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Por Víctor Hugo Pedraza
Un mensaje,
dos:
—¿Cómo estás?
—¿Qué haces?
—¿Me invitas a bailar?
—¿Cuándo?
—¡Hoy!
—¡Sí!
—¿Dónde te veo?
—¿A qué hora?
Vivir lo que pudo ser,
se convierte entonces en lo que es.
Arañar los prófugos deseos
de un caminar
que perdido en el tiempo
se fugó bajo la consistencia del silencio,
de ese que por pena
nunca se formuló en un verso
o bajo el signo de un te quiero.
No nació
ya por miedo
o por el solo gusto de contemplarte
o por el disgusto
¡No!
Innato quedó
por ignorancia,
por la aventura de otro sendero.
Así, tibio
quedó,
esperando,
debajo,
como una braza al acecho,
esperando un silbido,
el estruendo del te quiero
y la hora precisa para ir a bailar.