PODERES METAFABRILES

por Gordiano Tauro

Un letrero, en la sala de espera, del consultorio del psicólogo Felipe Ronquillo, ordenaba tener cuidado al utilizar poderes de telequinesia dentro del área médica. Dédalo Martín Soriano repensaba la hoja cuando vio pasar a la asistente, vestida en filipina blanca, conduciendo a un paciente anterior. El espacio, adecuado para consultorios, dentro de la planta maquiladora, daba la sensación de estar aislado de la baraúnda exterior.

Trabajador y no bendecido sino por su constancia, Soriano estaba allí porque su mecanismo de indefensa contra la fábrica, persistía averiado. Llevaba un par de días sintiendo insubordinación y necesitaba, por salud mental, volver al engrane funcional requerido.

Soriano era reconocido por su mentalidad distendida, por ser soportador de horas extras y manejador eficiente de su nivel de estrés. Su expediente blanco, ante el psicólogo, demostraba su cordura en más de veinte años de labor eficiente. Sentado a la espera, sentía vergüenza de tener que utilizar un recurso que consideraba para personas no aptas al acicateo de la fábrica.

El buen Soriano regresó al imperativo cuando se supo de nueva cuenta solo. ¿Qué significaba tener cuidado al utilizar poderes de telequinesis dentro del área? Y si supiera la respuesta, ¿significaba que, fuera de allí, en la fábrica misma, sí era permitido? ¿O sólo era una analogía que denotaba que el psicólogo era quien guiaba la conexión de los trabajadores para lograrlo?

A salto de mata, entre pensamientos, se recordó como el joven Martín que buscaba una vida sencilla, que se conformaba con tener para tomar cerveza los fines de semana y pasarla bien con lo mínimo. Les fue fiel a las obligaciones exiguas por un tiempo, mas en un momento de distracción, la cosa se complicó. Luchaba, desde que se hizo de compromisos de adultos, por parecer el engrane completo que en verdad no era. Al truncar sus estudios, logró mantener un puesto referido a alguien licenciado. Pasó por encima de sus limitaciones, siendo el engrane que ocultaba sentirse incompleto al cubrir un puesto que no le correspondía; haciendo uso de la motivación se mantuvo consistente. Pero no se puede confiar de algo insustentable como la motivación. Después de años de suplir un faltante, de generar una callosidad sanadora, repentinamente la vida le planteaba una mala jugada. No pudiendo solucionar un asunto, concerniente a un empleado de confianza, pensó que su limitación, ante la fábrica, le merecía el mal sentimiento que estaba experimentando.

Haciendo uso de su sentimiento de afinidad, había notado a alguien con el mismo perfil que él, solicitándole un puesto mayor. Habían sido muchos quienes lo hicieran, desde que alcanzara el puesto de gerente, pero esta vez había una variable. Promover a aquel empleado era conculcar su obligación a la libertad. Estaba en una situación donde debía decidir si apoyarlo, y dejarlo caer de más alto, o de una vez por todas hacerle saber que la vida es nada y que toda lucha, contra la gobernanza de las maquiladoras, conlleva a una derrota segura.

Cuando fue llamado por la enfermera, Dédalo Martín Soriano permanecía en estado pensante. El psicólogo lo observó desde la puerta entreabierta, sonrió y ordenó a la asistente que lo dejara, que era del tipo que no necesitaba de su servicio.

Era curioso que un ciclo en repetición le permitiera verse a él mismo como el triunfador al que la “motivación” había catapultado. Era eso, ¿o en verdad tenía un poder interno? La motivación por sí sola no era suficiente para escalar, le quedaba claro, pero permanecer en el gremio, sin demacrarse, ése era un gran logro que le gustaría enseñar a su hijo, el mismo que le solicitaba el puesto. Después de todo, Soriano era conocido en la fábrica como el empleado estándar, al que debido a ese sentimiento de afinidad para con su familia de trabajo, había de recurrirse en situaciones de estrés maquinal.

Haciendo uso de sus poderes metafabriles, movió los engranes a su favor; embonó a su hijo al plan perfecto de esclavismo moderno con un solo consejo: “nada quebrantará tu alma, si eres dueño de ella”. Encomendándolo a San Viktor Frankl, pidió por un buen uso de su libre albedrío y regresó, después de ser redimido por su pensamiento, al estado fabrilnecesario para avanzar en un mundo capitalista que, queramos o no, es necesario para la perpetuidad del movimiento, como lo refiere la Ley Laboral del Génesis 3:17.

***

IMAGEN

Latas de sopa campells >> Andy Warhol., EUA, 1928-1987.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario