Por Víctor Hugo Pedraza
Entonces,
recuerdo el recóndito
murmullo de las espinas
en las nebulosas zarzas,
retumba en mi memoria
el grito apagado
del corazón.
¡No se escucha!
No hay un solo sonido,
sólo retumba un eco,
sigiloso,
mal aventurado,
perene y lastimero.
Sólo camina la palabra vencer,
se posiciona de todos los frentes,
anida su voraz memoria
en cada poro de mi piel,
desprende veneno traidor en el alma,
para después ser escupido en cada palabra.
Vencer:
posición egoísta,
devastadora,
humillante.
Furtiva se desliza en mi sangre,
en mi consciencia,
en mis palabras.
Demanda de mí
todo mi ser,
mi piel,
alma,
mi amor.
Me carcome las entrañas,
destroza todo síntoma de buenaventura,
de salud.
¡Es soberbia
implacable!
¡Cansado estoy de vencer!
Sólo quiero soñar,
convencer.