8. EL EQUILIBRIO DE LOS OPUESTOS (3/4)

por Alejandro Roché

ABRAXAS

Con ambas manos, Dadahellux toma la palma de Aya Sofía y da un beso a la parte interna de la muñeca, la cual rápidamente empieza a derramar sangre, toma la otra mano e igualmente besa su muñeca interna, y así lo mismo con Aya Irene y Aya Dinamis. Las tres hermanas comienzan a desangrar de pie, y al tiempo extienden sus manos formando la señal de la cruz.

—Ellas, tus hijas serán la unión entre la divinidad y el mundo terrenal. De esta sangre derramada, nacerán las doncellas protectoras de tu prédica. Déjalas, no tengas cuidado, son diosas igual que tú, y no pueden morir; tu voluntad es la mía.

Las tres mujeres se colocan una frente a la otra, conformando un triangulo, y en el centro se hallan Dadahellux y Deizkharel.

—Híncate, póstrate ante tu padre, él te hará acreedor de sus tesoros más preciados—Deizkharel en dirección al norte, cae de rodillas e inclina la cabeza

—Padre mío, sea tu palabra mi voluntad y mi deseo —Dadahellux, frente a Deizkharel, besa su propia palma izquierda y comienza a brotar sangre, sopla sobre ésta, separándose el cúmulo en siete gotas, las cuales derrama en semicírculo de oriente a occidente alrededor de Deizkharel. Al caer cada gota y tocar el suelo, el líquido transmuta en un huevo negro. Después, su mano derecha es tocada por sus labios e igualmente brota sangre, sopla sobre ella para formar nuevamente siete gotas que caen para completar un círculo. Esta vez, al caer las gotas toman la forma de un huevo blanco.

—He aquí las catorce joyas que ornamentan el cuello de tu padre.

Los catorce huevos se resquebrajan al unísono. De los huevos blancos emprenden el vuelo siete palomas jugueteando entre ellas. De los huevos negros nacen cuervos; estos últimos, sin volar, pelean entre sí alrededor de Deizkharel. Dadahellux da siete palmadas y todas las aves revolotean sobre la testa del postrado. En pleno vuelo, cada cuervo se aparea con una paloma. Después de varios minutos de forcejo y cópula, en donde las plumas danzan en el aire, las palomas caen desfallecidas.

Ya en el suelo, los cuervos picotean los cuerpos caídos, desgarrándoles las carnes, hasta que de cada esqueleto se vislumbra un huevecillo pardo, entonces los siete cuervos caen muertos y son devorados por gusanos nacientes desde sus entrañas. Una vez consumidos los cuervos, cada huevecillo se resquebraja y de ellos brota una esfera con lenguas de luz consumidas por lenguas de oscuridad, y viceversa. Las sietes esferas giran en torno a Deizkharel.

Durante la rotación de las esferas, de la tierra nacen cuatro soles; uno en cada punto cardinal, y con las antorchas celestes en ascenso hacia el cielo, en torno a Deizkharel, primeramente en dirección norte a unos cuantos pasos de él, brota un manantial de almizcle, luego una columna de incienso, una de esencia de mirra, una de aroma de aloe y de fragancia de flor de alcanfor, las cinco esencias conforman un pentagrama.

Deizkharel se levanta, camina, estira su mano recogiendo esencia de almizcle entre sus palmas, toma tres sorbos y antes de beberla, pronuncia: “LOD”, “HE”, “VAU”. Toma otras dos porciones y antes de sorberlas, Dadahellux pronuncia: “ALEPH”, y “TAU”. Después se dirige al incienso brotante, aspira cinco veces la fragancia y pronuncia “LOD”, “HE”, “VAU”, mientras Dadahellux pronuncia “ALEPH”, y “TAU” en las dos ultimas aspiraciones. La misma acción se repite con las esencias restantes.

Posteriormente, Deizkharel vuelve a hincarse de cara al norte. Dadahellux camina hasta él con la mirada entre el cielo y la tierra y, por sobre la cabeza de Deizkharel, proclama.

—Cielos y Tierra, Mortales y Dioses ¡He aquí a mi hijo! Éste es mi elegido, póstrense ante él, pues mi estigma esta en su pecho, en su frente y en su espíritu. Quien ose tocarle un cabello será castigado doce veces. Este es mi niño.

Dadahellux coloca sus manos sobre la cabeza de Deizkharel; al instante las sietes esferas de luz penetran en él y su desnudez centellea con el ímpetu de un sol.

Mientras en la lejanía, desde el norte nace una marejada de fuego; del sur, un manantial de agua brota del cielo; por el oriente se arrejunta un pilar de tierra; y por el occidente se forma un remolino de aire. Las cuatro manifestaciones se aproximan a Deizkharel, y entremezclándose a su alrededor, forman una cúpula sobre de él y de Dadahellux. Las mujeres recién nacidas se hallan en el perímetro de la semiesfera.

—Él es mi hijo, el más amado de entre todas mis criaturas. A partir de este día tiene el poder para cerrar el cielo y abrir las puertas del infierno. Hijo, levanta la cara y erige tu cuerpo —se dirige a Deizkharel.

