TEMPUS

POLTERCAST EPISODIO VII

por Lord Crawen

“Exijo a la gente más de lo que se espera de ella. Lo considero absolutamente necesario”. (Fletcher, Whiplash)

A Taylor Hawkins y Uziel Uriostegui

Se balancea la aguja del metrónomo una vez que mi dedo la impulsa. Son las seis de la maldita mañana y hoy es el día en que debo terminar la tarea. He pasado las últimas tres noches en vela, sin tomar las baquetas para dirigirme a donde el banquillo espera me siente y tenga alguna idea para poder comenzar la melodía.

Soy la parte esencial de una banda.

¿Quién podría iniciar una melodía sin que una percusión le marcara el tiempo de entrada?

El metrónomo, una vez que inicia la inspiración, se vuelve parte de uno; marca su tiempo y a veces dejas de escucharlo…

“¡Ya es hora de tocar! ¡Comienza!”

El grito resuena en la tranquila habitación envuelta en el pacífico tiempo adagio marcado por el metrónomo. Tic-tac. Tic-tac. El tiempo avanza, el tempo marca. Observo la habitación, aislada de los ruidos exteriores. Sólo el cuadro de mi madre colgado en lo alto de la pared frontal, observándome todo el tiempo en el que ejecuto la melodía. No he escrito en tres días, debo progresar.

Tomo asiento en el cómodo banquillo donde ejecutaré la primera de las melodías planeadas. Acomodo el pedestal de las partituras, observo el cuadro de mi madre, la cual se muestra estoica en su juventud y, a su lado, la figura de un niño de tan sólo seis años, el cuál se convertiría en un maestro de las percusiones. Más que un artista de rock, debía convertirme en un maestro. Los buenos años de juventud…

“¡Toca! ¡Se agota el tiempo! ¡Toca!”.

Extrañamente el metrónomo sube la velocidad a andante. Debí haberlo cambiado mientras me perdía en los pensamientos. No, he estado todo el tiempo aquí observando, esperando la ejecución, planificando como debía sonar.

No he afinado.

Comienzo a tocar cada uno de los tambores y platillos del instrumento. Voy acomodando todo de acuerdo a la afinación de la melodía. Tomo asiento nuevamente y me preparo a tocar. Empiezo a dejarme llevar por el ritmo más subido de tono que de costumbre…

“No es el tempo, escucha, no es el tempo. Más rápido”.

Cierto, debo ir más rápido. Más rápido. Más…

Hace tres días volví de noche a casa. El corazón presstisimo acompasado con el final del tiempo. El cuerpo no soporta la presión, busca descanso…

“Toca, te desvías del tema, toca. Más rápido”.

La melodía lo exige, fui quien la escribió. Toma el curso del alegretto; estoy retrasado. Siempre estoy un paso atrás. Mi madre tuvo razón todo el tiempo, no puedo mantener las cosas en su sitio; menos ejecutarlas en tiempo. ¿Por qué escribí esta canción como un ejercicio para retomar mi ritmo? No, no la escribí yo. Mis portentosos eventos musicales tenían un tempo marcado y no traspasaba lo que no podía hacer, nunca íbamos tan rápido, elevando la complejidad, todo era marcadamente perfecto en un solo ritmo.

“No puede sólo tocar un solo ritmo, la vida te da vaivenes y si no puedes con ello, retírate. ¡Toca o retírate!”.

Sin retroceder, continúo, voy alcanzando el tempo. Para cuando lo tengo, el alegro aparece. Ya no hay vuelta atrás, debo alcanzar el tempo. Hace tres días corrí lo más que pude, abandoné absolutamente todo, perdí una de las mejores partituras que había iniciado para composición. Todo para no llegar justo a tiempo.

Quiero claudicar. Levanto la vista y está ahí, ese cuadro que me observa todo el tiempo, a quien le prometí que me convertiría en el mejor músico, la persona que puso toda su confianza, esfuerzo y dinero en mí; para lograr tenerlo.

“Ya estás tocando muy rápido y mal, con furia, no eres un animal del punk, eres un músico”.

Animal Punk fue mi primera banda…

“¡Olvida a esos putos vagos, no te merecían, tu talento no era desechable. Toca bien, ejecuta las cosas bien. A tiempo”.

A tiempo. A tiempo. A vivace.

