Téano de Crotona no creía en la felicidad, creía en el amor, aunque no fuera afortunada en esas probabilidades. Con la vista fija, al espejo, esperaba encontrarse. La proporción de su figura era noventa por ciento inteligencia, sesenta por ciento dificultades y noventa por ciento amor; en conjunto integraba a una mujer precisa. Téano representaba, por así decirlo, la enajenación de cualquier artífice de problemas; me incluyo entre ellos. A pesar de lo que pueda deducirse, su apariencia no le importaba. Era la ruptura en el amor quien la instaba, ante la imagen invertida, a despejar la desdicha por formulismo inteligente.
La historia de desamor, en Téano, se cuenta en pocas líneas, aunque la del tiempo haya sido un martirio: el cero a la izquierda tocó a la puerta y ella se enamoró de él. A pesar de ser advertida de sus malas mañas, dejó sus aspiraciones matemáticas para convertir al Despilfarro en una persona distinguida. Se sometió a las faenas de un trabajo desgastante y al regresar a casa incluía los quehaceres del hogar. Del otro lado del compromiso Don Nadie estudiaba, comía y dormía placenteramente. Después de muchos intentos terminó la carrera y viéndola a los ojos le dijo que el amor, para él, era comparable a una raíz cuadrada de un número negativo, lo cual Téano entendió a la primera, y le hizo suponer que reincidía en la infelicidad, debido a una operación irresoluble.
Fue al paso de la depresión que pudo admirarse con ojos sincerados. Al auscultar su imagen, se concretó a inquirir el factor común a ella misma. En su reflejo notaba la infelicidad, en la que sí creía, dilatando por enésima vez. Desde el interior de su cuerpo escuchó un crackde exuberancia, a la altura del corazón; había logrado, después de muchos intentos, multiplicarse en el amor propio. Habiendo aceptado su desdicha, sustrajo lo que no le pertenecía, eso incluía al cero a la izquierda.
Al exterior de la habitación, donde los recuerdos aún derivaban, se escuchó una sirena de una patrulla. En su delirio pensó que venían por ella, que había fallado al otorgar la recompensa por recibir amor. Para liberar un apego eran necesarias pocas caricias, y ella había aportado un infinito y así cualquier captor abusaría de su soltura. A los hombres, ni todo el amor, ni todo el dinero, pensó para sí. Intentó mantenerse en sus trece, a pesar del ruido y en aquel estado hipotético de desencanto, su figura volvió abstracta.
Su ser irradió una proporción áurea, a la altura del pecho, armonizada por una constante de libertad. El fulgor desdobló a la espalda, formando unas alas simétricas. El ser alado era ella misma, a la que había abandonado por creer que el amor que se otorga es el mismo que se recibe de un tercero, pero no importaba la mala experiencia, [si y solo si] permanecía en razonamiento lógico. Al sentirse en simetría reconoció que jamás, debido al encierro, había logrado hacerse entender con la combinación numérica que la caracterizaba.
La patrulla pasó y el silencio devolvió la proporción que quería conservar. Permaneciendo sobre su eje buscó los planos de un ornitóptero que conservaba en algún estante del caos logrado al pretender un hogar. La incógnita a la libertad estaba resuelta: la fracción necesaria para integrar una mujer única era ella misma.
Un eco de pasos y tres golpes la volvieron a la expectativa. Era el cero a la izquierda tocando a la puerta, con maleta en mano y un ramo de flores rojas; manteniendo su negativismo con desfachatez.Al insertar la llave y notar que Téano no había cambiado la chapa, agradeció su buena suerte, acogiéndose a la probabilidad. ¡Ja, ja! La habitación estaba vacía. La cortina ondeaba debido a la ventana abierta. En el exterior se extendía una línea de cables, dispuestos entre edificios; Téano no necesitó de ellos. Haciendo uso de su nuevo aerodino, voló a un grado de libertad, donde yo, el cero a la izquierda, no pudiera alcanzarla.
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Las musas Urania y Calíope >> Simón Vouet., Francia, 1590-1649.
Eleuterio Buenrostro Calatrava, de profesión, escanciador de almas, es un ser inmortal insuflado, no nacido, el 14 de marzo de 2002 en Manuel Núñez. Sobre este último se sabe que es un seudoescritor intuitivo, que se escuda en heterónimos, y latinismos que desconoce, por falta de credenciales como escritor. Vino al mundo un 16 de julio de 1972, en Benjamín Hill, Sonora, cuando el tren de las seis de la tarde anunciaba su llegada. Fue entintado por los tipos de una vieja imprenta, perteneciente a su padre. Marcado en su niñez, se fue a bañar, desde los cuatro años, a las playas de Puerto Peñasco, Sonora, y a secar, desde los dieciocho, en el sol de Mexicali, Baja California, donde reinicia como escritor de tiempo incompleto. Colaboró a finales de los noventa en la sección de música, en la revista Ahí Tv’s. Debido a la apertura que otorga internet fue publicado en la página Ficticia.com, y actualmente colabora en Sombra del Aire, siendo Eleuterio Buenrostro —su nombre de tinta y verdadero artífice—, quien guía su pluma desde el escondrijo. Non plus ultra.