TIERRA, AIRE, AGUA Y FUEGO EN EL POEMA “CEMENTERIO MARINO” DE PAUL VALÉRY

por Vladimir Espinosa

Por Vladimir Espinoza Román

El presente ensayo está enfocado en los cuatro elementos de la naturaleza: tierra, aire, agua y fuego encontrados en el poema “El Cementerio marino” de Paul Valéry. El fuego es el símbolo de la luz, emanado del sol, el fuego es el que ejerce la acción en tanto que corresponde al acto de la iluminación y la purificación. El agua ha sido interpretada aquí como la metáfora del tiempo, la cual puede arrullar pero también puede ahogar y sacudir todo lo que se cruce en su camino. Así mismo, también tenemos la referencia al mar, como si este fuera algo cíclico, ya que el tiempo siempre está en constante movimiento tal como lo hace el mar con sus olas. La tierra simboliza a la naturaleza, al hombre, al cementerio. Finalmente el aire representa el alma, el espíritu, el cual en la búsqueda de la liberación se separa del cuerpo para encontrarse así mismo y obtener la liberación terrenal. Cabe señalar, que he interpretado los cuatro elementos desde un punto de vista simbólico, es decir, intento descifrar estos cuatro elementos como símbolos en el poema.

Con este análisis de símbolos encontrados en las metáforas del poema, me gustaría entender y apreciar más desde esta focalización a Paul Valéry, el cual también abreva de la poesía clásica grecolatina, pues podemos ubicar fácilmente a Catulo, Horacio, Ovidio y a Píndaro, por mencionar algunos. Me he basado para este ensayo en la traducción de Bernardo Ruíz en la edición bilingüe del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, de la colección La Mosca Muerta, de 2004.

Tierra

Lo óptimo en verdad, el agua; y el oro, cual quemante fuego,

más en la noche resplandece que soberbia riqueza.

Mas si alabar las luchas

anhelas, pecho mío,

no, que el sol, otro astro

busques ya, más cálido, de día en el éter yermo reluciendo…

Píndaro, Olímpicas[i]

 

Chacahua IV 2015 215Antes de comenzar el poema, decidí incluir a manera de epígrafe una estrofa del poeta Píndaro ya que noté la influencia de este poeta sobre Paul Valéry, en esta estrofa el poeta griego menciona a los elementos que pretendo analizar en el poema de Paul Valéry. Al principio del poema “El cementerio marino” encontramos unos versos del poeta griego, de sus Piticas III, “No ambiciones, mi alma, vida sin muerte; y sólo aquello a tu alcance anhela”. Esta introducción del poema nos da un indicio de lo que quiere transmitir Paul Valéry, la lucha de la vida y la muerte a lo largo del poema. El alma está relacionada con el cuerpo, y al ser despojada de este surge la muerte, pero al mismo tiempo se busca la inmortalidad. La tierra como símbolo del cementerio es polvo, y el cuerpo es materia en donde se encierra el alma.

 

Ah, para mí solo, sólo a mí, en mí mismo,

próximo a un corazón, en los orígenes del poema,

entre el vacío y el acontecer puro,

aguardo al eco de mi grandeza interior,

amarga, sombría y sonora cisterna

¡Resuena en el alma un vacío siempre por venir![ii]

 

El poeta hace una introspección en su alma, en su ser interior, en su propia tierra que es materia, para comprender tanto el sentido de la muerte como el sentido de la vida. Todas las alusiones terrestres en el poema, nos remiten a la muerte, pues el cuerpo muere, perece, pero el alma es eterna:

 

¿Sabes tú, falso cautivo de follajes,

golfo devorador de enrejados frágiles,

en mis ojos cerrados, secretos deslumbrantes,

qué cuerpo me arrastra a ese perezoso final,

qué frente lo atrae a esa tierra ósea?

Un destello y pienso en mis ausentes.[iii]

 

Ese destello es el alma, y los ausentes son destellos luminosos cuando los recordamos. En las numerosas representaciones antiguas del mundo la tierra es una diosa madre, de ella emanamos, nos alimentamos y a ella volvemos en la muerte:

 

Escondidos, los muertos están a gusto en esta tierra

que los calienta y reseca su misterio.

