SI LA ENCUENTRA NO LA REGRESE

por Mabel Pinos

Llámenme loco, si se les facilita, pero juro que conozco este camino. Es como los mundos, en los escritos, que se transmiten a nivel telepático, de mente a mente, justo como sucede ahora mismo que yo leo, cuando fue ayer que escribí, y que al pasar a ser yo un otro el que escribiera, se desenvuelve ahora en otro espacio-mente, el recibido, y en otro personaje, el que lee actualmente, sin prohibición ni miedo de por medio; porque para lograr la palabra escrita surcamos la confianza, aunque no sepamos, hasta ahondar en la palabra misma, las posibilidades que el leer y escribir induce.

Este camino, o vía, por así entenderlo, que conocí siendo escritor y que ahora mismo busco afanosamente, se viste de música y es tan real en su estado natural que he llegado a pensar que existe en el aquí palpable, pues con muy poco de ella me da el empuje para escribir. La conocí en un sueño de complacencia, de ésos que surgen cuando en la realidad se vive una pesadez de alma y se solicita un respiro.

En los sueños siento que vine a encontrarla y ese algo me obliga al misterio de su búsqueda; a ceñirme en la irrealidad de su sustancia, la que exalta al espíritu desde muchos caminos, como las artes plásticas, la música, el baile, etc. El mío, desde los libros y mi necesidad inherente es la inspiración en las letras. Ese sentir me llegó justo al estar sentado, a la espera de ser atendido, en una sala de un consultorio psicológico, donde quería deshacerme de voces que ya no me dialogaban, pero que seguían habitándome. Tomé, de sobre un anaquel de libros y revistas, una sección amarilla, decidido a perder el tiempo. Abrí sus hojas al azar: “Si la encuentra no la regrese”, decía el anuncio que cubría media página, sin más explicación.

En este encuentro del tú y yo que nos acopla, formamos un mundo, al que ahora le estamos dando sentido en esta historia. Así que afirmo: aquella hoja me hizo pensar en la contra parte que escribió el mensaje para alguien más. Me llegó a nivel telepático y lo sentí como una afrenta personal. Bajé la revista, volteé a los lados, estaba despierto, eso era seguro, pero ahora tenía la opción de buscar ese algo que perdía sentido al despertar. Está aquí, me dije, ella está aquí; pude sentir su influjo. Sé que no soy el único que la busca, ahora tú también, al estar inmiscuido en esta historia, la estás buscando.

Abandoné el sitio y en el exterior, donde toda una ciudad en tránsito y ordenada me afirmaba que estaba despierto, me pregunté qué lugar buscaría Mabel Pinos para ser y estar. Pensé en una biblioteca, ya que en los libros fue donde sentí su inspiración por primera vez. La más cercana estaba a siete minutos a pie, entre edificios, semáforos, peatones y calles. Seguí en el rumbo, sintiéndome seguro del hallazgo. Al entrar a la biblioteca, sobre una mesa elevada estaba un libro a un lado de un teléfono de disco.

Juro que yo nunca he querido alejarme, pero tampoco he podido retenerla; se esfuma como el material del que está hecha o como la sustancia que provoca que se imaginen éstas palabras, ahora mismo, y que también desvanezcan al dejar de leerlas. Al ubicarme en aquel espacio abierto al espíritu de los libros, entre escaleras y pasillos que conducían a más mundos escritos, me afirmé que ahí estaba; podía sentirla, siendo y estando, como en los sueños lo hacía.

Tomé el libro que daba a un lado del teléfono, su título, “El Hacedor de Violines”, y su autor, Héctor Vargas, nada me decían. Sobre la primera hoja en blanco, al abrirlo, estaba un número telefónico. Intenté marcarlo, pero cambiaba cada que lo consultaba. Al confirmar la sensación exagerada de mis sentidos, lo cual es imposible en tal forma al estar despierto, y que los números se me escabullían de la mente, supe que estaba en un sueño; esta vez no quise despertar.

Llámenme loca, si se les facilita, pero disqué un número al azar, sobre el teléfono, ya nada importaba, sino lo que viniera. Esperé en la línea, contestaron con un saludo de la Sección Amarilla. Dígame, señorita Mabel, dijo el receptor, al reconocer mi voz, ¿ya tiene definido el mensaje a media página? Sí, contesté segura de la respuesta, pongan: “Si la encuentra no la regrese, quédese con ella”; sólo eso, afirmé sin dar más explicación, luego colgué esperando el despertar inminente, procurando mantener la historia viva, para escribirla, y acceder a la función telepática de trasmitirla hacia ti, mi querido hermano.

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IMAGEN

Biblioteca de Babel >> Miháy Bodó, Budapest, 1957.

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