les ruega a los dioses, y entonces los dioses le envían un huevo; ese huevo, cuando despierta, se rompe y sale un enano; un aluxe, y es su hijo. Luego, había una leyenda que se llama El címbalo de oro; a ella le encargaron un címbalo de oro.
¿Qué es un címbalo?
Es un gong, de puro oro. Se lo entregan en custodia. Ella lo tiene debajo de las cenizas donde prende fuego para hacer de cocinar. Entonces la leyenda dice que cuando suene el címbalo de oro quiere decir que el rey tiene que dejar el trono y dárselo a quien lo tocó, entonces ella cuando se supone que está dormido el hijo, voltea y ve que está dormido, saca el címbalo, lo limpia, lo contempla y lo vuelve a meter bajo la ceniza, Ella nunca se despega de la hoguera, pero hay un momento en que tiene que ir a buscar agua a un pozo porque en Mérida, Yucatán no hay ríos; entonces se lleva un jarro cargando y lo llena de agua. Él mide el tiempo que tarda en ir y venir la bruja, y en una de esas, sin que su madre se dé cuenta, le hace un hoyo al jarro en la parte de abajo.
Luego, la mamá agarra el jarro y dice “ahorita vengo, voy por agua”, y va y lo llena, y cuando ya está llegando, ya no tiene, y entonces se tiene que regresar, y así él tiene tiempo de ver qué es lo que su mamá saca. Y de pronto encuentra el címbalo y lo suena, retumba en todo el Mayab; el rey y todo el mundo escuchan eso, y ella también, y sale corriendo, y le dice “¿qué hiciste? ¿Por qué tocaste esto? ¿Qué no sabes que te pueden matar?”. Y en eso llega el consejero del rey que le habían dicho a ella que tuviera mucho cuidado. Ahora el rey tiene que dejar su mandato, pero no quiere. El rey dice “no”. Entonces le pone tres pruebas y le dice —el cilicote es un dulce que tiene una semilla que es muy dura, con martillo la partes y sale un coco adentro y ese te lo comes y es delicioso, cilicote en dulce. Los venden aquí en el mercado de Medellín— entonces la primera pregunta: ¿cuántos frutos hay en ese árbol? Pero como su madre tenía pacto con el murciélago y con el cuervo, que no es un cuervo, es un xcooc —así se le dice, es un pájaro negro, como el que está aquí en México, xcooc le llaman ahí—, en la noche el murciélago cuenta los frutos. Luego, cuando el rey le dice delante a todos “a ver ¿cuántos frutos hay en ese árbol?”, y él le dice 3 520, por ejemplo, y después dice “a ver, bajen todos los frutos” a toda su gente y eran 3 520 y pasa la primera prueba, al día siguiente viene otra prueba. “Vas a hacer un ídolo, la imagen de un dios y la vas a meter a la hoguera y si se quema pierdes tu derecho”, entonces le aconsejan los corcovados, que son amigos de él, y le dicen “hazlo de barro y ponlo a cocer”.
Él llega y el rey ya tenía su ídolo, según él indestructible; los ponen al fuego y se quema el del rey y el de él no, pues como es de barro entre más fuego, más se coce. Pasa la segunda prueba y llega la última, y en esa tiene que romper cien semillas de cilicote en la cabeza con un martillo o con un mazo y el que aguante eso será el rey; entonces, a él, en la noche, la bruja le pone un casco debajo de la piel y del pelo. Llega y le ponen las semillas de cilicote y se rompen las semillas y al él no le pasa nada; ponen el rey y al tercero lo matan, le quiebran el cráneo. Y entonces el enano sube, sube como rey. Pero le dijeron “ahora en una noche tienes que construir un templo para adorar a los dioses”, entonces los corcovados y las tortugas le ayudan y le hacen el templo del adivino que está en la zona arqueológica de Uxmal, que en los peldaños para subir, mi pie no cabe; las escaleritas son para un piecito pequeño, entonces tienes que subir en zigzag hasta arriba del Templo del Adivino y es ahorita el templo más hermoso que tiene Uxmal, la ciudad de Uxmal en Yucatán.
