I

Los ojos son una de las herramientas más importantes del ser humano, los que permiten apreciar los hermosos paisajes que ofrece la naturaleza, los que te dan parte de tu identidad, son su todo para algunos. Y para otros son inservibles. Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y ésas son cosas que aprendes a la mala.

Todo empezó con unas simples migrañas, sentía como si alguien pusiera mi cabeza bajo una prensa hidráulica. Luego, oscuridad. Lo recuerdo bien, fue un miércoles, día de mala suerte para mí. Parecía ser un día normal, me levanté con una migraña muy fuerte, la cual pensé que era debido a la cruda de la fiesta de la noche anterior, hasta que me desmayé y desperté días más tarde en una camilla de hospital, sin poder ver ni una sombra. Oscuridad total.

Los doctores dijeron que las arterias de mis ojos se habían deteriorado debido a la vida que llevaba y a las constantes migrañas que ignoré, que si tal vez las hubiera atendido mis ojos estarían bien. Así, al perder uno de mis cinco sentidos, tuve que regresar a vivir con mis padres y mi hermano. Fue raro volver después de tantos años de estar viviendo sola, había varias cosas extrañas con mi familia, sus voces eran iguales, pero ellos no. Nunca había creído en las personas que decían que cuando pierdes un sentido, otros mejoran o desarrollas alguno nuevo; al no poder ver, me hice mejor en detectar presencias o sentir las vibraciones del piso y la forma en que se mueve el aire, así podía saber cuántos individuos había en un lugar, o si se estaban moviendo. También podía escuchar hasta el suspiro más silencioso, y la comida sabía mejor.

II

Hoy tenía cita con el oftalmólogo encargado de mi caso, pero no le había dicho a mi familia. Recientemente, cosas muy extrañas parecían pasar todos los días; siempre que estábamos todos juntos, podía sentir como si alguien más estuviera con nosotros, siempre eran cuatro presencias en lugar de tres, salían muy tarde en la noche cuando pensaban que estaba dormida. En estos cinco meses viviendo juntos, evitaban tener cualquier contacto conmigo, al principio pensé que era por la tensión que había cuando me fui de la casa, pero ahora era como si ocultaran algo. Una vez ya vestida, salí a la cocina para irme, ahí me encontré con mi madre.

—Mamá —dije, llamando su atención —voy a salir al centro comercial a comprar algunas cosas que necesito para una tarea.

—Claro, ve con cuidado —contestó, creo que estaba lavando los platos. —Llámame si necesitas algo.

—De acuerdo, te quiero. —Aunque esperé por una respuesta, no dijo nada.

Al salir, pude apreciar que el sol estaba muy fuerte, extendí mi bastón y me puse unos lentes de sol para evitar que se lastimaran más mis ojos inservibles, me acerqué a la esquina de la calle como a esperar que llegara mi chofer. Pude sentir cómo un carro se paraba frente a mí y escuché una puerta ser abierta.

—¿Luisa? —dije el nombre de la que sería mi conductora.

—Si, ¿necesita ayuda para subir? —preguntó con amabilidad.

—Por favor —dije estirando mi mano, ella la tomó.

El camino al consultorio de mi doctor fue tranquilo, pero estaba muy ansiosa, tenía miedo que me dijera que me estaba quedando más ciega de lo normal o que nunca recuperaría la vista. Cuando llegamos, Luisa me ayudó a bajar y me llevó a recepción. Di mi nombre y me dijeron que el doctor me recibiría pronto. Al estar sentada esperando, la ansiedad me carcomía.

—¿Maya Cazador? —dijo una voz. Supuse que era una enfermera.

—Sí —respondí, poniéndome de pie. —Soy yo.

—Ya puedes pasar —contestó, creo que esperó a que me fuera.

—¿Me podría llevar al consultorio? —dije levantando el brazo.

—Oh, claro —me tomó del brazo y me guio.

—Gracias —dije cuando me dejó sentada en una silla.

Sentí la presencia de alguien más; supuse que era el doctor y tal vez un ayudante. Doblé mi bastón y me quité los lentes.

—Hola, Maya, veamos cómo están tus ojos—. Supuse que estaba sonriendo.

—Hola, Dr. Lúcido, espero escuchar buenas noticias— contesté con una sonrisa.