Ahora el cabello de Deizkharel se ha tornado blanco, sus manos son de oro, los pies de bronce, y de su corazón se desprende incienso elevándose a donde las estrellas. Con un velo en el rostro se levanta por sobre la tierra y el cielo, y con mirada de león, da siete pasos de frente, extiende sus manos, y del sol posado sobre este punto cardinal desciende un Carnero con lana de oro, el Centauro Quirón, y el León de Nemean para ofrendarle en cuenco de barro el Fuego. Deizkharel lo acepta llevándolo a su corazón; regresa al centro. Da media vuelta y nuevamente da siete pasos, y del sol colocado en el sur, desciende un Cangrejo, un Escorpión, Afrodita y Eros. Estos dos últimos al tocar su ofrenda se convierten en peces y, en un cuenco de plata, le ofrendan el Agua. Deizkharel la vierte en sus genitales; regresa al centro, da un cuarto de vuelta, camina en dirección oriente y, al séptimo paso, del sol en este punto cardinal desciende un Toro Blanco, la Cabra Amaltea y la Virgen Demeter, quienes en un cuenco de oro le entregan la Tierra. Deizkharel la toma, esparciéndola en su piel, de espaldas regresa al centro y da media vuelta para caminar con siete pasos hacia el occidente y del sol que ilumina este punto cardinal descienden los gemelos Castor y Pollux, el aguador Ganímedes y Astraea, para ofrendarle el Aire en un cuenco de jade. Deizkharel lo toma y lleva a su cabeza, vertiendo sobre ella la ofrenda.

Deizkharel regresa al centro y los cuatro soles opacan su luz precipitándose a los abismos reducidos a cenizas. Entonces, Deizkharel dirige su mirada al cenit, y ve a Jibril con sus cuarenta pares de alas retroceder hacia el este siendo derrotado por los cuarenta mil Caballeros de L´Enfer. En tanto la Hija de Sion descalza penetra en el desierto de Seth , mientras el cielo palidece al ascender la noche desde los abismos insondables de la Tierra, porque Gea llora a sus hijos ahogando la angustia en el eco de sus entrañas.

—Ahora ya eres digno de tu padre. He aquí seis capullos de algodón formados de la sangre derramada por tus hijas. Observa cómo seis vírgenes de cabellos dorados emergen de entre la sangre purificadora.

De Diaumild aprenderás a ocupar el lugar que yo te otorgo. Siendo el más pequeño de mis hijos, tu lugar es privilegiado, y con ella a tu lado serás el más grande de entre todos los dioses.

La reflexión debes apropiártela de Cepdunira, ella debe ser tu mano derecha y no darás paso sin escuchar su consejo.

A Otomicienger la tomarás en brazos, haciéndola tuya seis veces cada luna, una vez pasadas doce lunas, Aya Sofía se entregará a ti y la poseerás como joya preciosa.

Con Poetser sólo copularas cuando sientas la presencia de tu padre; pues sólo en su nombre debes tocarla; tu padre es el único al que debes temer.

Cuando el cansancio consuma tus fuerzas, sientas desfallecer en un suspiro, y la tentación a desacatar el mandato de tu padre ronde tus pensamientos, es entonces que debes entregarte a los brazos de Ebondenaici; ella en remembranzas mantendrá presente el pacto de la Natura con su hijo.

A Idargnivi debes hacerla tu esposa, amiga, amante, hija, madre, musa y diosa, pues sólo a su lado puedes caminar entre los mortales y hablarles de mí. Ten cuidado, no te pierdas de su mirada, no repudies su presencia, sólo ella puede mantener puros tus pensamientos, libres de toda falacia que tus hermanos confabulan en contra de su propia sangre .

Ahora, Dadahellux desgarra el pantalón de Deizkharel y, sin dar muestra de dolor, lo castra, extirpando de su escroto tres testículos. Dadahellux escupe en ellos y los arroja dentro del pentagrama que conforman las cinco fragancias. Solemnemente Dadahellux se dirige hacia Deizkharel.

—He aquí, los varones que han de desposarse con tus hijas.

Dadahellux camina, colocándose tras Deizkharel, y ambos observan que de los testículos emergen tres mancebos de cabello negro ensortijado. El más hermoso de los tres se acerca e hinca ante Deizkharel, besa su mano y, presentándose, dice:

—Padre, yo soy el Señor del Fuego y de la Luz y pido por esposa a Aya Sofía.

Deizkharel, en un ademán, le ordena acercarse a su hija y toma la mano de ella para dársela al varón que tiene a sus pies. El segundo mancebo se acerca, hinca, besa la mano de Deizkharel y se presenta como el Señor de las Moscas, y pide por esposa a Aya Irene. Él acepta y da a su hija en unión. El tercer mancebo repite el mismo saludo haciéndose llamar el Señor del Misterio y la Clarividencia, y pide por esposa a Aya Dinamis. Deizkharel acepta dando la mano de su hija a este último .

 

Alejandro Roché nació en el Edo. de Méx. en 1979. Ingeniero en Comunicaciones y Electrónica por el Instituto Politécnico Nacional. A la par de su desarrollo profesional como programador informático, se ha ejercitado desde temprana edad en la disciplina de la Literatura, sobre todo en el campo de la narrativa. Lector ávido. De 2000 a 2005 formó parte del Taller de Creación Literaria del escritor Julián Castruita Morán dentro de las instalaciones de la ESIME-Zacatenco del IPN. Durante los próximos años escribió la novela Abraxas, hoy publicada por entregas y disponible en este medio. Colabora con profusión en Sombra del Aire desde mayo de 2015.

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