Y por eso dicen que era el rey porque además en la entrada, la estatura de una persona choca, pues la puerta de entrada es más abajo y las escalinatas son muy chiquitas. Y así está ahorita en el templo de Uxmal, entonces él se convierte en el rey. Es la historia de El Enano de Uxmal, es otra leyenda más; esa ya está hecha teatro y me encantaría montarla, es para niños, con música y todo, y ahí salen la bruja, el murciélago, el xcooc, el duende; o sea tiene todos los personajes que te acabo de decir; los corcovados, las tortugas…
Como director, háblame de los aspectos técnicos: de la luz, de la música, del vestuario. Yo tengo la sensación, o me quedé con esa idea, de que prácticamente pusiste la mano en todo. Entonces ¿quién realizó cada cosa?
Bueno, la música, yo compré el xompak, la trompeta esa maya que ves ahí; del taller salió esa niña Laura, a través de una directora de orquesta. Ella no conocía el instrumento, nunca lo había visto, cuando lo vio se enloqueció, entonces tuvo que aprender a tocarlo, se lo llevaba a su casa y en los ensayos lo traía.
¿Ella sola?
Ella sola; sí, además no pesa, lo que pasa es que está muy grande, está hecho de fibra natural, es fibra natural, todo es natural, entonces ella aprendió, le traje su hipil, le traje su collar maya, le traje sus zapatos, le traje todo a ella de Yucatán; le dije “te me peinas con chongo por favor, como las mestizas”. Luego le indiqué “aquí entra la música, a ver suénalo”, y empezó a sonar aquí esto, aquí lo otro; música original.
¿Ella la hizo?
Ajá, con los sonidos; y le di el aparato que está hecho con jícara y piel de animal. Le dije “aquí entran los efectos y aquí entra esto”. El vestuario yo lo seleccioné, dije este color, la X’tabay va en negro, la muchacha de la X’luuk, la primera va en verde. Los colores de los hipiles van de acuerdo con la edad de la gente. Seleccioné los colores. De los hombres seleccioné los vestuarios, dije “tú vas vestido así con manga larga, tú vas con manga corta, tú vas así…”, les traje las guayaberas de Yucatán, son las blancas con las que abren la obra, por eso ves la diferencia del vestuario de una obra a otra. Una es una hacienda cercana a Mérida, como a una hora de Mérida, y la otra es un pueblo. Entonces la ropa es diferente, toda la seleccioné yo; toda, hasta los zapatos, el color de los zapatos, todo. Yo seleccioné todo y le dije al escenógrafo cómo quería la escenografía, le dije qué es lo que quería y él le aventó su imaginación y me dijo “te lo voy a hacer todo en blanco y negro”, y le dije “es que no es esta tela, no la quiero blanca, la quiero manta”. ¿Por qué? Porque manta suena a indígena, no una tela blanca, suena a indígena la manta y es manta, todo es manta pintada a mano, todo; haciendo así puras siluetas de monte, para que no parezca teatro escolar, para que no parezca infantil por eso es blanco, el color de la manta más lo negro, que es así como es el monte con piedras; rocas y monte porque es semidesértico y el famoso henequén, está en una piedra del fondo, sobre una piedra sale el henequén. O sea, yo metí la mano en todo, porque es un concepto absolutamente mío, es un concepto mío. Todo así lo imaginé.
¿Quién estuvo checando la luz?, ¿tu asistente?
Yo monté la iluminación junto con él y él estaba arriba; track1 entra, sale, digo “trae la música”, todos los detalles de música.
Platícame del reparto, ¿de dónde los sacaste? ¿Qué tuviste en cuenta para la selección?
Los tipos. Antes que nada, los tipos físicos. Puesto que no hay mucho yucateco aquí ¿verdad?, y si los hay no son actores, ¡bueno!, uno que otro y casi no los conozco o son güeros de ojos azules como Peniche ¿verdad? Sí hay varios yucatecos, hay como tres o cuatro conocidos pero son güeros casi todos porque hay mucha gente rubia de ojos claros. Entonces agarré a Maurilio que es de la etnia náhuatl, y porque habla náhuatl y porque está en la edad, el que hace a Arturo, el chavo Arturo y el que hace al que está cucho ese es una actor que llegó de Sonora o de Monterrey, el tipo es alto, flaco, tipo mexicano, ya es indistinto. Dos, tres, al otro moreno, el chavo que se lo come la X’tabay, lo destroza, es tipo moreno también, tipo mexicano ¡pues morenos! A la niña le puse una peluca negra y le quité lo rubio del web, ahí no importa que tenga el pelo pintado en la de la X’luuk, es normal; le puse peluca a Tere Pavé en la X’luuk peluca con chongo para que se vea la mestiza clásica, la señora clásica; o sea, seleccioné los tipos por su color de piel, por su tipo.