III

Después de muchos exámenes, me encontraba en el consultorio esperando por resultados; si antes estaba nerviosa, ahora estaba peor. Escuché la puerta abrirse, eran las pisadas de mi médico.

—Los resultados están listos y tengo muy buenas noticias— comenzó a hablar después de sentarse en su silla. —Creemos que su diagnóstico fue erróneo, usted no tiene ceguera permanente—. Yo no podía creer lo que estaba escuchando.

—Entonces… — Las palabras no querían salir de mi boca, como si temiera que al decirlo en voz alta esa posibilidad se me fuera a escapar. —¿Voy a recuperar mi vista pronto?

—Sí. —Pude sentir como lágrimas rodaban por mis mejillas. —Tenemos que hacer una operación para remover los coágulos que se encuentran en sus arterias oculares, creemos que estos se crearon por el estilo de vida que usted llevaba antes, programaremos su operación lo antes posible, su familia estará muy feliz. —Podía escuchar en su voz que también se encontraba feliz.

—No, me gustaría mantenerlo como una sorpresa para ellos. —No podía dejar que lo supieran todavía, tenía que descubrir primero que era lo que pasaba. —Usted dígame qué tengo que hacer, y yo me encargaré de lo demás.

IV

Todo pasó muy rápido, logré hacerles pensar a mis padres que tenía un viaje escolar por parte de la universidad y que lo usaría como una excusa para hacer nuevos amigos, dudaron un poco, pero con mi insistencia no tuvieron más que aceptar. Ahora me encontraba en el hospital esperando a que llegara el doctor a quitarme las vendas de los ojos. Llevaba una semana ahí, realizaron el procedimiento casi de inmediato que me internaron, la recuperación fue tan dolorosa que ni ganas de comer tenía, pero ese día por fin volvería a usar mis ojos. Escuché abrirse la puerta, seguramente era mi doctor y sus aprendices.

—Buenos días, Maya, ¿cómo está el día de hoy?—Se escuchaba casi tan alegre como yo.

—Emocionada, —contesté con una gran sonrisa en mi cara —hoy me quitarán esta cosa, ¿verdad?

—Así es. —Creí escuchar una pequeña risa de su parte. —Cuanto antes, mejor, ¿estoy en lo correcto?

—Sí —dije casi en un grito.

Comenzó a dar órdenes a todos, pidió unas tijeras y que me ayudaran a sentarme en la orilla de la cama. Se acercó a mí, y comenzó a cortar la venda. Lo hacía a una velocidad que me hacía sentir tan desesperada. Al fin sentí que ya no había nada en mi cara, tenía mis ojos cerrados.

—Ya puede abrirlos. —Esperé unos segundos antes de hacerlo. —¿Puede ver bien? — No pude responder, sólo no podía articular palabra.

Mis ojos eran como antes: veía colores, veía figuras, lo podía ver todo. Me sentía como nueva, útil de verdad. El doctor interpretó mis lagrimas y sonrisa como algo bueno, así que decidió darme la mejor de sus sonrisas y los practicantes sólo podían observar la escena y escribir lo que veían. El doctor me dio unas indicaciones más antes de irse. Tenía que pasar unos cuantos días más en observación, antes de poder ser dada el alta.

V

Regresé a casa.

No sé quienes son estas personas; no son mi familia.

Cuando entré por la puerta, estaba emocionada por decirles que mi vista era como la de antes, pero justo al abrir la puerta escuché una conversación que me heló la sangre.

—No falta mucho para que nos descubra —decía mi padre. —Es ciega pero no estúpida, —Estaban hablando de mí.

—Llevamos haciendo esto desde que llamaron del hospital —le contestó mi madre.

—Tenemos que matarla pronto, solo nos traerá problemas —comentó una voz que no conocía, ¿sería la presencia extraña que siempre sentía? —Podríamos ir envenenándola de a poco.

—No podemos dejar que tenga un sabor rancio antes de comerla. —¿Comerme?

Antes de que la conversación continuara, toqué el timbre como siempre lo hacía, nunca me dieron llaves, creo que ahora sé porque. Poco después, la puerta se abrió, dejó ver a una mujer de apariencia joven con la piel hasta los huesos y el cabello negro como la nada, muy largo y lacio. Ella no era mi madre.

