TRAYECTORIA DE BOOMERANG – 2

por Liliana Fassi

II

Cuántas veces decimos “lo mataría”. Por lo general, se lo dice figuradamente, pero a veces es una forma de decir la verdad”.

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Octubre de 2022 / SÁBADO DE LA FIESTA DE REENCUENTRO

El aspecto medieval de Aramis terminaba en la fachada; el salón, proyectado para celebraciones íntimas, permitía una cómoda circulación y se prolongaba en los laterales hacia dos galerías vidriadas que dejaban ver los jardines con pérgolas y arbustos prolijamente podados. Al fondo, un sillón forrado con piel blanca, una pintura abstracta y dos lámparas de pie ofrecían un rincón para tomar fotografías.

Una conocida canción de moda en los ’70 sonaba a bajo volumen. Un número creciente de personas iba formando grupos aquí y allá. Próximos a los 70 años, se habían engalanado para la que sería una ocasión importante. Mientras iban llegando, dos organizadoras del encuentro, Graciela Abadi y Claudia López, los recibían en la entrada, les colocaban una insignia con sus nombres y la leyenda “Promoción 1972” y les indicaban un atril en el cual estaban las listas con el número de mesa en la que cada uno debería ubicarse. La bienvenida era breve: un rápido abrazo, exclamaciones de alegría y las promesas de conversar más tarde, porque la afluencia de concurrentes era constante.

Algunos de los excompañeros vivían en la ciudad y mantenían una relación más o menos cercana; otros se habían trasladado a distintas provincias y unos pocos residían en el extranjero.

Después de saludar a Claudia y a Graciela, una mujer con el cabello rubio platinado y un vestido rojo se dirigió hacia otras dos que dialogaban junto a una de las mesas.

—¡Mónica Nieto! —exclamaron ambas—. ¡Toda la vida sin vernos!

—¡Por fin les puedo dar un abrazo, chicas! ¡Cincuenta años!

—¡Qué bueno que pudiste venir! —dijo Estela Fernández.

—Hacía rato que tenía ganas, pero cuando recibí la invitación para la fiesta me decidí. ¡Y acá estoy! —extendió los brazos para abrazar a las dos.

—No lloremos… se nos arruina el maquillaje y este encuentro hay que inmortalizarlo con unas cuantas fotos —dijo Silvia Masuero.

—¿Qué es de tu vida? ¿Seguís en España?

—Sí, tengo una cátedra en la carrera de Historia del Arte en la UAM. Ya tendría que estar jubilada, pero la Rectora no quiere dejarme ir.

—¿Nunca pensaste en volver a la Argentina? —preguntó Silvia.

—No, chicas. Para mí fue tan traumática mi infancia como hija de un diplomático, yendo de un lugar a otro, que ya no quise moverme más. Además, me casé, tengo cuatro hijos, seis nietos… mi vida está allá. Pero, cuéntenme de ustedes, quiero saber todo…

Al llegar Roberto Nájera a la fiesta, Graciela evitó el abrazo y le depositó la insignia en la mano. Cuando él se volvió hacia Claudia, ella se había alejado y le daba la espalda.

Nájera vestía un traje gris, una camisa celeste y una corbata al tono. Quienes lo veían sabían que el saco tenía en su interior una etiqueta de una de las marcas más costosas de prendas masculinas. Un mozo le ofreció una bandeja con bebidas y canapés; él se sirvió una copa con una gaseosa de naranja y se paseó entre los concurrentes. Eran pocos los que demostraban alegría al reencontrarse con él.

—¡Delgado! —le dijo a una mujer con un vestido negro que le dejaba descubierta la mitad de la espalda—. ¡Qué cambio, Delgado! Ahora sí le hacés honor a tu apellido.

—Y vos te seguís haciendo honor a vos mismo. Por lo que veo, los años no te mejoraron para nada —respondió ella antes de alejarse.

Los demás integrantes del grupo se fueron dispersando.

