FUTURO BAJO DISTANCIA

por Lord Crawen

Propagando letras…

…en la oscuridad

Ahora, la niebla repta por el muro que divide la soledad del corredor del fondo con el jardín de las estatuas asesinadas por la luna. Puede ser que no baste el alarido, al lamer las formas reverentes del sueño habremos descendido hasta la noche.  (Max Rojas)

Cada canal tenía una perspectiva de la filmación. La nota era la misma, sólo cambiaban los cintillos y los logotipos. Repetitiva y dañina al mismo tiempo, pero la imagen inconfundible del hombre tras el plano era la misma. El señor G., ahora sentado en su enorme sofá, observaba una y otra vez la nota propagarse, así como también el virus creado a través de su acuerdo con el ser de otra dimensión. La reproducción en algunas zonas era selectiva. Aquel ser debía respetar el acuerdo de confidencialidad y a los hombres y mujeres que, junto a sus familias, habían sido seleccionados bajo un examen estricto y un contrato de confidencialidad, y se les había otorgado la inmunidad directa. Pero el hombre no siempre puede manipular el poder a su favor. La criatura comenzó a probar cada una de las delicias que este mundo y el curioso cuerpo humano le proveían; tanto, que no le era suficiente todo lo que el señor G. le había propuesto.

La noticia de su “combate al virus” era parte de su enorme planificación para obtener el reconocimiento. Él, sentado en su sofá, sin preocupaciones, dejando a la criatura realizar su expansión; a médicos e investigadores trabajando a marcha forzada para hallar una cura y a la sociedad encerrada utilizando los medios masivos para llenar de todo tipo de teorías e, incluso, ocupando su tiempo en banalidades absurdas.

El mundo que solía conocer la gente fue planeado y destruido desde la concepción de un sofá, planeado y estructurado en un bunker debajo de una vieja madedería y ejecutado, nuevamente, desde el mismo sofá. Mientras el mundo celebrara la llegada del año nuevo, nadie se dio cuenta que una terrible sombra estaba por llegar desde todos los ángulos posibles. Nunca imaginarían que los fuegos artificiales utilizados en dicha celebración contenían una cepa de la criatura. Rincones de algunas calles son ahora habitaciones de este ser que se reproduce sin consentimiento. No existen héroes ya reproducidos en máquinas virtuales o sobre páginas de textos. No existen ya los días abarrotados de gente en las calles. No existen ya las familias celebrando días importantes. No existen los horarios de oficina para cubrir turnos o puestos importantes. No existe ya la producción en masa. No existe ya la sociedad.

Los héroes yacen tras los uniformes médicos, atendiendo pacientes fuera de sus horarios; con cuerpos acumulados por todas partes y, a la par, ataques de la criatura cuando dichos cuerpos se reaniman.

G. sonríe desde su sofá. Sostiene su copa de vino. Vuelve a cambiar de canal en las noticias y sigue siendo “viral”, justo como su criatura. Y pensar que lo último que necesitaba para completar la ecuación estaba en la mente de cuatro jóvenes dormidos, a los que capturó cuando la doctora Adela y el productor trataban de escapar. Combinó todos los elementos posibles para extraer los secretos del H.T.M.L. Consiguió al menos lo necesario para ejecutar su plan, mas nunca el código completo. El resilente sistema operaba aún fuera de sus posibilidades de control. Pensó en Adela maquinando dichas operaciones desde alguna parte del mundo, pero su criatura pronto la encontraría. Esperaba pronto obtener los resultados de dicha operación.

Esa tarde, recibió otro mensaje fuera de su red social, proveniente del H.T.M.L. que heló sus sentidos y lo puso a pensar en esa extraña posibilidad que no podía siquiera concebir.

“No puedes controlar lo que no conoces, por ello jamás podrás controlarme. Tendré mi momento para despertar. Tu nada estimado Ob Lenders”.

Arrojó el aparato, se dirigió a él y lo pisoteó. Adela era lo suficientemente lista para traumarlo a distancia. Era primordial encontrarla y así finiquitar su existencia. Podría tener acceso nuevamente a sus planes, todo estaba en la red. Era cuestión de romper un candado y listo.

Comenzó a deambular en la habitación. Encritó la información encriptaba. Llamó a sus agentes para saber si los cuerpos de los músicos ya habían sido incinerados y sus cenizas esparcidas. Sabía que los Lenders jugaban con algo más que la tecnología; él así halló a la criatura. Espontáneamente encendía la televisión y podía ver a una parte de la humanidad colapsar y a la otra parte acudir a los puntos de vacunación para unirse a sus filas y ser protegidos. También había quienes oponían resistencia. Y también las notas sobre los fallecidos. Eso lo calmaba.

