Por Armando Escandón
“Cabe preguntarse: ¿cumplió
Maximiliano con sus máximas?”
Fernando del Paso
Edificios enteros se podrían llenar con las publicaciones realizadas en torno al Segundo imperio mexicano y a la figura de Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), personaje calificado como “usurpador”, “invasor”, “soñador ambicioso”, etcétera, por aceptar el trono de un país que, todavía joven tras su reciente independencia, se debatía entre una serie de posibles destinos.
El Maximiliano que continuamente atrae la atención es el fusilado –momento glosado desde obras históricas como el quinto volumen de México a través de los siglos, la Reforma, escrito por José María Vigil, hasta novelas como Noticias desde el imperio de Fernando del Paso o la emblemática pintura de Édouard Manet, La ejecución de Maximiliano–, pues el ajusticiamiento del emperador junto con Miguel Miramón y Tomás Mejía marcó el final de la llamada “Gran década nacional”, período comprendido desde 1857, desde la promulgación de la Constitución de ese mismo año hasta el fusilamiento de los personajes ya mencionados, el 19 de junio de 1867.
Egon Caesaer Conte Corti escribió lo siguiente sobre la educación de Maximiliano:
El archiduque había nacido el 6 de julio de 1832 como hijo del archiduque Carlos y la archiduquesa Sofía en el palacio imperial de Schönbrunn, esto es, era sólo dos años más que hermano Francisco José, que heredó el trono de Austria. Ambos jóvenes tuvieron el mismo preceptor, el conde Heinrich Bombelles, el cual estableció el plan de estudio que era más extenso cada año y comprendía una pasmosa variedad de materias.
Tampoco la religión era desatendida. […] También se dio gran importancia a los deportes y en particular a la equitación encontraba el archiduque Maximiliano gran placer […]
Después del ejercicio al aire libre volvía con tanto más placer a actividades serias. El archiduque se dedicó durante cierto tiempo a la pintura y al modelado, pero para lo que tenía más talento era para escribir. En el estudio de las artes y las ciencias encontró durante toda su vida, como él mismo decía, la “fuente inagotable de todo consuelo”.[i]
A continuación se presentan una serie de aforismos escritos por Maximiliano entre 1851 y 1862, forman parte de su libro Recuerdos de mi vida (1862) –su título original es Aus meinem Leben Reiseskizzen. Aphorismen, Gedichte–, originalmente se incluyeron en la última parte del referido título. [ii] La primera edición de ese libro se tiró en Viena, fue muy corta, contó con cerca de 50 ejemplares, mismos que el autor destinó a familiares, así como a diversos personajes de la nobleza y algunos amigos íntimos.[iii]
A su vez, el traductor francés de esta obra advierte:
[…] los que en fe de algunas páginas llenas de un entusiasmo juvenil e ingenuo por las glorias históricas de su casa, se sientan aun tentados en atribuir a Maximiliano preocupaciones monárquicas, y de creerlo infatuado de su grandeza de príncipe, y de los privilegios de su raza, harán bien en suspender su juicio hasta que hayan leído los Aforismos […] Hallaran en ellos la expresión de un liberalismo sincero, y pensamientos que no desdeñarían los espíritus más independientes e ilustrados de nuestra época.[iv]
Si bien, estos textos del segundo emperador de México no tienen la talla de los aforismos de Marco Aurelio, Georg Christoph Lichtenberg o Friedrich Nietzsche, conocerlos permite acercarse de otra forma, más allá de la anecdótica, a un personaje histórico para México como lo es Maximiliano.
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No es bueno contemplar muy de cerca a los grandes hombres: mientras más nos aproximamos a la luz, mayor es la oscuridad de las sombras, y cuando llegamos a acostumbrarnos a aquella acaba por no deslumbrarnos ya.
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Cada hombre tiene su locura particular y el que no la tuviera no sabría contribuir al movimiento general del mundo.
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No merece respeto quien no sabe inspirarlo.
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La lucha es el encanto de la vida: cuando cesa, queda sólo la máquina, porque en el espíritu huyó. Pero mientras el espíritu está en su puesto y el corazón late, la lucha es constante y sólo en ella está la vida, que concluye a su vez con el supremo combate de la muerte.
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Es necesario asir con energía a la fortuna y jamás abandonar el destino que nos marca.
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Existe una gran analogía entre una mujer hermosa y un niño; nos gusta hacerlos impacientar y jugar con ambos.
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A los hombres grandes se les reconoce por sus enemigos: quien no los tiene, tampoco en compensación tiene amigos.
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Un gobierno que no quiere ni puede oír la voz de sus gobernados es un gobierno carcomido que se precipita a su próxima ruina.
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Los cuatro poetas más grandes: Homero, Dante, Shakespeare y Goethe. Son los únicos en quienes se encuentra la expresión verdadera de su nación y de su época, y yo los llamaría genios universales, pues ellos pertenecen al mundo entero.
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El que no teme a la muerte ha progresado mucho en el arte de vivir.
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Con bayonetas no se extrae plata de las entrañas de la tierra.
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La confianza pública es el aceite en los ejes del carro del Estado.
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No puede negarse que el sistema constitucional se asemeja mucho a una báscula; pero el peligro no será grande si el punto fijo es el buen derecho.
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La expresión muy tarde es el mayor enemigo del arte de gobernar y señal cierta de debilidad.
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¿Quién es el que gana en las revoluciones? Los intrigantes, que se aprovechan, para sus miras ambiciosas, de las masas y de su sangre.
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El que siembra odios cosecha lágrimas.
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Poner a un enemigo en ridículo es matarle.
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Tarda más el cuerpo en descomponerse, que la memoria del muerto en borrarse.
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Los principios políticos no son aplicables a otro país que al nuestro.
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Vencer las pasiones es el primer paso al arte de gobernar.
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FUENTES CONSULTADAS
Conte Corti, Egon Caesar. Maximiliano y Carlota. México, FCE, 2003.
Habsburgo, Maximiliano. Memorias de mi vida. Memorias de Maximiliano. José Linares y Luis Méndez, traductores. México, F. Escalante, editor, 1869.
___________________ Máximas mínimas. Fernando del Paso, prólogo. José Linares y Luis Méndez, traductores. México, CONACULTA-Tumbona Ediciones, 2009.
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NOTAS
[i] Conte Corti, Egon Caesar. Maximiliano y Carlota. México, FCE, 2003, pp. 34-35. Las cursivas son mías.
[ii] En 2009, Tumbona Ediciones realizó una edición de los aforismos bajo el título Máximas mínimas de Maximiliano, con prólogo de Fernando del Paso.
[iii] El traductor francés (sin nombre), “Prólogo”, en Habsburgo, Maximiliano. Memorias de mi vida. Memorias de Maximiliano. José Linares y Luis Méndez, traductores. México, F. Escalante, editor, 1869, p. VI.
[iv] Ibíd., p. XI.
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IMAGEN
Maximiliano >> Óleo (1964) >> Franz Xaver Winterhalter
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