¿Hiciste un casting?
No, ya los conocía, ya los conocía a todos menos a este niño, al que hace a Evaristo porque el papel de él lo estaba haciendo un actor que se llama Luis Curiel, pero ya no pudo porque está en una película.
¿Cuánto tiempo te llevó montar la obra?
Lo que pasa es que yo ensayaba una vez por semana y las últimas veces ya fueron dos veces por semana, ¿por qué?, porque no tenían tiempo de ensayar otro día ellos, porque todos tienen trabajo; son actores de doblaje algunos, algunos son actores que tienen otras cosas que hacer y entonces es bien difícil juntarlos.
Desde que concebiste el proyecto, te fuiste a Yucatán a comprar las cosas y todo, ¿cuánto tiempo tiene este proyecto?
Lo que pasa es que yo tenía en Yucatán Voces olvidadas y entonces cuando fui en octubre a Voces olvidadas me traje las cosas que necesitaba, ya una vez que quedó muy claro que las necesitaba, pero en el proyecto hay cosas que se están usando desde hace tres meses. O sea, desde que yo concebí el proyecto dije “me fui a Yucatán, aquí están tus útiles, empezamos a ensayar”, y ya lo último, último, fueron los zapatos y la utilería, y los sombreros que me trajo el autor de Mérida, que no tuve tiempo. Ya ves que los sombreritos son diferentes, son chiquititos, esos son auténticos, sacados del pueblo, me los trajo él.
¿Cuál es el punto de encuentro entre tus raíces y este tipo de proyectos?
Pues ya lo dije ¿no? El punto de encuentro es que quiero difundir de lo que me siento orgulloso, que es nuestra cultura prehispánica. Estoy hablando de todo el país, nada más que empecé con los mayas, que es lo que tengo más cerca, que es lo que a mí me hace vibrar porque es parte de mi familia y de mi historia, por eso. Por eso yo ahí me encuentro que yo admiro mucho la cultura maya, siempre, siempre, desde que estaba yo en la primaria —la primaria la curse aquí en el D. F.—, entonces cuando me hablaban de los mayas y de los indígenas y de las zonas arqueológicas, yo desde ese momento, de niño, decía yo “¡qué maravilla!”.
Tú te viniste muy chiquito ¿no?
Me trajeron a los siete años, la ciudad me recibió, pues, con este frío; es una crisis para un niño llegar de un mundo como ese a un mundo como este ¿no? Pero, pues, poco a poco me fui adaptando y empecé. Y la gracia es que vine aquí, porque aquí están las escuelas de teatro; si no, no hubiera yo estudiado; si no, no hubiera hecho yo televisión ni nada, porque ahí no hay nada, apenas hace unos años hicieron la Escuela Superior de Arte Dramático, apenas hace cinco años o seis años, ¡fíjate!, tengo sesenta y siete, sesenta y dos años tenía yo cuando inauguraron —o sesenta años— la Escuela Superior de Artes Escénicas. No hubiera yo hecho mi carrera, mi carrera la hice yo desde… debuté yo en 1966, en 2016 voy a cumplir 50 años en el teatro. Debuté en 1966, tenía yo… iba yo a cumplir 19 años, iba a cumplir 19, tenía yo 18;
¡Un chamaco!
¡Un chamaco!, ¡un chamaco!, y a los 21 años ya estaba yo en Europa, y a los 25 ya estaba produciendo. O sea…, es que esa era mi profesión desde niño, y ahí la descubrí, en Mérida, con una función de títeres, a los cinco años, me invitaron a una función de títeres en la casa de enfrente porque ahí se hacen, todos son titiriteros ahí, hay mucha cultura: música, danza, poesía, títeres. Hay una gran tradición de títeres. Entonces, yo vi la casa, entré y vi el escenario ese, el teatrino, iluminado en rojo, con su telón rojo y yo dije “yo quiero estar ahí”; a los cinco años “¡yo quiero estar ahí!”. Y lo cumplí.