—Maya —comenzó a decir con sorpresa, luego de que moviera mi mano para saludarla. —Pasa —se hizo a un lado para que pudiera pasar.

—Sí, olvidé avisarles a ti y a papá. —Levanté mi brazo para que me guiara, pero antes de tomarme, se quedó observando mis ojos por unos momentos. Yo esperé que no viera las pequeñas cicatrices de la cirugía.

—Está bien. —Tomó mi brazo y me llevó a mi cuarto.

En el camino, no vi a mi supuesto padre ni al dueño de aquella extraña presencia que siempre sentía cerca. Era raro ver mi cuarto; en general, era raro poder tener la capacidad de ver, ya me había hecho a la idea de que mis ojos se volverían un adorno en mi cara. Ahora sabía que ellos no eran mi familia, y tenía que descubrir la verdad sobre lo que les habían hecho a mis verdaderos padres.

VI

Llevaba casi una semana leyendo un bestiario que encontré en Internet, intentando hacer mi lista de posibles bestias que estuvieran detrás de esto. Tenía una lista algo corta: 1. Vampiros, 2. Wendigos, y 3. Zombies.

Los zombies no parecían tan reales, pero estaban en mi lista porque comían personas, pero ellos apestan a putrefacción. Los vampiros eran un clásico, beben sangre de las personas, tienen juventud eterna y son pálidos, quedaba un poco con las características de las criaturas que se hacían pasar por mi familia, mas el hecho de que fueran tan flacos que literalmente estuvieran en los huesos, me impedía catalogarlos así. Pero los Wendigos…, esos se llevaban el premio.

El libro decía: “El wendigo es una criatura propia de la mitología de los antiguos pobladores de Canadá y Estados Unidos. Se los usaba como una forma de disuadir a las tribus de recurrir al canibalismo, asimismo como una forma para decirles que no deberían entrar a los bosques de la Región de los Grandes Lagos. La palabra wendigo , probablemente procede del término proto-algonquino wi·nteko·wa, que significa “búho”. También puede escribirse como wiindigoo en idioma ojibwa, wìdjigò en lengua algonquina y wīhtikōw en idioma cree”. Eso no decía mucho, lo que realmente me importaba era su comportamiento. “Cuentan que recurría a su voz para llamar a sus víctimas; éstas, extasiadas por su reclamo, se adentraban en el bosque y jamás regresaban. (…) En cuanto a sus capacidades, sus uñas afiladas y dedos largos les permiten trepar por árboles y muros. Son rápidos, pero poseen una desventaja, pues su visión se basa en el movimiento, con lo que, cuenta la leyenda, si te quedas completamente quieto, es posible que el wendigo te ignore”. Aquello tenía más sentido, dado que había observado que parecían ciegos, pues chocaban relativamente seguido con los objetos, había visto sus manos, y en ellas tenían uñas afilada listas para romper mis músculos . Pero la parte que me dejó tiesa fue: La leyenda del wendigo es, en realidad, una de las manifestaciones más antiguas de un tabú propio de la mayor parte de las sociedades humanas, y que estaba extendido ya entre las tribus angloquinas: el canibalismo. Estaba prohibido acudir a esta práctica, ni siquiera por desesperación. Este acto deshonroso, comer carne humana, era una manera de invocar al wendigo y de que su espíritu te poseyera. Así, toda persona que practicara el canibalismo, incluso por extrema necesidad, corría el riesgo de mutar en una de estas terroríficas criaturas. (…) Otros valores negativos que se asociaban con el wendigo eran todo tipo de excesos, como la gula: el wendigo es una criatura que nunca se sacia, dado que su tamaño aumenta proporcionalmente a lo que come. Por ello tiene un aspecto demacrado y siempre va en busca de más víctimas. El wendigo es el símbolo de la desesperación del hambre, la crueldad y el ensañamiento provocados por la inanición. Con el paso del tiempo, el wendigo se acabó convirtiendo en leyenda y, la leyenda, en cuento de terror”. Caníbales, eran unos malditos caníbales, y todo indicaba a que se habían comido a mi familia, esto se sentía como una estúpida pesadilla, tenía que ser broma.

