Por César Abraham Vega
¡Alerta de Spoiler!
Escuché hace muchos años, de los rosados labios de una deliciosa joven, una sucinta pero harto interesante sinopsis de El ángel exterminador de Luis Buñuel. Tuve la oportunidad, en mis años de adolescencia y por influencia de una dulce amiga mía, de tropezarme con algunos filmes de Buñuel; y digo tropezarme porque en el mejor de los casos no pudieron parecerme otra cosa que abrumadoramente extraños, de esos tropiezos conservo esta sensación de inexplicable desasosiego; probablemente debido a que en esos años tan jóvenes mi aparato sensorial aún no se desarrollaba como para aprehender el maremágnum de simbolismo que destila la obra del cineasta español, sin embargo digo que conservo dicha conmoción irresoluta porque aún hay tantas cosas en esas películas que no logro entender y que me siguen brindando ese efecto de malestar y temor. Desafortunadamente nunca me había topado con El ángel hasta ahora… y fue tan extraño porque su aparición se hizo cada vez más recurrente en mi vida a través de conversaciones, lecturas y películas, hasta que no pude más con el ansia y terminé buscándola en internet.
Lo que sabía de esta película antes de verla, era, básicamente, que trataba de un grupo de convidados a una fiesta que por alguna razón ‘sobrenatural’ no podían salir del recinto donde se encontraban, no importaba cuánto lo intentaran ni cuán grande fuera su frustración; no podían salir y ya. No sé usted, querido lector, pero eso me parece un cebo extraordinario para picar el anzuelo de Buñuel… y caí, dos veces seguidas.
Por lo tanto, es este texto un pequeño testimonio reflexivo de mi experiencia estética propiciada por esta obra de Buñuel, por lo que debo advertir que los ejercicios interpretativos que he de verter en este ‘análisis’, les parecerán a muchos un tanto ociosos; pues es claramente evidente que muchos eruditos se hayan dado ya a la tarea de escudriñar hasta la médula la carga simbólica y discursiva de esta obra fílmica; sin embargo, esta búsqueda que emprendo al analizar este film, la he implementado tratando de recurrir lo menos posible a otras interpretaciones y análisis que pudieran trastocar (incluso de manera velada para mí mismo) esta interpretación muy propia de El ángel exterminador. Dicho esto, iniciemos.
En primer lugar me gustaría examinar el título de la película; es innegable la influencia religiosa que existe en el mismo, es un título poderosísimo, categórico y que sin embargo podría parecer un elemento no muy elocuente con la trama del film (así me pasó en un principio). La referencia ‘literaria’ al ángel exterminador la podemos encontrar en al menos dos partes de la biblia, la primera es: “Y habiendo extendido el ángel del Señor su mano sobre Jerusalén para desolarla, el Señor se apiadó de su angustia, y dijo al ángel exterminador del pueblo: Basta, detén ya tu mano. Estaba entonces el ángel del Señor junto a la era de Areúna, jebuseo” (2 S. 24:16 Versión Petisco).
La segunda referencia bíblica aparece en el Apocalipsis cuando se habla del quinto ángel del fin de los tiempos que trae consigo una plaga de langostas como alacranes, cuya misión era causar suplicio en los hombres mas no la muerte de los mismos; tal y como les sucede a los asistentes a la fiesta de la película, que padecen un martirio interminable pero no mortal; salvo en los casos del señor Russell quién muere aparentemente por una falla cardíaca que ya traía consigo antes de la eventualidad y de los amantes, Beatriz y Eduardo, quienes optan por suicidarse ante el insoportable tedio del encierro; el suplicio en sí no los mata, ellos se procuraron la muerte por propia mano, y muestra de ello es que el resto de los concurrentes logran sobrevivir al cáliz del confinamiento. Pero regresemos a nuestra referencia sobre el ángel exterminador: “tenían asimismo colas parecidas a los escorpiones y en las colas aguijones, con potestad de hacer daño a los hombres por cinco meses; y tenían por sí por rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abaddón, en griego Apolión, que quiere decir en latín Exterminans, esto es, el Exterminador” (Ap. 9:10-11).
