LA BOCA DEL FUEGO

por Guillermo Santana

I

A cualquier transeúnte…

a los que no han sabido saborear la sombra del infierno.

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Se han levantado las voces en la calle,

los siete sellos,

la bestia,

el mar oscuro:

una columna de sangre en el centro de tu cuerpo.

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Es media noche en la ciudad que flota sobre el lago.

Se han volcado en un grito las ratas en la calle,

en cada puerta y en cada camellón.

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Los ángeles abren la boca, cierran los brazos, fuman un cigarro y luego otro

andan buscando la inmensidad de los labios y la inmortalidad del instante;

tienen que andar de boca en boca extasiados,

persiguiendo la copa, el vino tinto, el crisantemo en la gota del agua,

el rojo molusco femenino,

la cadencia encarnada del espacio,

la savia que flota cuando se bebe a sorbos la humedad en el aire…

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Y yo tengo en las manos una mujer que tiembla,

hace fuego con las raíces del aire,

hace temblar la piel del árbol citadino.

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Envuelta en los surcos del asfalto,

ella es el crisantemo en la boca del fuego,

la flor roja.

.

Tengo en los brazos un poco del amarillo celeste;

un poco del desorden que vive en mi ciudad.

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Ella carga en su cuerpo el mundo,

el aire, la fijeza de las llamas cuando se enciende el aire a media noche.

.

II

Aquí los perros cruzan un estanque sobre cuatro mil hojas,

anuncian una palabra y se marchan por la orilla de un puente simulando una caminata serena,

andan por los cuatro rincones de un reino sombrío donde emana la piedra de las manos de un dealler y gotas de sangre en la punta de la lengua.

.

De entre la oscuridad y el desorden se escuchan truenos

y toda la ciudad se ilumina un segundo.

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La lluvia, como aquella de cuarenta días

comienza a inundar cada casa y espíritu.

Aquí,

los poetas muerden

cada vagina que encuentran en rincones oscuros,

chupan aquellos pechos de las mujeres de Sodoma.

Han olvidado el espíritu de Caín y a su madre.

.

En esta ciudad, los primeros seres en la historia,

son los brazos disecados de los muertos debajo de espectaculares;

escenas religiosamente sintéticas,

pulidas de fragmentos grises, asfalto llevado a los confines del mundo y mármol disecado.

.

Las formas geométricas de mi ciudad

se han convertido en terribles luces

echando raíces de hierro bajo las corrientes del aire,

partículas de ámbar que se esparcen,

lluvia, pureza traslucida que contamina los ojos.

.

La noche se ha convertido en un beso infinito.

.

No debería decirlo

pero nací en la cuna del infierno.

.

III

Apuño el viento con la mitad de fuego que me queda en la mano.

Respiro y nombro la última constelación,

el último aliento que se queda en el aire cuando miro el desierto sofocante.

.

Tomo por asalto el resto de la noche que me sacude,

grito a la innumerable crueldad del demonio Legión.

Releo. Y encuentro que nunca hay tanto erotismo en la poesía.

.

IMAGEN AL EXTERIOR

Pira funeraria >> Fotografía >> Guillermo Santana

Guillermo Hernández Santana. En el ámbito académico, es lingüista por la ENAH y maestro en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Realiza trabajo etnográfico y lingüístico en la comunidad comcaac (seri), en la costa del Desierto Sonorense. Particularmente estudia cómo es el tiempo y las representaciones sociales entre los comcaac. En 2016 fue galardonado con el premio de lingüística Wigberto Jiménez Moreno a la mejor tesis de maestría. En el ámbito literario, ha cultivado diversas formas poéticas, tal como el Hai ku y el verso libre, asimismo escribe ensayo habitualmente. En 2007 ganó el Segundo lugar en el concurso de poesía organizado por la librería El Laberinto. Funge como editor de la revista Piedra, papel & tijeras. Sus obras, tanto académica como de creación literaria, se encuentran publicadas en diversos medios impresos y electrónicos. Colabora en Sombra del Aire desde abril de 2017.

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