MIS COMPAS CHAIROS

por Antonio Rangel

Por Antonio Rangel

Una palabra que en años recientes ha ganado popularidad como insulto contra la gente de izquierdas es chairo. En décadas anteriores tal calificativo se utilizaba para quienes se masturbaban excesivamente, así que podemos sospechar que hay una analogía entre el pensamiento utópico de izquierda y la masturbación. También ha surgido como respuesta a otro neologismo: derechairo, que se le aplica a los conservadores, incluso se habla de femichairas para referirse en exclusiva a las feministas, pero me parece que el tipo más interesante de observar, analizar y criticar es del chairo típico, y tal haremos en este texto.

Me lo imagino caminando por Coyoacán: cabello largo y desprolijo, playera estampada con el Che Guevara o con María Sabina, acaso con la Comandanta Ramona o ya de plano con Lenin. Pantalón de mezclilla y un morral donde guarde una pipa, una gorra de reggae, unos cuadernos hechos por sí mismo con papel reciclado y un libro de Rius: Stalin para principiantes o lo que sea. Además, calzando huaraches.

En este retrato hecho de prejuicios espero hacer notar, por lo menos, que hay una relación entre la indumentaria y el modo de pensar. La industria de la moda puede dormir tranquila ya que podrá durante mucho tiempo renovarse y encontrar compradores de fetiches incluso entre quienes más anticapitalistas se sienten.

¿Podemos pensar de cierto modo sin aparentarlo? ¿Necesitamos aparentar además de ser? Pareciera que sí. Especialmente en la época juvenil, cuando se busca una identidad, la vestimenta es más que apariencia, una sensación; de modo que para estar a gusto hace falta tener prendas simbólicas que expresen una postura ante el mundo. En ese sentido un ídolo estampado en la camiseta cumple una función simbólica, se trata de identificación y compromiso, pues si me pongo a Zapata o al Sub Marcos en el pecho estoy haciendo un trato con lo que ellos simbolizan: me estoy retando a comportarme de acuerdo con mi apariencia.

Los lectores que no se conforman con la apariencia querrán saber ¿cómo es en sus acciones, en su pensamiento y en su corazón un chairo? Lo esperable es que sea un activista verdadero. Esto es que pertenezca a un colectivo y que produzca, ya sea un taller para hacer huertos urbanos o para encuadernar, que organice tocadas de reggae o de ska; que publique una revista política o un periódico mural en su escuela; que se encuere frente a la Cámara de Diputados o que por lo menos todos los días publique una nueva petición en Change.org.

Sería muy fácil decir que tales acciones y otras semejantes son pasatiempos, que no provocan ningún cambio significativo en la estructura del capitalismo. Yo pienso que eso sería una crítica excesiva. La chairiza ha enriquecido la oferta cultural de las ciudades y ha abierto discusiones interesantes sobre asuntos públicos. ¿Por qué entonces es peyorativo el término? ¿Por qué puede considerarse un adjetivo clasista? ¿Por qué ofende?

Se trata de que el discurso chairo suele ser inconsistente, alucinado e insostenible por falencias en su argumentación. Entre los errores notables podemos señalar la polarización derecha-izquierda que conduce a rechazar no sólo ideas conservadoras, sino también las liberales. Esta actitud impide el debate porque los chairos rechazan a priori las ideas de los panistas, de la Iglesia y de los empresarios.

Otro problema con respecto a los chairos es el estalinismo. Dan la impresión de que se puede echar abajo del tapete el retrato de Stalin y no pasa nada. En lugar de reconocer el fracaso del socialismo en Europa y en Asia, así como en Cuba y en la UAM Xochimilco, prefieren discutir sobre la discriminación en Estados Unidos o sobre el mito del patriarcado, o sobre la falta de democracia en los países democráticos, o bien acerca de los paradisíacos pueblos originarios. Esto lo interpreto como: con la izquierda todo, contra la izquierda nada.

Y tengo una hipótesis histórica: el polvo que saltó cuando cayó el Muro de Berlín dejó ciegos a los partidos de izquierda. Unos sin pudor se volvieron de derecha, otros se refugiaron en el victimismo de minorías: discapacitados, negros, mujeres, transgénero, indígenas, homosexuales, etc. En México y en el resto de nuestra Latinoamérica la izquierda fue ganando poder durante los noventa y en la primera década de este siglo. ¿Pero qué había de nuevo en el socialismo del siglo XXI? No mucho, por cierto: se trataba de fortalecer al Estado, de que éste tuviera el rol predominante en las relaciones comerciales y en el tráfico de información, con lo que ello implicara de censura y represión. ¿Pero esto es lo que los chairos defienden? No y he aquí el problema.

El chairo no es propositivo, sino simplemente crítico. No es capaz de defender el socialismo del siglo XXI ni el del XIX, que son el mismo en realidad, porque está concentrado en criticar los sistemas democráticos. El chairo no propone la lucha de clases ni la revolución permanente, sino la quejumbre permanente y la denuncia de complots; está segurísimo de que hay cortinas de humo e infiltrados; conspiraciones y líneas directas entre la prensa y el presidente; que nada de lo que aparezca en la televisión es cierto y que el imperialismo estadounidense está planeando tomar de nuevo el Castillo de Chapultepec.

En otras palabras, el chairo es hasta cierto punto un ingenuo; el flâneur de nuestro tiempo, según escribió Alejandro Saldívar, sólo que sus calles son Facebook y Twitter, tal vez Reddit. El chairo protestará como si estuviera adiestrado para tal fin contra cualquier reforma política y creerá que lo justo sería hacerle caso a Zapata y a Marx y que hacer una lombricomposta es una forma de praxis. Pensará que es posible disolver a Lenin entre las enseñanzas de don Carlos Castaneda para hacer un viaje astral que combata el cambio climático provocado por el eurocentrismo heteronormativo.

El chairo, realmente, sólo es víctima de su propio onanismo intelectual. Aunque también podríamos culpar a Rius y a Marta Harnecker y a otros vulgarizadores de la ideología marxista. Incluso podríamos calumniar a la mariguana, ¿no es el chairo un pacheco ilustrado? Cuando la conciencia de clase se mezcla con la mota, cuando la pachequez es praxis, cuando quieres hacer una crítica dialéctica del proletariado y te metes en una pulquería a beber dos litros de curados mientras sientes que un maguey te crece en el corazón… eso es ser chairo.

El chairo no es un individuo ni un anónimo: el chairo es la banda: bebe mezcal en una cantina de Copilco mientras diserta sobre los condenados de la Tierra; también se meterá hongos en San Agustín Etla, Oaxaca y tal vez vaya a liberar tortugas a cierta playa del Atlántico. En fin…

Mis compas chairos me dicen compa Antonio.

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Salas, José Pablo, “Posible arqueología del ser chairo”, en http://malinche.mx/posible-arqueologia-del-ser-chairo/

Saldívar, Alejandro, “Notes for a chairo manifesto”, en http://diez4.com/2015/apuntes-para-un-manifiesto-chairo/

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2 comentarios

gonzalo arechederra zabala 16/05/2017 - 06:16

Hola Antonio, muy agradecido por incluir mi cuadro en tu brillante artículo del 6 de Abril “Mis compas chairos”, expresa algo parecido a lo que sentía cuando lo pinté en 1984.
Lo único es que mi segundo apellido es Zabala no Zavala.
Aprovecho para felicitaros por la web que a partir de ahora seguiré.
Un abrazo.

Nidya Areli Díaz Garcés 16/05/2017 - 16:08

Hola, Gonzalo, error corregido y un honor que nos visites. Saludos cordiales.

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