Mediodía en lo alto, Mediodía sin movimiento

en sí se piensa y consigo conviene…

Testa completa y perfecta diadema,

soy en ti el secreto cambio.[iv]

 

En “El Cementerio marino” tenemos la dramática descripción del destino del alma, que clama al espíritu eterno, cuando queda desterrada de su patria divina y confinada a este mundo de lo corpóreo y de lo corruptible. Encontramos la clara evidencia de la influencia de Empédocles en Paul Valéry para escribir el poema, pues el filósofo griego tal como cita Werner Jaeger, comprende el mundo y el transitar del alma humana en sus cuatro elementos:

Hay un decreto de la Necesidad, hace mucho emitido

Por los dioses, eterno y sellado con vastos juramentos,

Que siempre que un demonio que tiene una larga vida por suerte…

Tres veces se apartará de las moradas de los bienaventurados por diez mil años

Y nacerá en el tiempo bajo toda especie de formas mortales,

Alternando los arduos caminos de la vida. Pues el Aire

Con su poder le dirige a la Mar, y la Mar a su vez

Le arroja al suelo de la Tierra; la Tierra le avienta

A los rayos del Sol brillante; el Sol lo devuelve

A los torbellinos del Aire. Uno se lo pasa al otro

Y todos lo desprecian. Ahora yo también soy uno de esos,

Un desterrado de Dios y un peregrino, que pongo mi confianza

En la lucha furiosa…[v]

 

La Tierra como símbolo en “El Cementerio marino” es como dice Jean Chevalier: “la sustancia universal, el caos primordial, la materia prima separada de las aguas, materia de donde el Creador forma al hombre. El semen del cielo.”[vi]

 

Aire

 

El Aire es uno de los cuatro elementos, junto con la tierra, el agua y el fuego, conforman las cosmogonías tradicionales. Es junto con el fuego un elemento activo y masculino, entendido así, la tierra y el agua son consideradas como formas pasivas y femeninas. Simbólicamente el Aire está asociado al viento, al soplo de vida. Representa el mundo sutil, intermedio entre el cielo y la tierra. Es también un símbolo sensible de la vida invisible, un móvil universal y purificador. Esto lo podemos ver claramente en la siguiente estrofa de Valéry:

 

Llegado aquí, el futuro es pereza.

El insecto eficaz escarba la sequía;

todo está quemado, deshecho, acogido por el aire

por no sé cual esencia grave…

La vida es vasta, ebria de ausencia,

y la amargura, dulce, y el espíritu claro.[vii]

 

Cuando el poeta está de frente contemplando el cementerio, entonces... “el futuro es pereza”, sin embargo, todo lo acoge el aire, “por no sé cual esencia grave”, y de inmediato surge la vida, la vasta vida, y lo amargo se vuelve dulce y el espíritu es iluminado por esta revelación. En otra estrofa tenemos:

 

¡No, no!… ¡De pie!… ¡En la era por venir!

¡Rompa mi cuerpo esta inquietante forma!

¡Beba mi pecho el nacer del viento!

Una frescura, por el mar exhalada,

me devuelve mi alma… ¡Oh potencia de sal!

¡Corramos tras la ola en su restallar viviente![viii]

 

Resurge la vida, todo vuelve con una frescura, hay un aire renovador, símbolo de vida y espíritu, ha acabado el pesimismo de la muerte, la reflexión poética se mueve de una idea a otra, de la muerte a la vida, todo cambia y evoluciona en el poema, como vemos en la última estrofa:

 

¡Se alza el viento!… ¡Hay que intentar vivir!

¡El inmenso aire abre y cierra mi libro,

la ola pulverizada se atreve a surgir de las rocas!

¡Vuelen, páginas deslumbradas todas!

¡Choquen, olas! ¡Rompan con gozosas aguas

ese tranquilo techo donde se surten las velas de las naves![ix]

 

De la Tierra en donde seremos sepultados, de donde venimos y nos alimentamos para volver a ella, pasamos al aire de vida, al soplo del espíritu revitalizador, manifiesto en los vientos que mueven los barcos hacia nuevos destinos.

