Para Nico
No mueras nunca, Hermano de corazón.
Mi cuerpo sería un hoyo negro extraño,
no de los que tragan todo lo que cruzan
su barrera hasta llegar al punto de singularidad,
sino de los otros; los emisores de energía
que desaparecen objetos, almas, ilusiones,
esperanzas, el agradecimiento para amar
a otros seres vivos, dolores…
Todas esas cosas, emociones y sentimientos
que vuelven humanos a los hombres.
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¿De qué apego hablas?
No es sino la siembra y cosecha de tus quehaceres
de hombre de bien, con principios nobles.
Hasta la señora de la tienda de la esquina reconoce
tu bonhomía, tu calidez, y ese ir por el mundo
repartiendo sonrisas, consejos y lo que se ofrezca.
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Dádivas que el Creador y tus ancestros
te entregaron para que las disperses entre la gente,
así como el amento de los nogales.
Te recuerdo esto:
las flores femeninas del nogal
son fecundadas por el polen,
que tiene cerca de dos millones de granitos.
Pues bien, querido, tu vida es, hoy por hoy, y seguirá así;
es decir, esos millones de bolas microscópicas
han fecundado seres vivientes del planeta,
con tu vida, ejemplo, sabiduría y acompañamiento.
Muchas gracias, amado mío.
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Recuerdo cuando íbamos a pescar al río o a la presa.
Lo vivo ahora mismo:
pasamos horas en la lancha de remos.
Tú sacas muchas mojarras y pescados bigotones,
yo, una mojarrita que me vuelve loca de contento,
con mi cargamento, como dice la canción.
Es la única atrapada en mi vida nada corta.
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Tu calidad única hace que aun la tierra,
—de donde cosechas nueces, duraznos, peras y ciruelas.
Te la reconozca.
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Cuando sutilmente o de repente vayas
a calentarla con tu carne y huesos.
Ella, amorosa te albergará.
cada partícula te dará besos.
Tendrás un tesoro de millones de ellos.
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Tierra mía y de todos, muéstrale tus versos a mi hermano:
“Carnes finitas son y yo lo apruebo.
No hay tiempo de refrendar enmiendas.
Con toda la intención los amancebo.
Agradecidos sigan el camino.
La estancia aquí en el hoyo es instantánea.
Yo sólo resguardo sus huesos y su carne.
Las almas y espíritus no están aquí.
Nomás tráiganle flores a los restos”.
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Hazle saber que no está solo y nuestros recuerdos
y agradecimiento lo acompañan cada minuto.
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Dale a beber tus minerales,
mezclados con agua de tu manantial sin fin;
el del subsuelo.
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Tierra hecha de puro candor,
dile cuánto lo quieres, lo honras
y das gracias a Dios por su existencia.
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Lo que nunca he aprendido de ti, hermano,
es a tener paciencia.
Mi niña interior es impulsiva y desesperada.
Y la grandota también.
Tema de muchas conversaciones y pocos
resultados a favor de tu alocución.
Te he dado argumentos del porqué soy así,
y no te convenzo.
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Hermano mío: si yo me voy antes,
llévame muchas rosas blancas y rojas.
Podré olerlas y quizá mirarlas.
Agosto de 2022
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IMAGEN AL EXTERIOR
Rosas >> Óleo >> Eva Garrido Romero
María Estela Aguirre nació en el estado de Chihuahua en 1955. Estudió la maestría en Enseñanza e Historia de la Biología en la UNAM y es doctora en Ciencias en Educación Agrícola Superior por la Universidad Autónoma Chapingo y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Costa Rica. Sin embargo, sus gustos literarios la han llevado a explorar diferentes caminos; así, desde 1995 tomó talleres con el poeta Rolando Rosas Galicia y el escritor Óscar de la Borbolla. En 1997 obtuvo el primer lugar en cuento en el certamen “Letras, Voces y Miradas”, organizado por la Universidad Autónoma Chapingo, y en 1998 ganó el segundo lugar en poesía en ese mismo certamen. Es autora del libro de cuentos y relatos “Arruga la nariz muy preocupada” (2001) y colaboró en el libro ”Tejedoras de Historias” (1996). Actualmente estudia en los talleres de “Sombra del Aire” y “Sembrando Voces”.