UNA CÁSCARA DE FRIJOL ENTRE MIS DIENTES

por Zaid Carreño

CRÓNICA DE UN DÍA EXTRAÑO

Veo el reloj; son las cinco treinta. Me encuentro en una de esas grandes fondas que comparten en sus nombres la “S” al final. Ya me han servido un café, es lo único que he pedido por el momento. La cita es a las seis.

Es claro su deseo de que pose mis manos sobre ellos. Los acerca a mi cuerpo; los he sentido en mis brazos, en mis piernas, presionándome el pecho. Tiene unos enormes y bellos senos. Pienso en Sandra.

A ella y a tres amigos más espero. Seguramente los primeros quince minutos de la reunión jugaremos a las preguntas y respuestas, después, posiblemente algún tema nos envolverá y se hará de esto un panel salpicado de bromas y malos comentarios.

Tengo que orinar. Si voy al baño la mesa quedaría sola y a mi regreso seguro estaría ocupada. Es la hora en que todo mundo espera obtener un lugar.

Él no se lava las manos después de entrar a un baño público. ¡Cuántos no dejan en sus huellas digitales, impresas en las llaves de paso, la suciedad de sus órganos! Dice tenerla más limpia. Pienso en Roberto.

Será mejor esperar. Meto la mano en el morral como el mago en la chistera en busca del conejo. Es un libro. Recuerdo el separador, es la mujer más bella que haya visto. Es una carta, el dos de tréboles. Está completamente desnuda, pero no es por su trasero y sus modestos pero bien formados senos que conservo esta carta, es por su cara, no la cara, sus ojos, su nariz, sus labios; sus ojos. Son los ojos su belleza, me miran. Es una carta, una foto, es un retrato, no sus ojos. Saber que hay una mujer en el mundo con estos ojos; sus ojos.

Se parece a ella. Me gustaría hacerle el amor en la cima del Popocatépetl, claro, antes de que explote. Quitar toda esa ropa: dos kilos menos de la chamarra de pluma de ganso, luego el suéter de lana, el chaleco, la blusa; verlos asomarse inquietos por descubrirse. Y sus nalgas de cómic descubrirlas también. Descubrir su cuerpo; amarla en cada parte de él. En las paredes de la casa-iglú tocaría el viento deseoso de resguardarse en ese calor de infierno. ¡Qué chingados!, primero tengo que hacer que me haga caso. Pienso en Claudia.

Necesito un cigarro. A la entrada la sección de los que fuman estaba ocupada, decidí no esperar y tomar la de no fumar, ahora no puedo hacerlo.

Siento me miran. Dos musas con su letrero de no fumar en la frente ocupan la mesa de al lado. Una de ellas me observa. Bajo la mirada, me preparo para el reto. Siempre me ha gustado este juego. La veo directo a los ojos, ella hace lo mismo. Hay juegos que nunca terminan y éste parece eterno. La mesera se acerca, sirve café y se retira. La musa enseña la punta de su lengua, seca el fuego en sus labios; se está quemando. Estoy incómodo. Necesito un cigarro, lo prenderé y tomaré de mi café; lo hago. Estoy nervioso. Continua el ritual: juega con su cabello, mete el dedo al café, ahora a su boca. Acaricia su… Siento una mano en mi hombro.

—Señor, no puede fumar aquí, es sección de no fumar.

Lo sé, todos traen su letrero. Ambas musas ríen.

¡Me lleva!Recupero el color. Todos me han visto. Bajo la cabeza; puedo ver mis pies, mis piernas , mis manos. Puedo ver a una de éstas moviendo la cuchara sumergida en el café. No me veo. Todos sí, yo no. Me veo por dentro, nunca afuera. No veo mis ojos, mi boca al hablar, mis actos. El mundo debería estar lleno de espejos, para veme, para ver lo que ellos ven, tan sólo para eso. Pero sé lo que ven, no ven nada. Una cáscara de frijol entre mis dientes, algo que no tengo, porque me he revisado hasta el cansancio los dientes luego del desayuno, pero los otros inventan y vuelven realidad lo imposible y ahí está para su juicio el pedazo de alimento. Me califican. Sí, no saben nada, no ven nada; nada.

¿Qué es lo que ve ella en mí? Lo mismo que yo veo en su trasero, en su espalda, en sus senos, en sus orejas, en su cabello, en su caminar, en su hablar, en su respirar, en su mirar, en su actuar, en su ser, en sus ojos. No se ve con los ojos, se ama con ellos ¡Pero qué estoy diciendo! ¡Se ama con todos los sentidos! Pienso en Claudia.

—Hola

—Hola Sandra, ¿cómo estás?

—Bien. ¿Tienes mucho tiempo esperando?

—No. Que bueno que llegaste, voy al baño.

 

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Zaid Carreño. Escritor mexicano, 1973. Cursó la Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Profesor universitario desde el 2000. Inicia su actividad literaria en 1992 dando a conocer sus primeros trabajos en la editorial electrónica Crunch! Editores y la revista Publicarte. En 2009 publica su primer libro Crónica de un día extraño. Para 2011 sale a la luz su primera novela Hégira, «un éxodo sin límites probables, un relato donde la imaginación convive con el mito, la ansiedad con la filosofía, el deseo con la agonía, la luz con la oscuridad». Mientras prepara la publicación de su segunda novela, Zaid Carreño se integra a un proyecto experimental con el que se busca la comunión entre artes plásticas y literatura, proyecto que culmina con la publicación de La bombilla sobre el plato y sus alrededores . En 2014 edita Memorias Falsas, “un collage de recuerdos de un sobreviviente de la Generación X como cualquiera»En 2016 reedita Memorias Falsas con Chiado Editorial, acercando su trabajo al viejo continente. Participa en la Feria Internacional del Libro de Lisboa de ese año con la firma del libro. El Manifiesto de lo Inifinto es un ensayo que publica en 2017. En el último lustro ha participado en la elaboración de guiones para cortometrajes y un largometraje, como Entre Luces de Irving Uribe Nares, corto que se presentó en el GIFF 2018. Hoy se encuentra trabajando en su primera novela infantil que espera publicar este año.

Crónica de un día extraño

Sólo algunos afortunados pueden darse cuenta de que todos los días son distintos, de que los pasos cotidianos pueden llevarte al mismo lugar a vivir de diferentes formas. Son muy pocos los venturosos que pueden encontrar, aun en la cotidianidad, un día extraño. Zaid Carreño es uno de esos afortunados, ha logrado presentar en Crónica de un día extraño, una serie de relatos que nos llevan a recordar las historias cotidianas que muchas veces ignoramos, pero que con un poco de imaginación nos pueden llevar a encontrar en la rutina diaria la diversión olvidada; imaginación, combinado con un claro y afortunado manejo de las letras, mostrado por Zaid en cada uno de los relatos cortos que emergen en este libro.

De la urbe a la sala de exposiciones, de lo onírico a lo trágico, del reflejo a lo inanimado y de la zona de no fumar a la polución total; son los relatos que nos permiten imaginar en la cotidianidad de Zaid Carreño, en la rutina ajena para intentar darle una mirada diferente a la propia. Ricardo Ham

Descarga  AQUÍ  el libro completo, gratuitamente, por cortesía de autor.

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