 

Agua

 

Nos dice Michel Cazenave: “Como elemento original, el agua es el surgimiento de toda vida, por ello está asociada a la idea de disolución y ahogamiento.”[x] También refleja el agua y el mar la idea del tiempo cíclico en sus movimientos, tal como decía Heráclito: “todo fluye”, con esto niega todo ser y lo disuelve en un constante devenir. Todo es cambio incesante, todo se muda, “no puede uno sumergirse dos veces en un mismo río, pues el agua que nos envolvió la primera vez, ha pasado ya en la segunda.”[xi] Cito la primera estrofa como ejemplo:

 

Ese manso techo donde pasean las palomas,

entre pinos palpita, entre tumbas;

el justo Mediodía allí enciende fuegos

¡El mar, el mar, siempre vuelve sobre sí!

¡Qué recompensa tras un pensamiento:

una larga mirada sobre la calma de los dioses![xii]

 

El mar vuelve una y otra vez, cambia todo el tiempo, se mueve en el atardecer. La tierra emana más vida que muerte, al igual que el universo. Nos dice Chevalier: “las significaciones del agua pueden reducirse a tres temas dominantes: el surgimiento de la vida, el medio ideal de purificación y el centro de regeneración. Estos tres temas se encuentran en las tradiciones más antiguas y forman las combinaciones imaginarias más variadas.”[xiii] Tenemos otra estrofa al respecto:

 

Estable tesoro, sencillo templo para Minerva,

masa de calma y visible reserva,

agua borboteante, Ojo que guardas en ti

tanto sueño bajo un velo de flama,

¡ay, mi silencio!… Edificio en el alma,

mas colmado de oro con mil tejas, ¡Techo![xiv]

 

El mar se convierte en una “masa de calma”, es la “visión marina”, como viene más adelante, asimismo es el “templo para Minerva” como dice la misma estrofa, donde la contemplación y el pensamiento humano se gestan:

 

Templo del Tiempo, que un solo suspiro resume,

a ese puro punto asciendo y me acostumbro,

rodeado de mi visión marina;

y como a los dioses mi ofrenda suprema,

el sereno destello siembra

sobre la altura un soberano desprecio.[xv]

 

Aquí el tiempo va y viene una y otra vez de manera cíclica, se purifica en automático, se regenera y comparte imágenes delirantes:

 

¡Sí! Gran mar dotado de delirios,

piel de pantera y clámide horadada

por miles y miles imágenes del sol,

Hidra absoluta, ebria de tu carne azul,

que vuelves a morder tu fulgurante cola

en un tumulto al silencio semejante.[xvi]

 

Su hermosa y resplandeciente carne azul, carne que al sólo verla emborracha, natural imagen y sensación vivida para griegos, romanos y galos colindantes al mar mediterráneo. Lo escenifica al mar Valéry con el ouroboros griego, es decir, la serpiente que devora su propia cola, simboliza el Mercurio alquímico y también la unidad esencial de la naturaleza”.[xvii]

 

Fuego

 

Las llamas del fuego son símbolo de la edad madura, del amor que debe arder. Como dice Chevalier en su Diccionario de símbolos: “Los innumerables ritos de purificación por el fuego, generalmente son ritos de paso, son pues característicos de culturas agrarias. Simbolizan en efecto, los incendios de los campos que se aderezan de un verde como manto natural y vivo.”[xviii] Tenemos un ejemplo en una estrofa del “Cementerio marino” de Valéry:

 

Cerrado, sagrado, repleto de un fuego sin materia,

fragmento terrestre abierto a la luz,

este lugar me place, dominado en llamas,

compuesto de oro, de piedras y de árboles sombríos,

donde tanto mármol tiembla sobre tanta penumbra;

¡el mar fiel duerme ahí, sobre mis tumbas![xix]

 

Lector permanente de los poetas y filósofos griegos Paul Valéry, hace referencia a Zenón de Elea, el inventor de la dialéctica y precursor de la filosofía socrática, mencionando también en esa misma estrofa al fuego:

 

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!

