ME ENAMORÉ DE UN FANTASMA

por Valentina Mar Serrallonga

Me enamoré de un fantasma al que sólo puedo ver a través del viejo espejo colgado en la pared de mi habitación. Por las noches, cuando la oscuridad nos rodea y sólo la lámpara de mi mesa ilumina la esquina, es cuando lo miro acercarse. Siento cómo el aire pareciera congelarme en cuanto me abraza por la espalda, besa mi cuello con sus labios rojizos, y suelto un suspiro. Le pido sostener mi mano, quizás un pequeño beso o alguna caricia, busco un poco de calidez en su frío toque, pero el silbido del aire acondicionado es mi única respuesta. Miro de nuevo el espejo. Ha desaparecido y vuelvo a suspirar. Es cuando me doy cuenta de que me enamoré de un fantasma.

Lo observo de reojo en los pasillos de la escuela, lo veo reír, pero cuando intento alcanzarlo, no está. Lo quiero abrazar pero no puedo, intento besarlo pero desaparece, se escurre entre mis dedos siempre que alguien nos observa. En cuanto queda entre mis manos sólo el viento, un nudo en mi garganta creado por el sentimiento amargo de soledad y mi presencia en aquel salón abandonado, me doy cuenta una vez más, de que me enamoré de un fantasma.

Me percato de que me enamoré de un fantasma cada vez que lo único que queda al amanecer es la calidez de las sábanas en mi cama desierta en la que alguna vez su cuerpo se encontró, cada vez que escucho sus palabras vacías que, a pesar de la carencia de sentimiento y la monotonía en su voz, logran apresurar mi corazón. Me doy cuenta cada vez que noto que el brillo en sus ojos marrones no es dirigido hacia mí, sino a la chica de tacones rojos o al chico de cabello rubio al otro lado de la habitación. Me doy cuenta cada vez que me encuentro llorando en completa soledad porque de nuevo no apareció en el lugar acordado, dejándome plantado.

Me doy cuenta de que estoy enamorado del fantasma de un hombre que nunca conocí, sino sólo sus ojos que brillan cada vez que una nueva idea surca su mente, sus rizos despeinados que parecen siempre suaves y esponjosos. Me dice que pronto obtendrá la confianza para salir conmigo en público, pero segundos después lo escucho con sus amigos reírse de aquellos a los que ellos consideran “maricas”, escucho el eco de sus conversaciones en el pasillo y mi corazón se destroza, no puedo evitar preguntarme si tanto aborrece a aquellos que llama anormales, ¿yo qué soy para el?… ¿Acaso es error mío enamorarme de un hombre? ¿Seré sólo un pasatiempo o quizás un fetiche al cual le agarró gusto? Lo siento abrazarme escondidos en el armario del conserje, y mis dudas desaparecen. Vuelvo a enamorarme perdidamente del fantasma de un hombre que nunca conoceré.

Estoy besándolo a escondidas en un callejón, pero el sonido de risas nos distrae. Él vuelve a desaparecer apenas volteo, y es ahí cuando, una vez más, me doy cuenta de que me enamoré de un fantasma que parece que nunca podré dejar de amar.

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El despegue >> Óleo >> Alex Stevenson Díaz

Valentina Mar Serrallonga nació en H. Matamoros, Tamaulipas, en el año de 2007. Actualmente cursa el segundo semestre en la preparatoria de su ciudad natal, en la cual escribe textos para la materia de Lectura y redacción. Disfruta mayormente de las narraciones románticas y melancólicas, siendo una romántica de closet, además de su lado opuesto, el terror, sobre todo los relatos clásicos. Su mayor afición son las historias que fusionan estos dos géneros,  siendo una escritora principiante de este clase de subgéneros literarios. Ha sido publicada en la revista de la tripa, revista el mimeógrafo y algo más.

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