La criatura apareció poco tiempo después, en la putrefacta forma de una joven.

―¿Es en serio? Todo este tiempo te has propagado en otros seres y vienes hasta aquí con esta putrefacción a mi lugar.

―Más respeto, es una dama. ¿Qué quieres ahora?

Tomó una vieja fotografía de Adela Lenders y se la mostró a la criatura.

―¿Ya la tienes? Encuéntrala, si no mis planes y tú terminarán en la basura o peor.

―No, aún no la encontramos. Tal vez se oculta bajo tierra o entró a tus filas de seguidores y ni siquiera te has dado cuenta.

―Ella no está en los registros, no caería tan bajo. Encuéntrala o todo…

―¿Todo qué?

―Si yo desaparezco, publicaré la manera de devolverte a tu mundo. No me importa cuántos cadáveres tengamos que recoger de las calles, volverás a tu miseria y hambre eternas.

―¿Me estás amenazando?

Recordó las palabras de Lenders. La criatura tenía todas las posibilidades de quebrantar el acuerdo, sólo debía deslizarse hasta su nariz y en pocos minutos ya sería parte esencial de ella. En un chasquido, igualmente tendría acceso con las personas importantes con las que hizo el acuerdo y la humanidad, tal cual era conocida, ahora sí terminaría por completo. Pero también pensaba que, de ser así, nadie lo recordaría jamás. No tenía nada que perder.

―No es una amenaza, es una precaución para ambos. Esto es un acuerdo. Si yo caigo, tú lo harás…

La criatura se lanzó hacia su nariz. El señor G. intentó retirarla por todos los medios posibles. En su desesperación, comenzó a desencriptar toda la información. Pudo sentir cómo se apoderaba lentamente de su cuerpo, pero la mente todavía tenía una leve conciencia. También, inexplicablemente, sintió cómo un flujo de energía atravesó su mano y un elemento intangible tomó su información y fue transferida hasta el H.T.M.L.

―Adela… ¡maldita mujer! Sólo esperaba esto… te manipuló la maldita…

―A mí no me manipula ningún ser humano, soy indestructible. Suelta ese teléfono y deja de transmitir datos…

―No soy yo… ya no soy yo…

Estertores en el cuerpo del señor G. Exhaló el último aliento humano e inhaló por primera vez como la criatura. Tomó el teléfono celular para observar la transmisión de los datos. Todavía no tenía el control y la fuerza suficiente para terminar con el aparato físicamente. Esforzándose por destruirlo antes de terminar una transferencia que G. jamás inició, la misma fuerza impecable del alma del señor G. seguía luchando por mantenerse ecuánime.

Un crujido y el teléfono celular fue destruido, el señor G. formaba parte ahora de la criatura, quien se dirigió ahora al sótano de la mansión, donde un sinfín de seres humanos ocultos, bajo un pacto inexistente, yacían ahora para proyectarse en cada cuerpo y seguirse alimentando.

***

Observaron todo a través de la televisión en un pueblo lejano de todo. Abandonando el proyecto H.T.M.L. y sin buscar a los miembros de la banda, a los cuales pensaron volverían a la vida con una perspectiva distinta del mundo o con comunicación de otras formas del universo, Adela y Tyler, impávidos, no daban crédito a los horrores generados por el poder, ahora adquirido, del señor G.

Adela recibía mensajes de texto de un viejo celular todas las mañanas, a los cuales no quería contestar. Siempre tenían una imperiosa necesidad de hablar o contarle sobre el H.T.M.L., de las aún posibilidades de retomarlo y rescatar, si se podía, lo que hacía falta de la humanidad.

El tiempo transcurrió y el pueblo comenzó a quedarse sin habitantes; quienes al estar infectados acudían a los grandes hospitales de la ciudad, para nunca volver. La pareja, ahora en busca de su supervivencia y de que el señor G. no los encontrara, hallaron una cabaña lejos de toda comunicación.

Aunque los mensajes continuaban llegando de forma constante, Adela los esquivaba. Tenían poco en qué pensar y al parecer, el señor G. no detendría sus planes a menos que acudieran a un centro de salud, fueran marcados y cautivos para así tener las últimas piezas sobre el funcionamiento del H.T.M.L.

Sentía pena por los chicos de la banda, ellos tenían conexiones con otros mundos y habían sacrificado sus vidas solamente para ser parte del universo de terror ahora creado. Se generaba la duda de qué podrían haberles hecho.

Tyler tardó en volver una tarde. Adela esperaba lo peor; ver asomarse entre las cosechas a uno de esos seres. ¿A dónde correría? ¿Dónde se ocultaría? ¿Y su padre qué diría?

