Por Nidya Areli Díaz
Te encuentro lleno de luz,
cerdo diamante,
tunco que confunde
las noches con el día,
cebón que anochece
mientras la penumbra
se oculta demente.
Cerdo capaz.
Cerdo cóncavo.
Cerdo escueto
que el silencio
llamó cerdo.
Porcino de las mangas rotas
más tiempo amante
y el rabo inquieto.
Verrón con las moscas allegadas,
de las orejas azules
y el despertar cotidiano.
Es el guarro tan amigo
como idiota.
Los cerdos son personas importantes en la vida,
son razones embargadas
rompibles sólo a proeza
que se mueven perezosos
y despiertan atareados.
Los porcinos son personas ocupadas.
Son los chanchos el elixir
de este mundo ya sin vida.
Misericorde es el puerco,
indiscutible es el puerco,
¡es el tunco soberano tragafuegos!
Es el gocho cosmopolita correcto
de cantar impredecible.
Pobre tunco que poeta
viene a cavar nuestras tumbas,
a revolcarse en su escoria,
se redobla en nuestra sombra.
Es el guarro indecoroso preceptor
que corrompe las ciudades,
denuncia las armonías
y se mete en los confines
del arte que mana cerdos.
¡Mana tuncos este cerdo!
Nuestros chanchos son los musos desgarbados,
son los dogmas apareados,
convecciones sulfurantes.
¡Que cerdezco,
que roído,
que infame lo que halla sido!,
lo que al mirarse sosiego
optó por volverse guarro.
Puercos raudos y elocuentes,
guarro tinta,
guarro piedra.
Cerdo que rompe cantares
y canta en tono tan cerdo.
Cerdos, cerdos,
¡todo en esta vida es cerdo!,
todo amigo,
todo amante,
toda canción contrariada.
Es el verraco juez inapelable,
coloreado tunco
de chillido opaco.
Cerdo que le canta a los cantares.
Cerdo modesto, apremiante
que se come nuestra mierda,
acaba con nuestras voces,
corre a devorar las almas
y se mira el parentesco con los hombres…
…
IMAGEN AL EXTERIOR
Maria Magdalena in Meditazione >> Jusepe de Ribera, 1623
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