CONFESIÓN

por Iván Dompablo R.

Por Iván Dompablo

A veces, por más que me esforzaba, no conseguía que tu esencia me inundara el cuerpo: aspiraba y aspiraba sin éxito; en otras, un movimiento de tu brazo, ese brazo blanco y suave que escondía bajo un cuenco una fina mata de vellos confesióntan negros que no parecían ser tuyos porque tu piel era casi traslúcida, liberaba el aroma fresco de tu desodorante y yo aprovechaba la cercanía, impune, para deleitarme.

Había tanto por saber de ti y tan poco tiempo para conseguirlo, que me estaba volviendo, literalmente, loco. Mi cerebro trataba de apresar cada momento pero se sabía incapaz de conseguirlo. Otras, en cambio, no necesitaba de ningún esfuerzo, pues la otra que te habita y tiene un color encendido y no transparente, liberaba a la distancia el aroma de tu sudor, ese aroma dulce y un poco ácido como de ciruelas reventadas, ese aroma que me causaba, apenas lo percibía, un salivar de anticipado deleite, pues me recordaba, me di cuenta después, el de la fruta color vino que se inflama y abre de madura. Así, engañados mis sentidos, mi boca buscaba sin encontrar la fuente de su placer…, o quizá no, quizá quien se engaña es la razón y el instinto sabía lo que encarnaba aquella esencia.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario