EL TÚNEL, DE ERNESTO SÁBATO

por María Pérez

 LA SUTIL PRESENCIA DEL MONSTRUO QUE LLEVAMOS DENTRO

Por María Pérez

Esta lectura comenzó en un sueño, en la cama aún sin el libro, pero con esa lúgubre imagen de un oscuro túnel, un camino artificial que conecta dos puntos, eso vi en mi sueño que se interrumpió por el puntual despertador y se esfumó entre las cobijas. Fue ese mismo día cuando llevé a mi cama de libros El túnel de Ernesto Sábato.

El túnelSe trata de una novela publicada en 1948 como parte de las novelas existencialistas de Latinoamérica; en ella el autor cuenta un problema esencial del ser humano, la soledad del hombre gregario, y además fue concebida en la posguerra. La obra plantea al protagonista inmerso en sí mismo, incomunicado a pesar de ser parte de un mundo. En ella se narra el más vil instinto bestial que conduce a un asesinato, por tal motivo, cuesta trabajo sentir atracción por esta novela, congela la cama de libros, ya que el desagrado del asesino no cabe en ningún lado, tan superior se siente que lo expresa, y acumula todo el odio posible para que el monstruo que lleva dentro acuda a la cita en el túnel y se vuelva poderoso, ya saben, donde el dolor crece, la soledad florece y es justo cuando la existencia del ser humano se fractura, cuando la razón pierde y gana la enfermedad, es así como Ernesto Sábato interpreta al hombre ruin de una sociedad.

Observa ese aspecto de la obra, el daño que causa la soledad, no te fijes en lo ofuscado de su vulgar lenguaje, no te quedes con esa visión de la obra, ya que las novelas existenciales buscan una representación de la angustia, característica de la postura existencial, observa ese lado, esa arquitectónica construcción de lo que vive un ser solitario, inadaptado, paranoico. No te dejes engañar por ese aspecto psicopatológico de algunos de los protagonistas, por no decir de todos; observa la trama, resístela, te dará escalofrío cuando veas en ese túnel un problema que te puede conducir al asesinato: ese tipo de soledad.

Y luego, si miras la palabra túnel como un símbolo de la parte oscura, estrecha, intimidante de uno mismo, podrás ver el pasadizo donde habita tu monstruo. Tu parte negativa de conducta extrema, nihilista, sin un sentido sano de la vida, incluso ves la figura deforme del absurdo enfermo de ira, venganza y siniestra necesidad de errar. Lees El túnel y ¿sabes qué?, la cama de libros experimenta una dignificación de ti mismo, cuando compruebas que no estás en esa esfera solitaria y obsesiva.

La obra parece que describe un personaje que siente desprecio por la humanidad, que nos ve feos, inadecuados, desagradables y, por no estar cerca de todos, por alejarse, su razón se deteriora, se convierte en un ser angustiado por la vida, lleno de la soledad que agobia y cansa, que causa la cerrazón de su pensamiento, entonces se violenta por la intolerancia.

Cuando te lleves a tu cama de libros El túnel vas a sentir que estas mirando el monstruo egoísta y prepotente que nos acecha, que confunde nuestro sentir, que oscurece nuestro día. No lo dudes, escucha su insensato discurso que busca la justificación más lógica para un ser vacío, hazlo como un ejercicio de templanza, es tan sólo una vileza que hace posible el hombre, lleva a tu cama de libros El túnel, aguanta la náusea ante la decadencia. Ponte a prueba.

Sobre todo si te hace falta sacudir viejas complacencias, viejas mañas de quien piensa mucho y se calla refugiándose en pensamientos, como quien sólo de sueños vive, acércate a otras almas, haz una tregua con tu seguidora la soledad y sal a dar algunos abrazos, sobre todo porque las hermosas palabras aún no tienen el poder de hacer cambios radicales en los lectores, pero los actos son diferentes.

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1 comentario

LILIANA JIMÉNEZ BARBERENA 12/10/2015 - 11:06

Excelente, como siempre la reseña de María, puedo ya sentir emociones y viajar al túnel sin haber leído la obra, creo que es un libro que me gustará y esto se lo debo a la hermosa María que a través de sus palabras nos transporta a nuevos mundos que se apetecen conocer. ¡Felicidades como siempre María!

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