SUEÑO

por Iván Dompablo R.

Por Iván Dompablo

Soñé que alguien me miraba desde afuera mientras yo dormía. Incapaz de enmascararme estaba indefenso y era consciente de ello. En vano me esforzaba en despertar. Escucho el escándalo acelerado de mi miedo, sus ojos me están mirando porque para Él nada es secreto. ¡Despierta!, ¡despierta!, levántate y escapa. Corre. La alarma está sonando, es la hora impostergable. Pero no me escucha, yace en el abismo de otro universo.

Ella descansa a mi lado, con sus patitas blancas abraza su nariz. Tranquila y serena reposa. De su respiración brota un aura protectora que la resguarda de los cerdos oscuros que la acechan. Como trazos de tinta hechos por la mano de un obsesivo que no sabe cuándo detenerse, como manchas negras que devoran la luz, como el verde pútrido de la hiel en los mataderos, así están presentes, están en todas partes, conspirando sin cesar.

Soñé que ella venía y todavía era una niña, no la niña que conocí y a quien alguna vez amé. No la de doce años y  vestido floreado como el arcoíris que se empeñaba en bailar frente a mí para que la amara, sin darse cuenta de que la amaba desde antes, desde que sus ojos verde mar desde lo alto me miraron. Era una niñita real, aunque era ella, y la tuve que llevar con su mamá porque se había extraviado.

Soñé la noche  de mi sueño llena de grillos y ranas, de resplandores de fuego, de millones de estrellas, del humo que no nos dejaba ver nuestros rostros y se escapaba rumbo a un cielo de interminables noches que se han perdido para siempre. Soñé a mis ancestros todos muertos y reunidos junto a mí en una cena memorable. El verde mar arrastra a las gaviotas a su centro, ecos de cantos de ballenas se escuchan en toda la tierra y la estremecen.

El asesino afuera aguarda. Paciente, me mira desde la eternidad de su odio impersonal. Yo soñé que era un pájaro en el primer amanecer del mundo, y mi grito desgarró la oscuridad. Sobrevuelo los campos de maíz, las plazas, escucho el repicar de las campanas que se unen a mi canto. Allá abajo la tierra seca se extiende más y más hasta tocar los ríos. Madre e hija se reúnen mientras el asesino arroja el cadáver, sube a la camioneta. Nubes de polvo se extienden en el horizonte.

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