¿LOS SOFISTAS?

por Alberto Curiel

Por Alberto Curiel

Como no los descubran, el plan saldrá a la perfección. Cripa, el pequeño drilopoide, es bien distinguido por su jocundo y bullicioso carácter. Hace tres rotaciones que ha quedado con Agara y el moroso Tridio en escaquearse del liceo para deambular en los alrededores del hermoso lago de cicuta, situado a unos cuantos kilómetros.

Los sofistasEntre la jarana matinal causada por los cientos de padres que acuden a entregar a sus criaturas con sus avezados mentores, resulta sencilla la escapada. El trío de escolares desciende del vehículo magnético en el que son transportados los que pagan por este servicio. Tridio, el torpe akenato, va a la cabeza, tropieza ineptamente y principia la fuga. Agara y Cripa le siguen de cerca, se toman de las zarpas y oscilan a través de una multitud de tentáculos, piernas y protuberancias en incesante movimiento. Algunos padres superan los cinco metros de altura, por lo que un par de drilopoides y un akenato de escasos ciento noventa centímetros se vuelven minúsculos en comparación.

A ciento cincuenta metros del pandemónium sobreviven los agotados cuerpos de los infantes que se desplazaron presurosos y acelerados. De sus zurrones de tela de crabbys extraen distintas vestimentas pertenecientes a sus respectivos progenitores, los civiles y los vigilantes no dudarían en reportarlos si alcanzasen a otearlos con el uniforme del liceo. Cripa es el primero en vestirse, acomoda sus mangas y recoge los sobrantes de tela, lo mismo los otros, aunque claramente se nota que aquellas ropas no son de su talla. De forma sincronizada apuran el paso, todos conocen la ruta y sus dificultades. El planeta es tan viejo que el núcleo externo, formado en épocas geológicas pasadas casi en su totalidad por minerales, ha ascendido hasta la corteza, ahora la superficie es una zona semimetálica, cubierta de oro, cobre, diamante, tierra, granito y otros elementos.

Tridio erra y camina demasiado raudo al superar el pasillo formado por las plantas de bahán, una diligencia atraviesa el jardín justo frente a sus orificios oculares. Se siente descubierto. El único pequeño abordo señala rigurosamente la figura de Tridio que ha aparecido de pronto frente a él, el chico comenta de inmediato a su madre que está medio amodorrada en el asiento colindante: ¡Mira, un enano! La madre reprocha en seguida a su hijo la falta cometida: ¡no debes señalar a los desconocidos, y menos recalcar sus defectos en voz alta, tal vez escupa ácido!

El padre de Tridio labora en la fábrica de Zora, y la camisa que porta ahora el hijo lo demuestra, el estampado en la zona posterior de ella, le hizo pasar como un empleado ante los ojos del chiquillo entrometido y su perezosa madre.

—¡Ve más lento, nos podrían descubrir por tu culpa! —Recrimina Cripa a su nervioso amigo—.

—No debí haberlos acompañado, el susto me hizo recordar que no asistí a mi examen de cálculo integral, la profesora iba a aplicarlo a primera hora.

—¿Cálculo en tercer grado? —Polemiza Agara—.

—No lo molestes, —susurra Cripa— en su planeta son algo retrasados, es una fortuna que se haya mudado aquí. Tampoco enseñan la filosofía como la primera de las artes.

—¿Les enseñan a confiar en sus sentidos?

—En todo sentido.

—¡Bravo por tu ocurrencia! —celebra Agara, y procede a propinarle copiosos cariños en sus protuberancias—.

El campo de hierba y yesca gris es el siguiente escenario: Frente a un matojo horizontal una garmenta hembra es cortejada por dos machos que proceden a repantigarse a sus costados, ella los sigue en un baile asaz peculiar. Agara empuja a los chicos contra el suelo esponjoso y les ordena bajar la voz en tono muy estricto.

—Los garmentas suelen ser muy agresivos cuando están en celo, más nos vale permanecer en silencio, si aquellas fornidas criaturas llegan a vernos será nuestro fin.

—Parece que están enamorados los tres, ¡los tres! —Dice Tridio sorprendido. Cripa corresponde el desgañito desmedido con una fuerte cornada sobre el torso de éste, quien por su parte se limita a quejarse para sus adentros—.

—¿Qué es estar enamorados? —Interroga inocentemente Agara a sus compañeros—.

—Es el sentimiento más bello en mi planeta, —responde Tridio ipso facto— se ha escrito, cantado y asesinado por amor.

—Leí en un libro terrícola —interrumpe Cripa— que el amor no es más que un engaño de algo que el autor llamó “el genio de la especie”, claro, en las especies inferiores. Un tal Schopenhauer especificaba que el amor es el pretexto evolutivo para la reproducción de aquellas razas de conciencia primitiva, así éstas se reúnen formando familias y círculos primarios de protección, ya que sin éste la procreación cesaría o disminuiría drásticamente. Esto es lo que deduje: Existen amores de distintos tipos, todos son más o menos lo mismo. Del amor surge la desigualdad, es un vórtice en donde recae todo lo malo: la destemplanza, la mentira, el egoísmo y demás tragedias. El enamorado es un demente perturbado. El amor es lo contrario a la razón, es un ente engañoso, pérfido, máxime cuando lo que se ama son los objetos, lo somero o lo no esencial. A las especies rastreras no puedes hablarles de alturas, o no creerían nada, por eso continúan creyendo en él. Nuestra civilización no se hubiera consagrado de tal forma si el amor reinara entre nosotros.

—¿Dónde conseguiste leer eso?

—En la biblioteca central del cúmulo de Virgo. Ahí acumulan todo tipo de información del universo, Agara.

—Yo también he leído sobre los terrícolas —replicó Tridio—. Decían que la verdad reside en el hombre.

Los tres chicos, al unísono, dejaron salir un sinfín de carcajadas y bufidos de sus hondos y sonoros tórax al escuchar aquella afirmación. No obstante, Tridio se encontraba avergonzado de su tosco origen.

En el planeta X-23, donde residen los drilopoides, no existe el hambre, la pobreza, el estado, la religión, o algún otro posible cisma. El odio, la tristeza, la ambición y el egocentrismo fueron erradicados milenios atrás. La clave fue exhibir el origen de estos males: El amor. Descubrieron que sin apegos, sin aprehensión, nada puede salir mal. No conservan sentimiento alguno, salvo la felicidad, que es compañera inexorable de la sabiduría. De tal modo han logrado mantener un ecosistema equilibrado durante millones de rotaciones.

Casi marchando del campo, Agara descubre a la garmenta hembra abriendo las fauces de su costado izquierdo, uno de los machos es devorado mientras el otro prolonga la cópula. Un macho contiene el óvulo, éste debe ser engullido y el óvulo se deposita en el segundo estómago de la hembra en tanto el otro lo fertiliza desde el exterior.

Tridio y Agara se sumergen en el exuberante lago, disfrutan de los calurosos soles, desconocen la noche, viven en un sistema solar binario. Cripa los observa desde afuera, pensativo. Es alérgico a la cicuta, lo aprendió de mal modo, uno de sus cuernos se le ha caído. Ya crecerá de nuevo, piensa. Las cuatro horas durante las que se supone debieron estar en el colegio se diluyen durante el recreo de los diminutos aventureros, el saldo ha sido blanco, de no ser por el incidente de Cripa hubiese sido inmejorable. Se despojan de los disfraces de trabajadores, retoman sus uniformes, se despiden y encarrilan a sus correspondientes hogares.

Agara es la primera en arribar a casa, nadie la espera, es huérfana desde tiempo atrás, cien rotaciones aproximadamente, sólo ella lo sabe. A Cripa lo aguarda su experimentado padre, éste concluyó sus deberes antes de lo concebido, pretendió sorprender a su hijo al término de las clases, empero, jamás lo vio salir del liceo. El rector le informó de su repetido ausentismo, por lo que le tiene preparada una retahíla de estrictas sanciones y una reprimenda ejemplar. Por el contrario, Tridio trota boyante, con los ánimos muy altos, su morada se ubica a mucha mayor distancia, pero va contento, hoy sabe más que ayer. Su madre le espera con la mesa aseada, decente, le ha dispuesto una deliciosa sopa de ponta y un bizcochito.

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