La vida transcurre rápido cundo eres mayor y adquieres responsabilidades. Dejé el punk y me convertí en jazzista. Más tiempo para la música, menos para la familia. Sacrificios por un sueño. Ni siquiera era el mío. Solía hacer todo rápido. Lo que podía colarse en los oídos miserables de la gente podía trascender. Pero la música no estaba en los conciertos y en la conexión con la gente; estaba en las bandas sonoras, el cine. Ahí estaba el futuro que tanto me fue implantado e inculcado con tiempo…

“Deja de hablar y sigue tocando. Más rápido, no ves lo tarde que es”.

Ampollas en las manos. Huesos dislocados. El radio y el cúbito en poca sintonía. Las heridas masacradas por un sacrifico momentáneo: colocar un par de melodías en cintas independientes y de bajo presupuesto. Dejé mi hogar, excepto el set de batería original. A todos lados me acompañaba. Pero ella no pudo venir. Vuelvo a levantar la mirada. Su cuadro. El tempo. El tiempo.

Tempus. Temporal. Atemporal. Todo implica tiempo.

Nos queda o nos resta. Nos ocupa o le preocupa. Lo perdemos o lo invertimos. ¿Acaso no podemos inventarlo?

He “play” whit us.

“¡Toca y no divagues! Ya estás por alcanzarlo”.

Presto. Corre. Alcánzalo.

Existe el “casi”. Una constante de error mínimo conformista. Se dice que hay quienes al menos lo intentan y para ellos ya es un logro. Dejé de intentarlo, sólo lo logré. Inspirado en el tiempo invertido de mi madre, su pasión, la somnolencia, las pastillas para dormir, el dinero intercambiado por grandes maestros; al viajar, la distancia lo rompió todo. Uno a su ritmo. Acelerado, todo el tiempo. Jazz de día, rock por la tarde, punk por la noche. Una naturaleza apoderada en una oscura noche pidió en un susurro batiente del tranquilo sonido del hit hat, comenzaría el final de la melodía. Desperté a media noche después del último redoble de tambores; agotado, dejé todo sobre el escenario; tomé lo que pude y volví a casa.

No era una corazonada, sucede.

Tiempo. Tempo. Tempus.

Them “play” whit me.

Primer vuelo sin escalas. Asciende y no desciendas. El ritmo marcado. Voy más rápido. Ya estoy cerca. El taxi no lo nota, estoy apresurado. Aprisionado. Mejor voy corriendo.

Rejas en arpegio titilante, paso la rotonda de los autos que enmarcan la mañana con el ritmo de los claxon porque ya nadie tiene tiempo para nada. El ritmo no existe en la vida diaria. Nos lo imponen, nadie lo propone.

They “play” whit us.

Llegué…

No, no llegué.

Prestissimo.

No hay ritmo. No hay melodía en la vida. La muerte llega sin importar el tiempo. A mi madre le tocó morir sola sin acompañamientos. Ya fueron tres días sin sentarme en esta batería para poder tocar lo que yo quisiera. Aparto el pedestal con la partitura. Un sentimiento fúnebre se apodera de mí, el metrónomo va más rápido.

Yo puedo ir más rápido.

Hasta que no quede nada, cuando todo entre en sintonía y el sonido de mis golpes suene como la estática de la señal, fundirme con el espectro del sonido hasta crear el ruido blanco y hallar la paz. Ella me dejará, porque es lo que busca.

Hace tres días…

Los huesos a punto de quebrarse, el cartílago se muestra resiliente, agotado mi cuerpo pide detenerse, pero su fantasma, ahí presente, frente al enorme cuadro, con sus hilos fantasmales no me deja detenerme.

I “play” whit me.

¿Existe algo más rápido que el prestissimo?

“Lo inventaremos juntos, cariño, aunque tu vida se vaya en ello”.

Su pasión. Su esfuerzo. Su dinero. Su tiempo. Su vida. Fui yo.

¿Qué hay de mi vida?

Ya no hay tiempo, estoy por alcanzar el tiempo. Voy a llegar en un éxtasis rotundo al otro lado de la vida. Si alguien tiene tiempo de escuchar o leer, hágalo.

Tómense su maldito tiempo.

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IMAGEN

Revelación o El relojero >> Remedios Varo (16 de diciembre de 1908, Anglés, España – 8 de octubre de 1963, Ciudad de México).

Lord Crawen, Jezreel Fuentes Franco nació el 29 de junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el IPN; luego, su pasión por la Literatura lo llevó a formar parte del Taller de Creación Literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán, y del impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en cuatro obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de Literatura del horror, en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante” y actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.

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