LA ESCRITURA-CARNE

por Yelenia Cuervo

Por Yelenia Cuervo

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Que se escriba, no del cuerpo, sino el cuerpo mismo. No la corporeidad,

sino el cuerpo. No los signos, las imágenes, las cifras del cuerpo, sino solamente el cuerpo.

Eso fue, y sin duda ya no lo es, un programa de la Modernidad.

Jean- Luc Nancy

La historia de Occidente puede pensarse como una historia que ha desprestigiado al cuerpo: desde la filosofía de Platón que entiende al cuerpo como la cárcel del alma, hasta las metáforas mecanicistas del cuerpo en la Modernidad que priorizan la noción de una máquina perfecta disgregada de una conciencia. En este sentido, la idea que se tiene del cuerpo no es accidental, emana de las representaciones simbólicas mediadas por la cultura, la ideología y su condición específica en la historia. Sin embargo, la corporeidad de nuestro cuerpo es indiscutible, a través de él entablamos una relación con el mundo y con los otros, no sólo porque vivimos nuestro cuerpo cuando sentimos, expresamos, creamos, deseamos, e incluso, cuando excretamos; sino porque en última instancia somos cuerpo; territorio existencial con el que nos abrimos al mundo y a partir del cual es posible nuestra condición de sensibilidad.

I

El cuerpo es la forma en la que se habita y se percibe el mundo. Jean-Luc Nancy afirma que somos singularidades, cuerpos por los cuales accedemos al mundo y a los otros, pues entrar en el otro es comenzar a darse sentido uno a uno. El mundo está ahí, y arribamos a lo otro por disposición: toda presencia es disposición, un ser con que implica una incidencia, un encuentro, un ángulo, un choque o un acuerdo discordante.

Somos seres con los otros, seres singulares y absolutamente plurales. El mundo no es una exterioridad que se presenta ante el cuerpo, es en términos de Nancy también cuerpo, compuesto de cuerpos inanimados o animados; una simultaneidad de todas las presencias. Así, la existencia con los otros, la existencia con el próximo es el correlato de lo íntimo, de lo más cercano y al mismo tiempo lo más infinito; la existencia es a fin de cuentas coexistencia y la manera en que participamos en el mundo:

Cuerpo a cuerpo, codo a codo o frente a frente, alienados o enfrentados, la mayoría de las veces solamente mezclados, tangentes, teniendo poco que ver entre sí. Aun así, los cuerpos que no intercambian propiamente nada se envían una cantidad de señales, de advertencias, de guiños o de gestos descriptivos. Un aspecto buenazo o altivo, un crispamiento, una seducción, un decaimiento, una pesadez, un brillo… Los cuerpos se rozan, se apretujan.[i]

El cuerpo se mira justamente por la relación con otros cuerpos, pero el cuerpo –advierte Nancy- no es una propiedad, no poseemos un cuerpo, somos cuerpo en “una apropiación sin legitimación”.[ii] “El cuerpo es nuestro y no es propio (…) Nuestro cuerpo no sólo es nuestro, sino nosotros, nosotros mismos, hasta la muerte, es decir, su muerte y su descomposición”.[iii]

El cuerpo es gravedad, peso. Creación de espacios. Todos los cuerpos conforman una espacialidad o lugares de existencia donde los mismos cuerpos se tocan a través de una piel que no es unívoca sino múltiple, capaz de multiplicarse; por eso para Nancy, en realidad somos múltiples cuerpos porque siempre estamos creando nuevos espacios de coexistencia, territorios móviles de la propia existencia.

Somos capaces de tocar otros cuerpos a través de la escritura generando nuevos parajes. La escritura es un gesto para tocar el sentido, la escritura es excripción del ser: ser ex -crito, es decir, un cuerpo que es expuesto a la propia existencia.

II

Se escribe desde el cuerpo y con el cuerpo, a suerte de una ensoñación que invade la carne. La escritura es necesariamente corpórea. Ímpetu vital, fuerza creadora, necesidad, trascendencia e inmanencia al mismo tiempo, puesto que su temporalidad creativa no puede ser otra que la del instante: se está ahí a la luz y oscuridad de un momento cuya repetición es improbable: absoluta desgarradura del ser bajo el manto estelar; pero de igual forma abre la posibilidad de una temporalidad trascendente: el de la obra misma, cuya lectura estará atravesada por constelaciones de temporalidades, cuerpos múltiples, experiencias, mundos vividos y memoria.[iv]

La voluntad de poder en Nietzsche tiene la implicación de una existencia que se asume desde todos sus ángulos, potencia creadora e incesante en el devenir. Todas las artes operan de la misma manera, fulguración de la vida en todas sus manifestaciones: tragicidad y alegría, voluntad de suerte arrojada a una risa infinita, voluntad de juego a través de una experiencia extática que nos hace salir de nosotros mismos, como pensaba Bataille. Escribir es un padecimiento que se interna y nos penetra en el pathos del azar, poseídos por una ausencia-presencia necesaria para seguir en este mundo: quien escribe sabe que ya no existe un retorno; condenados a la libertad de creación todos los universos devienen posibles.

La escritura es ruptura, explosión de los múltiples cuerpos que somos. Fuerzas creatrices que como ha observado Deleuze, son actos de resistencia. Se resiste ante la muerte,[v] a veces ante el peso de lo mundano que hay en la existencia y por eso el acto de escribir es capaz de generar una puerta hacia lo maravilloso, irrupción del orden lógico de las cosas; otras tantas logra reconstruir lo que existe de fantástico en el mismo curso de lo real; no obstante, para sentir lo maravilloso es necesario abrir y cerrar la carne. Contemplación/Introspección/Puesta en juego/Descarnar/ Encarnar/Devenir/Potencia.

Deleuze señala: todo escritor deviene-otro en la escritura, hace audible la musicalidad de la palabra, visibles los colores, táctiles las formas. El escritor es un vidente cuya literatura es una singularidad inconclusa: “Escribir es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida”.[vi]

III

Escribir es expresar el territorio existencial del cuerpo, la misma ontología del propio ser: desconfigurada, atravesada, penetrada, mutada a través de esa necesidad incesante de nuestra propia carne perviviente y múltiple.

¡Escribir con la carne, con los diversos cuerpos que somos para tocar otros cuerpos al unísono de un delirio que excede toda temporalidad!

OBRAS CONSULTADAS

Deleuze Gilles. Qué es el acto de creación. En línea [https://gep21.files.wordpress.com/2010/02/deleuze-c2bfque-es-el-acto-de-creacion.pdf]

Deleuze Gilles. Crítica y clínica. Anagrama. España. 1996.

Didi-Huberman Georges. Lo que vemos, lo que nos mira. Manantial. Argentina 1997.

Nancy Jean- Luc. Ser singular plural. Arena. España. 2006.

Nancy Jean- Luc. 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma. La cebra. Buenos Aires. 2007.

Nancy Jean- Luc. Corpus. Arena. España. 2003.

NOTAS

[i] Jean-Luc Nancy. 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma. p.17.

[ii] Ibid. p.23.

[iii] Ibid. p 27.

[iv] Cfr. Georges Didi-Huberman. Lo que vemos, lo que nos mira. Argentina, Manantial, 1997.

[v] Gilles Deleuze. Qué es el acto de creación. p. 6

[vi] Gilles Deleuze. Crítica y clínica. p 11

IMAGEN

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