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Por Vladimir Espinosa
Belleza, cuando me cautivaste, ¡oh miserable de mí!
Tocando las fibras sensibles de mi ser como nadie.
Allí comprendí lo importante de bajar a la tierra,
el amor y la belleza se acompañan todos los días,
nos enseñan la admiración y la felicidad etérea.
Durante algún tiempo desdeñé las criaturas terrenales,
contemplando sólo las bondades espirituales del corazón,
pues a veces uno hierra demencialmente sin razón.
Los que pasan la vida sin contemplar la beldad fugaz,
busquen auxilio pronto a su alma entenebrecida ahora,
el tiempo se expande y contrae sin siquiera nosotros saberlo.