CAPRICORNIO

por Héctor Vargas

Hoy salí a la calle, aun cuando mi horóscopo auguraba que mi día no sería de los mejores. No creo en la astrología, así que pensé que ni las estrellas ni el universo tendrían injerencia en mi destino. En verdad no me importa cómo me vaya, en tanto tu día sea mejor. Te veo de lado, mientras manejo de camino a la clínica. La aflicción del dolor te ha sacado de tus casillas, haciéndote perder tu punto cardinal.

De regreso a casa, ya sin ti de pasajero, pienso en tu mirada, ésa que sí tiene influjo sobre mi signo zodiacal. Estoy regido por el elemento del amor, el cual hemos tratado de mantener en su sitio, con trabajo duro, construyéndolo y reconstruyéndolo, debido a que a pesar del tiempo —tan sólo han pasado treinta años— es susceptible a los entes de la rutina y del cansancio.

Manejo para dejar a nuestra hija en su escuela. Han limitado la arteria Lázaro Cárdenas a dos carriles. Parece como si todos los automovilistas hubiéramos nacido bajo el signo de Escorpio. El tráfico es un mundo de emociones que se exacerba entre los gritos, los pitidos y la imprudencia al manejar. Le he comunicado a nuestra hija que hoy serás intervenida por tu dolor.

De camino a la clínica, trato de emular al elemento de Piscis, poniendo música de fondo. Una vez en la clínica, me dirijo a la administración, donde me dan instrucciones y donde tengo que pagar con el signo que nos rige a todo el mundo: el signo de pesos. Llego al cuarto marcado con el doscientos tres, a tiempo para darnos un beso y un abrazo. Tu nerviosismo, anterior a la cirugía, detona tu ritmo cardiaco; los enfermeros te piden que guardes la calma.

Me he quedo solo en la habitación, sólo para confirmar que la soledad es mala consejera. El proceso de resiliencia no se cumple en mí, la zozobra la suplanta y está de paso en cada una de las casillas de los familiares que esperamos de este lado, haciéndonos perder la paciencia. Yo estoy solo en el cubículo, el tiempo corre lento, soy acuciado por los signos de la preocupación y el desespero, que no cesan.

A duras penas soporto las horas que dijeron estarías dentro del quirófano. Pregunto en recepción y me informan que estás en el separo de recobro, que tus signos vitales son positivos; signos en los cuales sí confío. Me confirman que en media hora estarás de regreso a piso. Tengo poco tiempo para ir a recoger a nuestra hija, comprar algo de comer, llevarla a casa y regresar.

El tiempo es relativo, parece eterno cuando estoy lejos de ti. Me preocupa que no me veas cuando regreses de quirófano. No han sido los astros sino la ciudad quien ha confabulado con sus ángulos ascendentes y descendentes en mi contra. Recorro las más de doce casas de Palaco, hasta llegar a la clínica. Me comunican que te han cambiado de habitación y de piso.

Llego apresurado al cuarto marcado con el ciento ocho, cargando tus pertenecías del doscientos tres. Mi memoria me recuerda hasta ahora las rosas que debía comprarte. Miro tus ojos que parpadean y todo vuelve a su sitio, incluyendo mi tranquilidad. Se ha disuelto el mal augurio, has salido mejor de lo que mi mal pensamiento exageró. Por alguna razón mi sensibilidad de Cáncer ha olvidado decirte que te ama, al ver la sonrisa anestesiada que me brindas, creo que lo intuyes, mi querida Capricornio.

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IMAGEN

Mujer sentada con la pierna doblada >> Egon Schiele., Austria, 1890-1918

Héctor Manuel Vargas Núñez nació en Benjamín Hill, Sonora, el 16 de julio de 1972. A los cuatro años, después de desordenar los tipos de una imprenta, fue llevado a Puerto Peñasco, donde aprendió a leer, escribir e inició su afición por la lectura. A los diecisiete años, en un viaje en un barco camaronero, decidió por las letras que lo aproximaran a explicar la sensación en la experiencia. Fue en Mexicali, su ciudad actual, donde concretó la osadía. Escritor intuitivo, inició a colaborar, en los noventa, en la revista Ahí Tv’s. A principios del dos mil, publicó en la página Ficticia.com. Desde 2015, colabora en Sombra del Aire, con su nombre de pila y bajo los seudónimos Equum Domitor, Eleuterio Buenrostro y Mabel Pinos. Fue seleccionado para participar en la Antología Sombra del Aire 2022 y 2023. Recientemente, publicó su libro El inefable juego de los tricrómatas. Siendo un escritor inquieto, sigue en busca de ordenar los tipos que un día desordenara.

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