Entonces, asumimos, que ya desde el título, el autor hace un tremendo y revelador testimonio de la intención de su obra que podría radicar en contar la historia de un grupo de condenados que habrán de purgar una pena corpórea en pago de sus faltas morales (pecados). Conforme avanza la trama nos percataremos de que cada uno de los personajes posee una serie de defectos de carácter, de entre los que destacan la soberbia, la vanidad, la hipocresía, la mentira, la traición, la ira, la lujuria, la cobardía, la pereza, la intriga y muchos otros. De tal modo, el ángel exterminador es el extraño sello de esa habitación que impide el escape de los invitados, y la plaga de langostas ponzoñosas son los mismos que los hieren tan dolorosamente mas no los matan; son sus propios vicios que los terminan ‘destruyendo’.
Ahora, si volvemos a la cinta, observaremos que en algún punto de la misma, en el frontispicio de la entrada de la casa que retiene a los asistentes de la fiesta, es colocada una bandera amarilla en señal de cuarentena; posteriormente, hacia el final de la película, cuando el fenómeno se repite dentro de una iglesia, en el atrio de la misma, igualmente se coloca una bandera con el mismo significado, y después apreciamos una escena donde la policía dispersa violentamente a la población cercana para que no se ‘contagien’ por esta epidemia o ‘plaga’; aquí cabría señalar que el ángel exterminador, según aparece en el Apocalipsis, llega a erradicar la plaga del pecado humano con otra plaga: las langostas escorpión.
Sin embargo también encontré una posible ambigüedad del título de la película y ésta va en un sentido diferente: sociedades secretas. Al respecto Jon Juaristi nos dice:
“Desde la derecha absolutista se agitó el espantajo de la conspiración masónica —o judeomasónica—, demoledor instrumento de un Anticristo al parecer imbatible, y desde la otra banda se creó un estereotipo simétrico del enemigo a partir de casos reales de sociedades secretas católicas, como la del Ángel Exterminador, surgida en los últimos años del reinado de Fernando VII con el propósito de restaurar la Inquisición” (Juaristi).
No hace falta poner mucha atención para darse cuenta de que Buñuel implementa profusamente todo tipo de símbolos y referencias al culto masónico; por lo tanto, a través de esta referencia podríamos atribuir que El ángel exterminador es una representación de aquella sociedad secreta inquisitorial contrapuesta a la Masonería (representada por los invitados), la que ejerce el castigo de confinamiento en contra de sus adversarios de fe por sus prácticas ‘heréticas’ y anticlericales. El hecho de que exista una fuerza invisible o inexplicablemente desconocida que los mantenga en el hacinamiento de una habitación, podría estarnos hablando precisamente del carácter secreto de esta otra sociedad que se contrapone a las prácticas ‘libertinas’ de los masones; por eso nunca se le ve, nunca se explica de qué se trata, no hay algún elemento que nos lo sugiera y, sin embargo, está ahí terriblemente inamovible, manteniendo a raya a aquellos ‘pecadores’.
Para refrendar un poco más las referencias bíblicas presentes en la cinta, me atreveré a decir de manera un tanto insensata, que me ha saltado a la vista que el primer personaje en aparecer es un joven de nombre Lucas, este muchacho es el primero en huir de la casa y es sorprendido por el mayordomo, quien sanciona su salida pero no logra impedirla. El nombre per se me remitió a Lucas, el evangelista, aunque debo admitir que esta referencia puede ser insulsa y el motivo de llamar Lucas al primer personaje puede ser meramente fortuito; sin embargo no me está de más referir que en los evangelios de San Lucas 21:5-35 podemos encontrar las señales del fin del mundo, de las que podríamos obtener algunos guiños al ambiente apocalíptico de la película, pero nada sustancial en realidad. Sólo no quería pasarlo por alto; tal vez más adelante logre documentar este apartado.
Continuará…