De pronto, unos pasos se acercaron a la puerta de mi cuarto. Rápidamente, cerré la computadora, saqué un libro en braille, y lo comencé a leer. La puerta se abrió, pero los pasos eran silenciosos, casi nulos. Una criatura casi gigante se paseó a mi alrededor, tenía la piel pegada a sus huesos, su cabello era tan largo que sentía que lo pisaría y caería, en sus manos tenía uñas que más bien parecían navajas. Lo más curioso de todo era que su cara estaba cubierta por el cráneo de una vaca, y creí ver sus ojos, eran negros y sobre salía el amarillo que brillaba. Mis sentidos me gritaban para salir corriendo en ese momento.

—Sé que puedes verme. —Una voz grave y que parecía rasguñar mis tímpanos salió de esa bestia. —Tus días están contados, ¿lo sabes?

—¿Por qué no les has dicho nada? —dije mientras giraba mi cabeza para verlo a los ojos, gran error.

—Porque quiero que no puedas dormir por el miedo, quiero que cuando coma tu carne sepa a terror puro —levantó uno de sus dedos para acariciar mi mejilla. —Te pareces mucho a tu madre, ¿me pregunto si tendrás el mismo sabor que ella?

—¿A qué te refieres?— La preocupación en mi voz era notable.

—Creo que es obvio lo que pasó —caminó hacia la puerta. —Los comimos. —Entonces la cerró.

No, simplemente no era posible. Tenía que estar mintiendo. Pero, ¿por qué? Sería por lo que dijo del sabor de mi carne. No lo sé, pero no podía quedarme a descubrirlo, les diría a los demás y eso significaba una cosa: me iban a comer. Tenía que huir, ya.

VII

Ya era tarde, no habían pasado ni unas horas antes de que es extraño wendigo le dijera a los demás mi secreto. Me habían amarrado a una silla y me tenían a oscuras, como si esperaran que empezara a gritar de desesperación, cosa que estaba a punto de pasar. Los pasos empezaron a sonar, y con ellos se anunciaba mi final. Era hora, me volvería la comida de alguien.

—Desde aquí puedo oler tu miedo —era esa voz de nuevo. —Es delicioso —sus ojos no me daban una buena espina.

—¿Ya terminaste de cocer mi miedo? —Mi voz salió menos temerosa de lo que pensé

—Sí —comenzó a acercarse a mí. —Pero haremos algo que volverá esto más interesante. —Cortó la cuerda con su uña. —Te dejaremos correr, dándote una ventaja de diez segundos; si te atrapamos, sabes lo que pasará.

No lo pensé dos veces antes de empezar a correr como desquiciada. Fui hacia la puerta principal; obviamente estaba cerrada. Decidí ir a mi cuarto para salir por la ventana y, al pasar por el cuarto de mi hermano, pude ver algo que me dejó la piel helada: la cabeza de mi hermano… En su cama… Sólo su cabeza.

No pude evitar entrar a su cuarto, para comprobar lo que mis ojos veían, aunque tenía que ser una trampa, y lo era. Cuando estuve lo suficientemente cerca de ella, unos brazos me tomaron por sorpresa, intenté pelear lo más que pude, pero fue inútil, no me iban a soltar. De un momento a otro, me encontraba en la mesa de la cocina, y estaba rodeada por mi falsa familia.

—Te atrapamos —dijo mi falso hermano —y sabes lo que sigue.

No sé en que momento mis emociones tomaron el control de mí, sólo podía sentir miedo, desesperación y ansiedad. Sabía que les estaba dando lo que querían. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el wendigo que parecía ser el líder, cortó mi garganta.

Sentía la vida irse de mis manos.

Todo se volvió borroso cuando las mordidas empezaron.

Y luego volví a mi vieja amiga, la oscuridad.

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IMAGEN

Autorretrato >> Óleo sobre madera, 1999 >> Alias Torlonio

Ximena Eloise Baltazar Villanueva (2005) es originaria de Matamoros, Tamaulipas, México. Ha publicado en la revista Delatripa, narrativa y algo más. Participó en las antologías Ruta de escape (2022) y Emergentes (2022). Obtuvo el Tercer lugar en el concurso de cuento de Librería Horus en la etapa juvenil. También ha publicado minificción como parte del Fóbica Fest. Actualmente es estudiante de preparatoria.

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