FERNÁNDEZ A LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO XVI

por Rafael González Alva

Ni siquiera el funeral compartido de Aurelia y Catrinita logró retrasar el itinerario preprogramado por el gobierno mexicano para el glorioso despegue de la Quetzalcóatl I bajo el comando del nuevo Mayor Fernández. Aquel día quedaría grabado en la mente de Mariano como uno de ésos en los que las nubes parecen no correr por el cielo y la luz diurna escasea tanto que hay que mendigar al reloj hasta un segundo para respirar antes de que anochezca por completo. Por la mañana asistiría al funeral, apenas con el tiempo justo para dar sus condolencias por su cuñada y llorar a su esposa con el decoro de un oficial. Por la tarde debía asistir al recién terminado astropuerto de Texcoco para coordinar los preparativos finales del despegue. Por la noche —concepto del que pronto se desharía— debía estar ya surcando el empíreo con rumbo hacia Marte. Fernández, entonces, resistió estoicamente las tres horas que duraron los entierros de sus parientas antes de dejar el panteón sin despedirse de nadie, como un prófugo asaltatumbas.

Sólo Neriela lo acampañó al entierro, más por órdenes generales que por petición de Fernández. Antes de irse, la Capitana se acercó al General Velázquez en lo que pareció un último pésame, mas aprovechó la despedida para deslizarle, bajo la toma de manos, un papelillo que era la fase final del plan conjurado por Catrina y ejecutado por ella. Para cuando Carlingio terminó de leer el inusual recado, Neriela y su superior ya se habían esfumado. Velázquez de inmediato mandó encontrarlos y él mismo corrió por todo el cementerio con la esperanza de que tras un escueto árbol o alguna robusta lápida se hallase escondido el cobarde de su excuñado y su recadera.

En la entrada del hangar la autoridad de Velázquez pareció acabarse, pues para entrar tuvo que forcejear con los soldados, quienes le instaban a permanecer en la zona segura de la ignición. Mas Velázque no cedía ni con los puños ni con las palabras, pues, equivocando llanto y palabras, no dejaba de gritar:

—¡Detengan a ese hombre, no puede ser adelantado! ¡Es un asesino! ¡Asesino!

No fue sino hasta que se acordó de su antigua pistola en la cintura que logró abrirse campo libre hasta el tren de abordaje de la Quetzalcóatl I.

Fernández, que junto con Neriela ya abordaba el elevador hacia el puente principal de la nave, alcanzó a distinguir la figura de su cuñado a toda prisa corriente hacia ellos. Velázquez comprendió que no lo alcanzaría y, como automáticamente, apuntó hacia la silueta ascendiente de Mariano. Disparó, pero el blindaje cristalino del elevador era demasiado grueso para el pobre calibre de su vieja arma de fuego. Neriela, que trataba de encubrir su gran temor y culpa, sólo pudo musitar, aunque mirando a los ojos de Fernández:

—Lo sabe. Lo sabe todo, mayor.

Sin más ideas, arrojando su pistola y completamente bañado en lágrimas y sudor, Velázquez profirió a su expariente:

—¿Cómo, cuñado, así te vas? ¿Es buena manera ésta de despedirte de mí?

El Mayor tomó un segundo para pensar, y queriendo ya no ver más en su cuñado que a un superior del ejército, respondió:

—Señor, perdóneme, pero estas cosas y las semejantes antes han de ser hechas que pensadas; vea que fue usted quien me las mandó a hacer.

XVII

Frente a aquel imponente templo, guarnesidas las más de sus tropas y con la Quetzalcóatl I casi fundida toda en municiones rudimentarias, Mariano Fernández se repetía, cada que los tamborazos de guerra se lo permitían, los postulados de la encomiable misión de reverdecer en nuevas tierras la cultura de Moctezuma, así como aquellos de inmortal gloria de ese lejano discurso nocturno en la casa de Velázquez, llevado al extremo por él mismo hasta hace poco en su nave. Fernández no pararía. Todo por cumplir la misión. Todo por vencer o morir. Todo por México. Todo por no volver a ver a Velázquez y recordar a Catrina, a Aurelia.

Rafael Alejandro González Alva nació en la Ciudad de México en 1993. Es Lic. en Diseño por la Universidad Autónoma Metropolitana y Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha trabajado en empresas y proyectos relacionados con el diseño gráfico y la literatura, de entre los que destaca haber sido parte del grupo de trabajo del PAPIME “Leliteane. Lengua, literatura y teatro en la Nueva España”, dedicado a la difusión y estudio de las letras novohispanas. Actualmente cursa el XVI Diplomado de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, que imparte el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura desde 2010. En 2020 comenzó a publicar verso y prosa breves en medios digitales.

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