¡Me atravesaste con tu flecha alada

que vibra, vuela y que no se mueve!

¡El sonido me amamanta y la flecha me mata!

¡Ah!, el sol… ¡Qué sombra de tortuga

para el alma, Aquiles inmóvil con grandes pasos![xx]

 

Nos dice Francisco Montes de Oca en su Historia de la filosofía: “Pretendía Zenón demostrar, de una manera llamativa y con inusitada agudeza, que el movimiento y la pluralidad no existen. La prueba que aporta es la de la división prolongada al infinito: si las cosas son divisibles, jamás se llegará a un término en el que pueda detenerse la división”.[xxi] Por eso es cruel Zenón, pues niega el movimiento, el cambio, el devenir, y el pobre Aquiles por más que quiere alcanzar a la tortuga no puede. Y luego encontramos la siguiente estrofa:

 

Qué puro trabajo de finos destellos consume

plurales diamantes de imperceptible espuma,

¡y qué paz parece concebirse!

Cuando sobre el abismo un sol descansa,

obras puras de una causa eterna,

el Tiempo centellea y el Sueño es sabiduría.[xxii]

 

El sol, el astro sol, genera luz, fuego, vida, calor, brillo. En el atardecer, en la puesta de sol al mar, el tiempo fulgura y el sueño es sabiduría.

***

Los cuatro elementos los encuentro de manera simbólica en el poema. He intentado en este ensayo contribuir con la interpretación de esas metáforas simbólicas del poema “El Cementerio marino”. Apoyándome en distintos libros referentes a la simbología, he buscado dar una interpretación propia. Me he remitido como parte obligatoria a Píndaro.

A lo largo del poema se pesa en una balanza vida y muerte y se llega a la conclusión de que pesa más la vida en este mundo, en este universo, y que es mejor pensar en la vida. He disfrutado el poema, luminoso y bello, la traducción de Bernardo Ruiz nos ha acercado gratamente.

 

Obras Consultadas

 

CAZENAVE, Michel, Enciclopedia de los símbolos, Madrid, Pochothéque, 1996.

CHEVALIER, Jean, Diccionario de símbolos, Madrid, Ediciones Júpiter, 2002.

ÍÑIGO FERNÁNDEZ, Luis, Breve historia de la Alquimia, Madrid, Ediciones Nowtilus, 2010.

JAEGER, Werner, La Teología de los primeros filósofos griegos, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.

MONTES DE OCA, Francisco, Historia de la filosofía, México, Porrúa, 1984.

PÍNDARO, Odas: Olímpicas, Píticas, Nemeas, Istmicas, Introducción, versión rítmica y notas de Rubén Bonifaz Nuño, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005 (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana).

VALÉRY, PAUL, La joven parca, El Cementerio marino, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2004.


[i] Estrofa 1, p.1.

[ii] Paul Valéry, El Cementerio marino, estrofa 8.

[iii] Ibid., estrofa 9.

[iv] Ibid., estrofa 13.

[v] La Teología de los primeros filósofos griegos, pp. 145-146.

[vi] Diccionario de símbolos, p. 940.

[vii] El Cementerio marino, estrofa 12.

[viii] Ibid., estrofa 22.

[ix] Ibid., estrofa 24.

[x] Enciclopedia de los símbolos, p. 207.

[xi] Francisco Montes de Oca, Historia de la filosofía, p. 21.

[xii] Paul Valéry, El Cementerio marino.

[xiii] Diccionario de símbolos, p. 374.

[xiv] Valéry, El Cementerio marino, estrofa 3.

[xv] Ibid., estrofa 4.

[xvi] Ibid., estrofa 23.

[xvii] Luis Íñigo Fernández, Breve historia de la Alquimia, p. 263.

[xviii] p. 435.

[xix] Estrofa 10.

[xx] Ibid., estrofa 21.

[xxi] p. 25.

[xxii] Paul Valéry, El Cementerio marino, estrofa 2.

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