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Por Roberto Marav
La rosa que luce su fulgor
y no mide el tiempo en su cenicienta belleza.
La mariposa abrasada por la líquida impaciencia de su ímpetu herético.
El hálito invisible y fugaz del crepúsculo sollozar del sol sin la luna.
Agotado el camino, ¿habremos de dirimir la mano que se ofrece insensata?
Pues nadie conoce la promesa.
No hay más secreto. El jardín terminó incendiado.
Nunca nadie ha de regresar a este sueño de sombras.
1 comentario
!muy bello!