Nájera soltó una carcajada y se dirigió hacia otros exalumnos que rodeaban a una anciana frágil, pero muy animada.

—Profesora, ahora se lo podemos confesar porque ya no nos puede sancionar —dijo un hombre, sonriendo. En su insignia se leía “Eduardo Calvo”—. Usted debía de ser muy joven, pero le decíamos “la vieja de Química”.

—No sólo a mí me decían vieja. Más de una vez los escuché. Y usted, Tarducci —sonrió y apuntó con el índice a una mujer con cabellos cortos teñidos de color caoba—, yo sabía que copiaba en las pruebas, pero nunca pude pescarla in fraganti.

—Es que la Química me costaba mucho, profesora. Hasta el día de hoy, la única fórmula que sé es la del agua. Por eso me dedicaba a confeccionar vestidos de novia. Nadie me preguntaba si el tul, el encaje o el satén tienen hidrógeno o azufre.

Todos rieron hasta el momento en que Nájera se incluyó en la ronda. La antigua profesora dijo:

—Disculpen, tengo más alumnos con los cuales recordar aquellos tiempos —y se apartó sin saludarlo.

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LUNES

Cuando el Suboficial Fernández llegó a su oficina después de despedirse de la Fiscal y del forense, pidió a la administración de Aramis los datos de los organizadores de la fiesta. Graciela Abadi ya estaba enterada del asesinato, porque una amiga de sus hijas lo había posteado en su cuenta de Instagram.

—Es increíble… ¿Quién iba a imaginar una cosa así el día después de la fiesta?

—Señora, necesito a la brevedad la lista de los participantes en la ocasión.

—Si me da un número, se la hago llegar por WhatsApp enseguida. ¿Puedo colaborar en algo?

—Sólo en no difundir el hecho con más rapidez. No haga comentarios en sus redes sociales.

—Por supuesto, Suboficial.

Cuando tuvo la lista, el policía se fue contactando con los invitados, excepto con uno que no había asistido. Antes, se había comunicado con la familia de Nájera: ellos también estaban al tanto de lo que había pasado. La noticia se había viralizado. El policía les dio su pésame y les pidió que alguien fuera a cumplir con la formalidad de reconocer el cadáver. Les informó además que la Fiscal Farina los esperaba el día siguiente a las 10 hrs.

A media tarde le llegó un primer parte de los criminalistas que trabajaban en la escena. Faltaban los resultados de la observación nocturna y el informe de la autopsia y de las pruebas de laboratorio, pero de la evidencia recolectada hasta el momento no se podía extraer nada útil para avanzar en una dirección prometedora. Le habría extrañado que fuera así: se trataba de un lugar al aire libre, habían transcurrido más de 24 horas del hecho y el clima había sido inestable desde el domingo. Era casi imposible que quedaran huellas digitales, rastros de pólvora o ADN. Hasta ese momento tenían las manos vacías; sólo se podía esperar que las declaraciones que iba a tomar la doctora Farina desde el martes arrojaran una pista para seguir.

Continúa…

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CAPÍTULOS

Trayectoria de boomerang 1

Trayectoria de boomerang 2

IMAGEN

Cuervo >> Óleo sobre papel encolado >> Alias Torlonio

Liliana Fassi reside en Villa María (Córdoba, Argentina). Es Licenciada en Psicopedagogía, graduada en la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba, Argentina). Entre los años 2010 y 2018 publicó tres libros que recrean, con entrevistas y ficciones, la historia de la inmigración llegada a su país entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Participó en diez antologías de cuentos editadas por instituciones culturales de Argentina y de Uruguay y recibió numerosos premios y menciones en ambos países. En 2023 tres de sus obras integraron una antología editada por la revista mexicana Sombra del Aire. Colabora con revistas digitales de Argentina, Canadá, Guatemala, México, Colombia, Ecuador y España. Es correctora de textos y fue prologuista de libros de autores de las provincias de Córdoba y de Buenos Aires. Actualmente, su obra aborda un amplio abanico de temas relacionados con la condición humana.

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