Moctezuma Tonatiuh Fernández Cortés no sabía qué más hacer, el dinero, el tiempo y las ideas se le terminaban. Había fracasado en persuadir a su pueblo, aun cuando aplicó todos los medios concebidos. Pero lo peor eran esos malditos federales y los alienados aquellos del INAH que le pisaban los talones, tanto que ya le dolían. Y pensar que ésos eran los mismos obtusos que le negaran el financiamiento de su magnífico proyecto. Fue ingenuo al pensar que unos burócratas privilegiados lo comprenderían a él y a su pueblo. Nunca debió decirles nada, así no hubiera avivado aún más el ansia que tenían de enjuiciarlo. Pero no lo atraparían tan fácilmente, los últimos años eran prueba de ello, pues al fin y al cabo el gobierno pocos registros suyos tenía; de algo —además del generoso dinero— le había servido trabajar en el comercio informal toda la vida.
Éste era su último intento, su última idea. Si funcionaba, podría dejar de preocuparse por pequeñeces como los federales, pues la realidad cambiaría radicalmente; si fallaba, fallaba para siempre, ya que tanto tiempo como fondos se terminaban del todo. Antes de encender la máquina, Moctezuma quiso contar de nuevo los rifles; eran bastante pocos para usarlos contra 500 hombres, pero eran los que había podido conseguir. No quería llegar a tanto, no lo sentía honesto, mas al fin le daría a su pueblo el poder del rayo también. Era el último recurso, el poder igualitario del fuego supliría la falta de una Alianza Intermesoamericana —como él la llamaba en sus sueños— contra el demonio blanco. ¡Cómo había fallado en que su pueblo tuviese la iniciativa de confederar tal alianza! Apenas llegó a contar tres rifles, cuando recordó su primer intento en el año 3 técpatl, la vez que desplegó hologramas de amenazantes carabelas españolas por todo el Valle del Anáhuac, tratando de avisar a su pueblo con bastante antelación lo que les esperaba en el futuro inmediato; y sabía, por los libros de Historia, que lo había logrado con la ayuda del sabio adivinar del rey Nezahualpilli. Pero México seguía siendo México e intuía que no sería suficiente un aviso tan indirecto y solitario.
En el año 5 tochtli pudo regresar y aprovechó el ambiente supersticioso que causó un cometa que cayó entonces para raptar a una princesa azteca y explicarle a través de señas, imágenes y videos todo lo que Europa significó para América. La pobre casi muere de locura ante tanta magia, cuento y ensoñación, y temiendo que al regresarla sin más la tomasen por loca o ella misma se convenciese de su locura, Moctezuma le demostró la verdad de sus sueños destruyendo con un arma de fuego un adoratorio del palacio donde vivía aquella señora, con lo que creyó quedaría demostrada la realidad de sus palabras y ella las difundiría. Mas, cuando Moctezuma regresó, todo seguía igual.
Otro año más próximo a 1519 intentó otra artimaña: vestirse, improvisadamente, de dios mexica: el mismísimo Quetzalcóatl, según él y su emplumado y brillante overol con alas y dos largos extremos como de sierpe, que más bien parecían dos cabezas, en una de las cuales puso una pantalla con videos e imágenes de los soldados españoles. Se presentó así en el Templo Mayor y creyó advertir a sus antepasados del peligro con todo el rigor de la situación. Otro año proyectó más hologramas sobre los cielos de Tenochtitlan, esta vez con más elaboradas imágenes y escenas de combates quinientistas que había actuado y filmado él mismo. Otro año intentó algo similar con un mensaje en náhuatl que había conseguido grabase una señora antigua de su pueblo, la cual fingía una gran pena por sus hijitos, quienes pronto serían destruidos si no hacían caso a lo que les advertían los dioses. Y otros años, casi todos los anteriores a 1519, ideó e intentó cosas similares, pero Moctezuma Fernández seguía volviendo a su México, y México no cambiaba. Una vez incluso pensó que sería más efectivo ir más atrás y plantar el miedo en el inconsciente de la población a través de una leyenda; llegó así al siglo pasado y en el año 1 ácatl se las arregló para “inspirarle” al mismísimo Rey Poeta un poema que no era sino una clara profecía, a la que le había dado muchas vueltas hasta decidirse a escribirla en el estilo directo de “En tal año como este / se destruirá este templo que ahora se estrena…”, aunque nunca se enteró de qué tan fiel había sido el nahuatlaca que contrató para traducirlo. Pero también fue inútil, y Moctezuma se resignó a no poder cambiar el sino de su pueblo más que con la fuerza del brazo, brazos calibre 7.62.
Moctezuma Fernández terminó de contar los rifles: 75, como los días que duró el sitio de la ciudad por Hernán Cortés, pensó, y encendió la máquina del tiempo. Antes de que esta formase del todo su usual destello rojizo, Moctezuma ya se imaginaba el aún más brillante futuro de su pueblo, su raza de bronce, cuando por fin triunfase con las armas que hoy él le regalaba tan bondadoso, igual que cuando Quetzalcóatl donó a los teotihuacanos la toltecáyotl. En definitiva, los federales estaban lejos de encontrarlo y este último plan era infalible: ya nada le impedía dar el paso de la victoria. Cuando regresase —estaba convencido— encontraría un mejor mundo, con mejores tradiciones, más avanzado, más natural, forjado con un más efectivo y amoroso acero que el de las espadas y arcabuces del español.
Con tan encomiables pensamientos, Moctezuma alzó la cara al techo, sacó su medalla y se santiguó tres veces, encomendándose luego luego a la Virgencita de Guadalupe. Estuvo entonces listo para avanzar.
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Nuestros dioses antiguos >> Panel decorativo >> Saturnino Herrán., México-1887-1918.
Rafael Alejandro González Alva nació en la Ciudad de México en 1993. Es Lic. en Diseño por la Universidad Autónoma Metropolitana y Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha trabajado en empresas y proyectos relacionados con el diseño gráfico y la literatura, de entre los que destaca haber sido parte del grupo de trabajo del PAPIME “Leliteane. Lengua, literatura y teatro en la Nueva España”, dedicado a la difusión y estudio de las letras novohispanas. Actualmente cursa el XVI Diplomado de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, que imparte el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura desde 2010. En 2020 comenzó a publicar verso y prosa breves en medios digitales.