Me quieres platicar algo sobre la serie que inaugura esta obra, porque es una serie ¿no?
Bueno, para la serie estoy en investigación con Maurilio, que es el más cercano que tengo del náhuatl y después estoy pensando en qué historias son, con cuántos personajes y quién la va a hacer. Posiblemente la haga yo, la escriba junto con Maurilio, puesto que Arjona…, se lo podría yo plantear a Arjona ¿verdad?, la podría hacer, desde Mérida me la manda, le mando la historia, le digo cuántos personajes quiero y en dónde pasa la historia y él me la puede hacer, ¡fácil!, entonces lo primero es Terror en el Anáhuac, que son las historias de los aztecas, Definitivamente de los aztecas, que va a haber muchísimas, muchísimas, incluso desconocidas, la más conocida es la leyenda de la Iztaccíhuatl y del Popocatepetl, pero hay otras. Después de eso sigue Terror en la Mixteca, tengo un amigo actor, que es maestro del CEDART de allá de Oaxaca, que ya le dije y me dijo “yo tengo una casa en no sé qué pueblo —me dijo—, cerca de Oaxaca a diez minutos, si quieres te vas a vivir ahí, un mes o no, vente acá conmigo —dice—, yo vivo con mi mamá, ella vive arriba, yo vivo abajo y de aquí yo te llevo y te voy metiendo en las historias orales de los indígenas zapotecos o mixtecos”. Depende si es zapoteco o mixteco, no sé cuál vaya yo a hacer; la que más me guste, y obviamente me traeré yo a una gente que hable zapoteco, un actor de Oaxaca, tendré que hacerlo, tengo que hacerlo, yo quiero que la gente oiga el náhuatl, quiero que oiga el zapoteco.
Luego hay una obra mucho más grande. La grandota es al canto maya Ix kolom che, El Libro de las danzas antiguas, de las danzas y cantos antiguos, La expresión de una cultura milenaria, así se va a llamar, La expresión de una cultura milenaria, canto maya, es el gran proyecto, el gran… que, por cierto, ya tengo al compositor yucateco; me mandó unas cosas por el internet de lo que puede hacer con la guitarra, ya con la guitarra me suena que es lo que quiero, ya dije “esto es lo que yo quiero”, ahora imagínate, me lo hace con timbales, con música prehispánica me lo hace, él es el que dirige, el director musical va a ser él, apenas estoy en tratos con él, lo que tengo que buscar es el dinero para que él pueda, holgadamente, empezar a hacer las cosas, y yo írselas corrigiendo, “no me gusta esto” o, “a ver ¿por qué me hiciste esto?”, o “aquí métele más timbales, aquí quítale timbales, aquí quiero que suenen las trompetas, aquí quiero esto”, de acuerdo a cada historia, como yo le dije “de acuerdo a cada historia, a cada canción, es la música”, pero la obertura tiene que ser “¡O fortuna grrr!” o sea es Carmina Burana pero no así, sino que suene así, “¡o Dios Chac… grrr! ¡ra ra ra grrrr!”. “Las vírgenes en…”, o “te bendecimos dios Kin, dios de un amanecer en los templos no sé qué”, y empieza a oírse “¡bu bu bu bu!”, los pájaros “¡bum bum bum!”, empieza a aparecer… el sol, en proyección atrás, ¿sí? ¡Un espectáculo!, yo me las pinto solo para espectáculos… nada más dime qué quieres… “yo nada más quiero esto”, y… eso sí, libro en la mano, nada de que te lo traigo después, ¡no!, quiero esto, quiero así, sí porque es un trabajo… de meses, y esperando que se me ponga histérica alguna actriz, o histérico algún actor, para tener tiempo para cambiarlos, luego no aguantan la presión.
¿Quieres agregar algo?
Nada. Ya te platique todo; todo, todo, todo, todo. Pues ese es el proyecto en el cual estoy ahorita, espero que yo lo vaya cumpliendo poco a poco, porque esto es un trabajo, no de ahorita, es a futuro, es mi visión.