XX. LA VEREDA

por Alejandro Roché

INTROSPECCIÓN

—¿Tú crees en la muerte?

—Pues sí. ¿Por qué no habría de creer?

—No, me refiero a alguien con quien se pueda platicar, como tú y yo.

—Ah, pues realmente no sé.

—Mira, el sol, ya es tarde; aún nos falta pasar a bendecir las cosas y pasar al pan y no, no creo que nos dé tiempo, vamos a tener que tomar un atajo. Mira, ves el sauce llorón que está ahí adelante.

—Sí.

—Es un atajo.

—¿Sí?

—Sí, pero no cualquier atajo, mira, ve el sol, ya es tarde, ve en dónde está.

El cielo raso y algunas cuantas nubes, en tanto el sol estaba a la mitad entre el cenit y el ocaso.

—Sí, aún falta mucho para la noche.

—¿Sí, pero sí te fijaste en dónde está el sol? Este pasaje me lo enseñó mi suegro; era un buen señor…, lástima de suegra. Si hubiera sabido que en “eso” se convertiría mi esposa, ni cuando me le acerco, no quiero decir que sea una mala esposa, pero luego no la soporto, pero, pues, ya sabes, estamos casados y no sé la costumbre, las cosas diarias hacen que primero aceptes algo y luego otra cosa y cuando te das cuenta ya aceptaste una vida que no querías, sólo ves transcurrir los días uno tras otro, amontonándose como piedras en la barranca sin ton ni son. —Entramos a la vereda—. Mi suegro hace años que murió, pero muchas veces nos fuimos de parranda; veníamos por aquí para recuperar el tiempo perdido y que nadie se diera cuenta de nuestros pecadillos. La vida de casado no es tan mala, no quiero espantarte. ¿Eres soltero, o no? Tienes hijos y todo, al principio todo va bien, pero después algo no cuadra, sientes que toda la magia, todo lo bello se fue como si despertaras de un sueño, o quizá como si, sin darte cuenta, te fueras adentrando en una pesadilla. Tiene altibajos y todo, pero a veces son más los bajos que nada, y entonces te das cuenta que ya se fastidió tu vida. Están los hijos, que si no fuera por ello, esto sí sería un verdadero infierno. Quizás exagero porque la Brittany no es mala mujer, quizá yo fui el malo, pero es que uno es hombre sencillo, que hubiera preferido llevar una vida como la de Jassiel; pero no, ya sabes, la juventud y la Brittany no estaba de mal ver. Oye, espera mira al cielo. —Miré al cielo y para mi sorpresa el sol estaba muy cerca del cenit— ¿Sorprendido? Sí, yo puse la misma cara cuando mi suegro me trajo por aquí. ¿Quién sabe qué pasa aquí? Pero es mejor que nos salgamos de la vereda y continuemos por la maleza, porque si siguéramos caminando quién sabe hasta cuándo podríamos llegar —Entonces nos salimos de la vereda y empezamos a abrirnos paso entre la maleza de no mucha altura, pero entorpecía el camino. —¿Cómo te quedó el ojo, eh? Apuesto a que no te lo esperabas. A veces me pregunto: ¿Qué sucedería si caminara indefinidamente, podría rejuvenecer o simplemente regresaría algunos días atrás? ¿Te imaginas ser joven eternamente, o por el contrario envejecer eternamente como el sepulturero? ¿Qué cosas, no?

A veces andando me pregunto cosas como el Jassiel, pero nunca llego a nada, sólo me pregunto cosas, nada interesante, creo que pensar es mejor que nada, tengo un compa que luego dice que cuando le llegan ideas a la cabeza y preguntas de esas raras, mejor agarra y se va a la cantina más cercana para dejar de pensar pendejadas y quizás es lo que yo debiera de hacer; pero no, cuando tengo ratos libres me pongo a cuidar unos arbolitos que planté cerca la casa, yo vivo a las afueras de la ciudad y, por ahí, está todo árido, desde hace tiempo he sembrado unos arbolitos, pero no sé qué les pasa o quién es el maldoso que me los arranca, da tristeza; son plantitas, pobrecitas, no tienen cómo defenderse, pero no importa yo vuelvo a plantar otras, esta vez yo creo que sí se van a lograr, el más grande ya me llega al pecho, una vez que estén grandes ya agarraron, hubiera querido verlos ya de grandes y quién sabe, uno nunca sabe, quizá me salve de ésta y siga viviendo otros años y en las tardes pueda sentarme bajo su sombra, quizás hasta un día pueda invitar al Jassiel a echar una buena plática.

Nuevamente llegamos al camino y mirando hacia la iglesia señaló hacia ella.

—Vamos a la iglesia, a ver si encontramos al padre, ¡oye!, ¿has escuchado las campanas?

—No, no me he fijado.

—Ese Solorio se está haciendo mejeje; y mira que le pague bien, tú lo viste. No sé por qué la gente es así; pero bueno, qué le vamos a hacer. Oye y a propósito de todo esto. ¿Tú, qué haces por aquí?

—Quise venir a conocer la ciudad.

—¡Ah!, pues ten cuidado, no te vayan a agarrar para la guerra. Aquí agarran parejo, ahora ya ni se sabe, la reina, sale de una y entra a otra, lo bueno es que siempre ha ganado, eso es bueno porque a todos nos va bien, pero si algún día pierde, así nos va a ir. ¿Pero para que me preocupo yo, si ya no voy a estar?

—¿Usted de verdad va a morir?¿No es todo esto tan sólo un cuento?

Me echó una mirada de reojo y siguió caminando, se detuvo, dio un profundo respiro, siguió caminando.

—Ya no sé. ¿Quién puede saber?

—Si hay un camino para viajar al pasado. ¿No habrá otro para viajar el futuro?

—No, eso si no. Una cosa es viajar hacia atrás, pero otra muy diferente es ir hacia adelante, eso sí debe ser cosa del diablo. —Pensé que estaba bromeando, pero se quitó la gorra santiguándose—. Eso sí, ni pensarlo.

Caminamos en silencio en calles empedradas y cada vez acercándonos más a la iglesia, hasta que en al doblar en una esquina por poco chocamos con un hombre en bicicleta.

—¡Abusados! ¡Por poco me los llevo! ¡Don Bryan! ¿Es brujo o qué? ¿Lo dejé por allá y ahora anda por acá?

—No, para nada, es sólo que tenemos buen paso.

Se nos quedó viendo fijo, incrédulamente.

—¿Será? Oye, mira, sí es cierto que tienes buen paso, acabo de encontrar al padre, va por casa doña Elvira la de las garnachas, igual y todavía lo alcanzas.

—¿Elvira?

—Sí, al lado de la tienda de herrajes y ABARCONES.

—Oye, te encargo lo del repique, ¡he!

—¡Sí, hombre! Nada más déjame llegar a la iglesia.

Don Bryan sólo asintió mirando al cielo y apresuramos el paso.

—Eso de regresar atrás unas horas, a veces me confunde, seguramente apenas le dijimos lo del doble, pero para nosotros ya pasó mucho tiempo. Pero ya no volverá a pasar y tu chitón. ¿Te imaginas la de problemas que se crearían si todo el mundo supiera de la vereda? Mira, allá va el padre…

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