SAKURA O LAS SIEMPRE LATENTES INVENCIONES DEL AMOR

por Daniel Olivares Viniegra

¿Pero quién puede cubrir

la eternidad con un solo canto?

Yelenia Cuervo, Sakura/Invención

Qué decir sobre esta no tan amplia, pero profunda invención latente, sino que mediante ella su autora, Yelenia Cuervo, ejecuta (interpreta), teje y tiende (al sol, pero, como quizá debe ser, en un día nublado…) sus muy personales conceptos sobre lo que la poesía (le) significa. Ello más allá de la invención (que no es, por supuesto, producto de la mera lógica), el sentimiento (opuesto, sin duda, a la razón, pero enarbolando —de por sí— su propia dialéctica), y junto con las abiertas posibilidades del lenguaje (más que mera música o habilidad verbal, más que rigurosa y sostenida fuerza discursiva, y más que mero ejercicio dilecto de las muchas posibilidades de la retórica), para precisamente, con todo eso, en algún momento pertinente, lograr la sutil y hermosa conjunción que tales orbitales, al fin, concitan.

(la magia tiene sus propios ritmos

ignorados por los hombres…)

Fábula y cuerpo, desde el principio propone: poesía tanto intelectual (como inteligente o, incluso, a su pesar, no en todo momento inteligible) o bien desde la entraña o mejor dicho desde la corporalidad (también) ante la presencia/ausencia, ya fáctica, ya apenas presentida o bien anhelada (ora materializada, ora virtual, o bien apenas ensoñadoramente impuesta e interpuesta) del ser amado, el cual también (o incluso con su alejamiento) en todo momento por doquier se antepone, o se da por perdido, ya que pues nunca…, pero se queda, aunque ya no, pero aún, todavía…

(Entre las ondas del agua se traza tu caída,

debajo de mi piel

una fría noche me acompaña…)

Invención y, por tanto, arte u artificio, puesto que no existe(n) el uno sin el otro; como no existe la otra sin el uno, ni mucho menos la permanente unicidad… La alusión (e ilusión) japonista es apenas señuelo, si no es que, en definitiva, arácnida trampa, sin que deje de ser tampoco muy esplendente telón de fondo. Sí hay (hay sí) un canto a la brevedad y la belleza de lo que sin más acontece, lo mismo que a la brevedad de la belleza o la belleza de la brevedad, estas del todo apenas advertidas y que, aun así, al menos en la memoria permanecen; pero acá, fantasía y mito orientales, ya por elección o por mero accidente, se complementan o se difuminan también con interestelares o hasta incluso esotéricos soportes de muy otros tiempos y latitudes:

(Quizá los astros se equivoquen y los hijos de Júpiter:

Los sagitarianos aún podamos confluir con el agua de los

escorpiones…)

Al tiempo que, del todo, y en todo momento, nos encontramos situados en la contemporaneidad con sus incluso también potentes referentes culturales o hasta científicos…

(Yo pensaba que recogería semillas

una cinta de Moebius con respuestas…)

*

(… no perdía la esperanza de un día perfecto a tu lado

con aroma a café,

con la síncopa de un buen jazz

y una conversación real…)

Lo mismo que es inevitable reconocer, los ecos de esos otros ámbitos u otras tradiciones (orientales u occidentales) naturalmente amoldados al caudal y el raudal de la lengua (materna) propia (los amorosos callan, sin nunca en verdad callar…; o bien breve es el amor, cuan amplio y tortuoso es el olvido, han dicho en todo momento grandes poetas [nuestros], que en el mundo han sido…). O incluso, a querer o no, ha de notarse el preclaro acento de lo mexicano.

(Sigo pensando que nuestro destino

era la creación.

Hoy entraron a mi alcoba

mariposas monarcas,

con su aleteo susurraron

las mil verdades

que —tal vez— nos esperan…)

En cuanto al cómo decir, y al decir en sí mismo, más allá de la arquitectura evidente, esta última compuesta por XVIII estancias, planos concéntricos que reiteradamente apuntalan las múltiples dimensiones de los anhelos y el desencanto (o el superviviente así sea nimio futuro para “lo resultante”, apenas bosquejado), el entramado ofrece reiteradas y oscilantes estructuras métricas, las cuales, insufladas por harto aéreas, pero sólidas, metáforas, devienen, indudablemente, en una particular musicalidad que a poco alcanza a descifrarse y a contagiarse de manera cómplice; ritmo y danza verbales que deben, de manera permanente, extenderse y seguir siendo (tal cual), pues de romperse dejarían (quizá, solo si acaso…) igualmente de denominarse o ser lírica(s)olas.

(Y ahora, mientras los pájaros cantan

mis brazos danzan una bella melodía…)

 En paralelo, de reiterados supuestos o hubiera-yo-querido(s), se dispone una y otra vez la trama (y hasta la cama) de fondo; de experiencias y sucesos que de algún modo han sido, mas no siempre a satisfacción… y que al desnudarse lo mismo que al desanudarse llegan (o no) a ser, a veces nada, a veces humo, a veces, y solo quizá ligeramente, esperanza disipada; quizá porque de antemano, y como ya se sabe, el amor nunca es continente calmo ni mucho menos un traje a la medida (y menos aún a la medida de las expectativas) de alguien, como mucho menos de nadie.

(Llegué a pensar que encarnados bailaríamos

aunque fuese torpemente,

beberíamos sin prejuicio alguno

hasta la puesta de sol…)

Pero más que de seda, los hilos que dan soporte al entramado lírico, siempre explosivo y anhelante, de este cerezo (en flor) estos delicados árboles que son en realidad elementos de un, no por apenas breve, menos laberíntico bosque… se ven tensados por vigorosos cables de acero que lo mismo salvan que tentativamente decapitan cualquier intento de sosiego.

Tal es este vital monumento al anhelo no cumplido, pero que queda tan frágil como triunfante, como loto al centro de un estanque: universo y ser individual, movimiento y calma, suspensión, flor de un día, sakura-invención.

La ilustración de portada es de Ava Lizjuan, el brevísimo y atinado prólogo de Ninette Fontaine, y mil ejemplares se tiraron en el aún pandémico 2021, por parte de VersodestierrO y Campo Literario, estos acertadamente albergados en la colección Fresco Musgo Rojo, misma que se propone seguir albergando poesía que, como la de Yelenia Cuervo, será poesía de la inmanencia del ser femenino, poesía que no teme más equivocarse; poesía de la reafirmación.

(Aún con todo me encuentro colmada de ti

me arrojo a la bienaventuranza

y cierro los ojos

para vislumbrar que existe

para nosotros el futuro…)

*

Daniel Olivares Viniegra (Hidalguense y chilango). Ha participado en varios encuentros literarios de carácter nacional e internacional. Tiene publicados, entre otros libros: Atar(de)sol, Antiparras: antipoemas para lectores sin prejuicios y Bichos de Luz. Aparece en numerosas antologías como Poetas de allende los mares (Barcelona) o International anthology of poems on autism (Uttar Pradesh, India). Premio Interamericano de Poesía, Navachiste 1995. Colabora de cerca con El Comité 1973, Poesía en Órbita y La Piraña. Es además coeditor del proyecto Humo Sólido.

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