Un mensaje de texto llegó. Era inusual, ya que los mensajes de texto llegaban a las 8:17 horas, tiempo en el que el padre de Adela le había dejado por última vez encargado su proyecto y jamás volvió. Eran las 16:25 horas. Pensó en que Tyler había encontrado algo o una amenaza de G. y sus criaturas y por fin estaban cerca. Sin miedo a lo que podría suceder, tomó el Nokia y se dirigió a la pila de mensajes constates para abrir el último.

“Escucharás una vieja canción de alivio”.

Saliendo de entre los pastizales, Tyler volvía con una vieja radio de pilas y una sonrisa en el rostro. Llegó hasta donde Adela y comenzó a colocar las baterías a la radio.

―Hay buenas y malas noticias. La buena es que hallaron al señor G. como un infectado más y al parecer está muriendo. La mala es que ese ser está suelto en nuestro mundo y parece que no se detendrá.

Adela no sabía que sentir.

Un nuevo mensaje.

Otro más.

Un tercero.

Llegó el cuarto.

El quinto.

Hasta un sexto.

Y se detuvo.

Tyler terminó de colocar las baterías a la radio.

―Ahora podremos escuchar las noticias. En el pueblo ya no queda nadie. Hay que informarnos sobre la situación y confiar poco en las personas. Tal vez podamos quedarnos un tiempo más aquí, en el pueblo ya casi no queda nadie, así que la comida va a escasear… ¿Me estás poniendo atención?

Un golpe seco al suelo del viejo celular. Adela miraba hacia la nada.

―¿Qué sucede?

―Ty… Enciende la radio…

Apresurado, Tyler buscaba la frecuencia más cercana a sintonizar.

―¿Qué buscamos?

― Lo escucharás. Tú la escuchaste…

“…El mundo nos recibirá.

Ven y canta si haces un bien,

Pero el mal no descansará…”.

―… No es posible… No puede ser Revolution dead… esa canción solo la tengo yo en el estudio…

―No son ellos Ty. De alguna forma es mi padre. Se convirtió en una parte intangible del H.T.M.L. y con esa melodía está intentando atraer a todos los infectados y al ser que inició todo. En los mensajes me ha ido contando de alguna forma cómo ha evadido a la muerte y se ha convertido en una conexión de la máquina. Mi padre es el H.T.M.L. Y eso no es todo. El espíritu de tus músicos ha llegado al punto en que ellos pueden sonar a través de otros universos, atrayendo a quienes pueden darnos auxilio… y a quienes no.

―¿Eso qué significa? No te estoy entendiendo Adela.

―Yo tampoco lo entiendo Ty, creo que tendremos que esperar a que todo vaya sucediendo. A la distancia del mundo, no podemos entender muchas cosas. Y entre más distancia exista, menos entenderemos. Pero por ahora, necesitamos alejarnos de todo conforme vayan avanzando las cosas.

Ambos, fundidos en un abrazo, escucharon durante el crepúsculo una y otra vez la canción de Revolution dead, esperando que la vida regresara tal vez a su forma original.

***

La estación de radio de un lejano poblado seguía transmitiendo la canción una y otra vez. Un golpe frenético de una fuerza sobrenatural destruye la máquina de reproducción.

―¿Por qué hiciste eso? Tenemos todavía tiempo…

―Tendremos oportunidad de traer a los espíritus de la banda para continuar llamando a los que faltan. Por ahora es suficiente con nosotros. En este planeta hay muchos misterios sin resolver.

―Y les recuerdo que hay humanos.

―Sí, hay muchos humanos. De dónde venimos ya quedan pocos o se han escapado a otros universos.

―Calma, mis criaturas, calma. Hallaremos la forma de convertir este lugar en nuestro. Primero debemos encontrar a Djangraent; ese maldito cree que puede reproducirse como un parásito cualquiera. A los humanos hay que cuidarlos…

―Para nuestro consumo propio….

―Sí. Y también para ayudarnos a traer al resto de los antiguos. Ellos tienen las claves y vamos a encontrarlos.

―Debemos ser cautelosos, desconocemos este universo y al parecer, hay una estrella llamada sol que a muchos de ustedes les hace daño.

―Y creo que tienen plata.

―O libros prohibidos.

― Entonces tendremos que comenzar a crear una ciudad en sombras.

Las criaturas avanzaron hacia la nada, perdiéndose en la noche, hacia distintos caminos.

 

IMAGEN

Gerión >> Gustave Doré., Francia, 1832-1883.

Jezreel Fuentes Franco (Lord Crawen) nació el 29 de Junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el Instituto Politécnico Nacional; desafortunadamente, su pasión por la literatura y la música lo lleva a formar parte del taller de creación literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán y del taller de creación literaria impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en 4 obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de “Literatura del horror” en el auditorio del centro cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante”. Actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.

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